❝Cuenta regresiva❞

16 1 0
                                    

Le daba cierta frustración, pero así habían sido lo hechos, la pequeña "broma" del desalojamiento por parte de Stanley le había sido realmente dura en cierto aspecto, así que decidió volver a su hábitat de obscuridad y sollozos, con una habitación que aún tenía la sangre de un alma bondadosa esparcida por el suelo, y en el camisón que aún usaba para dormir.
Hacía días que no lo pensaba, el beso que se habían dado en el puente, y la ayuda que recibió por parte de la rubia, ninguna de las dos sabía que todo era una simple broma, y que Stanley había usado a su hermano para cometer tal pechoría.
Las onomatopeyas al recibir golpes, volvieron aquella noche, se habían colado unos chicos por su ventana, al rededor de las tres de la mañana, diciéndole que lo sabían todo, sabían de Curtis, sabían de Louise, lo sabían absolutamente todo, sin excepciones, respiró entrecortadamente y sonrío mientras sostenía la cuchilla entre sus delgados y finos dedos, optó esta vez por sus piernas, ya que tuvo compasión esta vez por sus muñecas, y le recordó a la última vez en la que entabló una conversación con Curtis.

Le era estupida aquella situación, ya que al causarse dolor le daba satisfacción a aquella sombra que era Stanley, le perseguía en cada una de sus acciones, repitiéndole que ella siempre sería más fuerte, porque nadie le ganaba al egoísmo, ni si quiera el sufrimiento, entonces Leonella pensó, si el sufrimiento ni el dolor le ganal al egoísmo ¿podría su opuesto ganarle? La bondad de algún alma (por ende, la de Antonella), quizá, sólo quizá eso fuera lo único que le ganaría, una pizca de dolor y una de felicidad, son como el agua y el aceite, no pueden juntarse, pero con el simple hecho de tener sus moléculas una sobre otras les era suficiente, aunque estas no se mezclaran haciendo una mezcla, se tenían, y ya.
Debió sostenerse al pensarlo, ser feliz sería raro para ella y sin duda no sería una buena opción, pero, ¿qué más podría hacer? Era como el blanco y el negro, al juntarse se volvía gris, y el blanco era un neutro y el negro un triste, ¡bingo! Era igual que con ella y Antonella, eran totalmente diferentes, pero sufrían y esa era la única excepción.

Comenzó la cuenta regresiva, 10, 9, 8, 7, 6, 5, 4, 3, 2, 1, y como si de magia se tratara las ideas le vinieron a la cabeza tal rayos de luz que se colaban por la ventana en una de esas mañanas donde los pichones cantaban y olía el césped a pureza.
Pensó que primero debería engañar, y no con su apariencia, si no con su propia jugada, un poco de sufrimiento y varias onomatopeyas al recibir golpes, pero, sería monótono, totalmente normal, porque de eso iba.

Lonely.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora