CAPÍTULO VI-VLEICK

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Acababa de vestirme cuando Ricardo me llamó, desesperado, pidiéndome que fuésemos al colegio de inmediato. No explicó demasiado, sin embargo, cualquiera se percataría de que Raised estaba más que involucrado. Bajé corriendo las gradas; pasé por alto el desayuno que me dejó Joseph, acompañado de una nota que me dio cargo de conciencia no leer y salí a la calle. De inmediato, me arrepentí por haberme apresurado tanto; mi estómago gruñía y me costaba recuperar el oxígeno. Me dije que lo ideal sería no enfrentarse a Raised, sólo descubrir su engaño frente a la multitud.

Desconocía el camino para llegar, así que me subí a uno de esos vehículos amarillos cuyo nombre no recordaba. Este no lo llevaba escrito en una placa, así que no pude servirme de eso.

⸺¿A qué colegio? ⸺dijo la conductora.

⸺Ya sabe, al colegio.

La mujer parecía estar conteniéndose para no callarme de un puñetazo.

⸺Hay muchos colegios en esta ciudad, dime sólo uno.

⸺Ah... pues no sé cómo se llame. ⸺Notaba cómo mi cara se enrojecía y el tiempo se difuminaba. ¿Ya habría llegado Raised? ⸺Es verde con amarillo. Ah... no me fijé en cómo se llama...

⸺Pues tiene suerte: sólo hay un colegio verde y amarillo aquí.

⸺¿Podría darse prisa? Es importante que llegue allí lo más pronto posible. Hay vidas en riesgo.

La mujer no dijo nada, pisó a fondo una pieza extraña de forma rectangular bajo su pie y mi cuerpo salió despedido hacia atrás y chocó contra el asiento. No pensé que iba a cumplir mi pedido tan bien; de hecho, me esperaba unas cuantas preguntas de su parte. La mujer pasaba esquivando a otros vehículos, cuyos conductores protestaban. Ella no les respondía y aceleraba tanto como el auto se lo permitía en cuanto la calle estaba despejada. Durante todo el trayecto, estuve seguro de que acabaríamos muertos, convertidos en puré de carne y sangre tras estrellarnos contra una pared u otro auto.

El vehículo se detuvo frente al colegio de Ricardo. Me bajé de un salto y, cuando estuve a punto de echar a correr, la mujer me interrumpió:

⸺¿No piensas pagar o qué?

Metí las manos en mis bolsillos, tan vacíos que daban lástima.

⸺No, lo siento.

No le di tiempo para responderme. Extendí mi tentáculo hasta el muro y, con la expresión más arrepentida que pude mostrar, dejé que me elevara hacia el borde. De pie, vi cómo la mujer se quedaba boquiabierta para, después, mover la boca para formar dos palabras silenciosas: el Mensajero.

La ignoré y contemplé el panorama frente a mí.

Al igual que en el banco, el colegio estaba salpicado de llamas y de muchas aulas brotaba humo. Los estudiantes corrían por doquier hacia la salida, bloqueada por una piedra gigantesca. Se apiñaban en torno a ella, la golpeaban o se envolvían en peleas entre sí. Quise gritarles para que se calmaran, pero mis palabras carecerían de efecto. La ventana de un aula explotó en mil pedazos y por ella cayó un hombre vestido de traje, aparté la mirada antes de contemplar su destino. Cuando fue seguro que había caído, volví a observar. Por el agujero de la ventana asomó la cabeza de un oso. Era completamente negro y me fue imposible identificar el material del que estaba hecho; quizás fuese alguno sólo presente en la realidad.

Ya no tenía tiempo para dudar; más gente moriría. Tampoco me daría el lujo de esperar a mis amigos. Mi tentáculo se pegó a la pared del bloque en donde se hallaba la bestia. Mientras volaba, los gritos de ayuda disminuyeron hasta convertirse en un murmullo lejano. Me faltaban pocos metros para llegar a la ventana. Despegué mi tentáculo y me impulsé hacia el agujero, dispuesto a llevar a cabo una entrada triunfal. Creí que iba a aterrizar de pie, pero resbalé y me di de bruces contra el piso.

MetaficciónWhere stories live. Discover now