Capítulo 18

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Hacía sol, calor y el Equipo Amistad caminaba por un desierto.

-¿No decía el lobo que el pueblo ese estaba cerca de la ciudad?- la gata bicolor había empezado a perder la paciencia.

-Dijo que era el pueblo más cercano, pero no precisó que estuviera cerca- Gato tampoco estaba para bromas.

-Ya hemos caminado toda la mañana- se quejó Kitty- y eso porque no quisimos salir ayer.

-De seguro ya estamos cerca- apuntó Perrito con optimismo- debemos estar a punto de llegar.

-Ya habríamos llegado de no ser porque alguien dejó escapar nuestro caballo.

-¡No lo deje escapar!- protestó el atigrado- simplemente iba a dejarlo tomar agua.

-Y cuando corrió no pudiste atraparlo.

-Chicos, no es bueno que nos peleemos- trató de imponer la calma el can.

-¡NO ESTOY PELEANDO!- gritaron los dos gatos a la vez.

En riñas similares continuaron la jornada. Hasta poco más allá del medio día no había pasado nada.

Cuando ya se estaban quejando de hambre (habían tenido que dejar las provisiones en la carreta sin caballo que habían pedido prestada a Arturo) vieron a lo lejos un un letrero que señalaba la entrada a un pueblo.

El letrero estaba viejo y sin brillo, y no se distinguían las letras.

Los dos gatos y el perro entraron cautelosamente. Aunque el pueblo no se veía muy bien cuidado, parecía normal.

-¿Por qué no vamos a la taberna?- propuso Gato- allí deben tener información.

-Buena idea- concordó con él por primera vez en el día Kitty.

Se encaminaron a la taberna, y allí los felinos pidieron leche y un jugo natural para Perrito (de seguro no era muy natural)

-Ahora, a escuchar conversaciones, y si una se relaciona con El Guante Blanco, integrense. Con naturalidad- la ojiazul dirigió esto último a su esposo.

-De acuerdo, ¿Por quien me tomas?- respondió el espadachín en broma.

Hicieron eso, y así se enteraron de los chismes del pueblo.

Gato tuvo que oír a unos granjeros quejándose de que nadie pagaba bien por sus productos y a unas ancianas protestando por el alto precio de las hortalizas.

Kitty supo que era una población muy aburrida y que hace años de que no habían delitos (lo anotó mentalmente) , además de la noticia totalmente falsa de que el rey se había fugado con Gretel y había dejado a un cíclope de regente.

Perrito solo se enteró de líos de faldas y problemas de autoestima, que con gusto aconsejó e hizo uno que otro amigo.

Más o menos una hora después, los tres se reunieron para comentar hallazgos.

-Nada- resumieron los felinos.

-Hice un par de amigos, son muy simpáticos en este pueblo- fue la apreciación de Perrito.

-Que bien, me alegra que hagas más amigos- le sonrió la blanquinegra- bueno, yo escuché que no hay delitos aquí, así que ese El Guante Blanco es muy discreto. Me pregunto de que vivirá.

-Ser discreto no es mucho de su estilo- apuntó el anaranjado.

-¿Lo conoces?- la pregunta de Kitty lo hizo recordar que todavía habían cosas que los demás no sabían sobre él.

-Todo empezó hace muchos años. Me acaban de tachar como forajido, cuando en el fondo yo solo era un gatito triste por haber abandonado su hogar...

-Gato, no dormí bien anoche (ya sabes porque) y por tú tono de voz esa historia va a ser larga. Resumela.

El Gato con Botas: La última vida Donde viven las historias. Descúbrelo ahora