CAPÍTULO VIII-VLEICK

31 4 11
                                    


Había llegado el momento de ayudar a Ricardo. Cada golpe venía acompañado de crujido preocupante y, si no actuaba pronto, acabaría inconsciente... o aún peor. Raised les había ordenado mantenernos con vida, aun así, dudaba de las capacidades mentales de Brandon para recordar una orden tan simple. Mi tentáculo voló hacia el chico con tal rapidez que los demás no tuvieron de otra más que apartarse para evitar el golpe. Golpeé al muchacho en el rostro, hubo un sonido similar a un latigazo y acabó en el suelo, con la mano sobre el lugar del impacto. Cuando la retiró, sus dedos estaban salpicados de manchas rojas. La herida en su mejilla no era muy grande, sin embargo, debía arderle con fuerza.

Ricardo se había ganado unos cuantos moretones, no los suficientes como para impedirle correr unos cuantos metros antes de que el grupo de chicos se pusiera frente a él, obstruyéndole el paso. Papá se quedó inmóvil, aguardando un castigo.

⸺¡Déjenlo en paz! ⸺bramó alguien.

Un hombre de edad avanzada caminaba hacia nosotros con la ayuda de un bastón. El resto de personas en la calle no hacía más que observar. ¿Era mi impresión o la mayor parte de la gente estaba acostumbrada a ser una simple espectadora? Todos nos habíamos quedado impactados ante tal muestra de valentía por alguien que se encontraba en una condición incluso peor que la mía. Aquella era mi oportunidad para hacer que uno de mis tentáculos se pegase a un muro y me transportara a una distancia segura. Decidí dejarlo pasar, pues no dejaría a papá allí.

El anciano, una cabeza más bajo que Josué gracias a la curvatura de su espalda, se colocó frente a él con actitud desafiante. Josué lo observaba igual que a un parásito.

⸺Quítate ⸺gruñó.

⸺No sé qué están haciendo, pero como mínimo merecemos una explicación.

Josué cerró los ojos y puso la expresión de alguien que ya no soporta a un niño pequeño demasiado preguntón.

⸺Estos dos desafiaron al Mensajero.

⸺El Mensajero es un estúpido.

La frase flotó en la calle igual a una potente bomba que acababa de explotar. Intenté zafarme de la chica que me aprisionaba; al anciano no iba a ocurrirle nada bueno. Ella se limitó a agarrarme con más fuerza. Volví a lanzar mi tentáculo, pero fue tarde: Josué sacó un cuchillo de su cinturón y lo enterró en el pecho del anciano al tiempo que mi tentáculo impactaba contra él. El muchacho gruñó y cayó rodando. El anciano retrocedió un par de pasos antes de rodar los ojos. Estaba muerto.

⸺¡No! ⸺chillé.

Josué no había recibido un golpe tan fuerte como Brandon y ya se incorporaba de nuevo. Escupió al suelo y, tras lanzarme una mirada asesina, se dirigió al grupo de gente que, horrorizada, se veía incapaz de correr por sus vidas:

⸺Esto es lo que les pasa a quienes se oponen al Mensajero. Si estos dos están vivos es porque reserva planes para ellos. Él manda aquí, ¿entendieron?

Un atisbo de esperanza acudió a mí cuando cinco hombres uniformados dirigieron sus pistolas hacia los muchachos. Uno de ellos me apuntaba. Imaginé que los tentáculos no ayudaban a causar una muy buena impresión. Los retraje para calmarlo, aunque empezó a temblar y supe que aquello no había servido de mucho.

Nadie dijo nada; poco podían hacer ante cinco armas de fuego.

⸺Recibimos una llamada indicándonos que estarían aquí. ⸺Se trataba de un hombre de gran estatura, hombros anchos y sin un pelo en la cabeza, en las mejillas, el mentón o en los labios. Supuse que era el jefe. Su control sobre sí mismo era excepcional, pues no se me ocurría cómo alguien luciría tan calmado ante una situación así. El resto de los policías ya se habría marchado si la decisión hubiese dependido de ellos.

MetaficciónWhere stories live. Discover now