CAPÍTULO XX-VLEICK

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Joseph tiró de mí sin conseguir más que hacernos caer a ambos. Una nube de polvo me provocó un acceso de tos mientras me encontraba boca abajo. No me levanté, no cuando aún me aferraba a un Joseph moribundo. Me arrastré hacia él, que yacía de costado y cubierto por una fina capa de polvo. Su sangre manchaba el suelo. Sin dejar de toser, cuando me encontré a unos centímetros de él dije:

⸺¿Joseph? ⸺Mi propia voz me sonó ridícula.

⸺Vleick... Creo que... debes... salir... de aquí.

Negué con la cabeza.

⸺No sin ti. Vamos, salgamos por la ventana.

⸺¿Es que no lo ves? ⸺Señaló al frente con un tembloroso dedo índice.

No había ni rastro de Franco, pero sí de un rinoceronte gigantesco hecho de piedra, cuyo cuerno había quedado atorado en las vigas del techo. Con cada forcejeo, en el techo se expandían las grietas y, tarde o temprano, acabaría derrumbándolo todo y aplastándonos. Aquello no me convenció de dejar a Joseph; por el contrario, me juré a mí mismo que no saldría sin él.

⸺Mientras esté atrapado podremos salir.

Joseph tosió sangre.

⸺Ni siquiera puedo... pararme.

Rodeé sus hombros con mi brazo.

⸺Vas a venir conmigo quieras o no.

⸺Pero la ventana...

⸺Ya veré yo cómo te saco.

⸺Soy más pesado que tú.

⸺¡Deja de poner excusas o vamos a morir los dos! ¿Quieres matarte antes de que hayamos intentado salvarnos?

Por el suspiro que soltó, me dejó en claro que tenía muchas cosas que replicar; sin embargo, apoyó la palma de la mano en la pared y, con mi ayuda, reunimos el impulso suficiente para que ambos nos pusiéramos de pie. La espalda me dolía por el esfuerzo de cargar con él, pero apreté la mandíbula para sofocar aquello tanto como me fue posible.

El rinoceronte se paró sobre sus patas traseras y tiró hacia atrás. Las vigas debían de ser muy resistentes, pues, aunque se doblaron, no se rompieron. Nos hallábamos a muy escasa distancia de la ventana. Todavía pensaba en otra alternativa para sacar a Joseph. Busqué con la mirada alguna otra salida, algo como una puerta muy oculta que no hubiésemos visto. La lisa superficie de las paredes se burló de mí.

Nos detuvimos junto a la ventana y el rinoceronte gruñó. Había liberado ya parte de su cuerno. El apoyarse sobre sus patas delanteras le estaba dando un muy buen resultado a la criatura.

Y uno muy malo para nosotros.

⸺Ya no puedo ⸺dijo Joseph entre jadeos y de su boca brotó un poco más de sangre.

⸺¡Claro que puedes! ⸺chillé⸺. Es más, vas a ir primero.

Joseph abrió mucho los ojos.

⸺Del mismo modo en que entramos ⸺continué⸺. Te empujaré.

El muchacho se derrumbó y, si no me apartaba a tiempo, me habría llevado con él. Un chirrido me reveló que el rinoceronte estaba a punto de liberarse. Cuando sucediera, nuestras probabilidades de escapar ya no existirían. No quería morir como un mártir, saldría vivo de allí. Con Joseph.

MetaficciónWhere stories live. Discover now