Capítulo 22

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Capítulo 22 | Buñuelos

Isabella caminó de nuevo a la sede con una gran canasta de pan recién horneado, una pequeña flor y un corazón aliviado, hablar con su madre fue un consuelo precioso.

Ahora su cuerpo se sentía diferente, algo pesado se había instalado en lo profundo de su estómago. Algo que era insistente e intranquilo gritando por un beso más de Levi, un contacto más... por solo verle.

— Llevo buscándote todo el día —Levi está frente a ella en el gran corredor que lleva a las afueras de la ciudad hacia la sede de la legión, está cruzado de brazos— no dijiste a dónde ibas, te dije que no podías salir.

El corazón de Isabella pareció dar un salto de emoción y la calidez de su estómago la rodeó.

— Me ha ignorado durante semanas, ya casi un mes —alza su mirada para poder verle. Que increíble se ve el día de hoy, sonríe contenta— no puedo estar escondiéndome toda la vida, capitán. A parte hacia un clima agradable para salir a dar un paseo.

— ¿Podrías tan siquiera avisarle a alguien? Erwin también está preocupado.

— Bien, bien, avisaré a la próxima —se encoge de hombros— solo salí por un poco de pan. ¿Le gusta? Le prometo que es el mejor pan de todas las tres murallas.

— ¿Un pan vale tu vida, Isabella? —suelta un suspiro, frustrado. Lleva su mano derecha a su frente y niega— ¿Qué haré contigo? Solo me descuide un momento, se supone que deberías estar en la sede.

Pensé que no me hablaría el resto de mi vida realmente.

El atardecer comienza hacer presencia, la tenue luz del sol empieza a rodear a ambos cuerpos como si de un abrazo se tratase. Isabella podría memorizar a Levi en muchos escenarios, como la primera vez que se conocieron, cuando volvieron a reencontrarse, en el consultorio, en las pláticas nocturnas, en el lago y ahora, en un amanecer. Cuando la luz del sol abraza a todo mundo brindando un calor agradable, los tonos naranjas y rojos parecieran ser lo único infinito qué hay en la tierra.

La delgada línea entre la obscuridad y la luz, donde ahora los polos se invierten. Levi siendo tan atardecer y ella tan noche, la sola presencia de su capitán en su vida eran esos pequeños rayos de luz naranjas que son los suficientes para dar calor y no quemar, un abrazo en medio del frío. Y ella siendo tan noche, solitaria y lejana... tan lejos del atardecer siempre esperando verlo una y otra vez, la delgada línea de comunicación y conexión que existe.

— Recorrí toda la ciudad, tres veces —explica— pregunté por ti. ¿Sabias que todos de cierta forma están agradecidos contigo?, hay bastantes hombres Isabella, te aman. Bastantes... muchos me siguieron por un inútil intento de encontrarte, decretan que eres la mujer más bella que han visto, desde tu primer cabello hasta la punta de tus pies, muchos me hicieron notar cosas de ti que no había visto. Como cintura perfecta hasta que tus pómulos tienen una redondez tierna, te adoran. Y me pregunté: ¿Por qué yo? ¿Por qué yo, Isabella?

Isabella no puede evitar sonrojarse.

— ¿Por qué del único hombre que no puede amarte? ¿Por qué?, nunca quise ser el causante de un Hanahaki... —prosigue.

— ¿Y por qué no? ¿Por qué usted no?

— ¡Podrías tener al hombre que desees y estás aquí frente mío, sonriendo, siendo tan jodidamente linda! —grita, por primera vez le grita— ¡No te entiendo y comienza a frustrarme! Trato de alejarme de ti pero mi responsabilidad de mantenerte con vida hacen que no pueda alejarme!

EXIST FOR LOVE | Levi Ackerman.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora