CAPÍTULO VII-RICARDO

54 5 9
                                    


Nos escondimos en la primera aula que encontramos. Fue un poco decepcionante que, por mera casualidad, acabáramos encontrándonos en el mismo sitio después de seguir caminos separados. Ya no había tiempo para otra jugada que evadiera al azral, por lo tanto, no nos quedó de otra más que sentarnos detrás del escritorio del profesor y esperar. Las palabras de Raised y Vleick nos llegaban con total claridad desde el patio. Nada de lo que decían me tomaba por sorpresa; era como si estuviese escribiendo sus diálogos o creándolos en mi cabeza.

Mientras oía a Raised, me sentí insignificante. Yo había creado aquellos poderes guiados por las reglas que yo mismo escogí (las que me permitiesen una mayor cantidad de acciones y, al mismo tiempo, me impidiesen recurrir a sucesos sacados de la manga para salvar a mis personajes). Y, a pesar de eso, era incapaz de plantarles cara. Sabía cómo vencer a un azral y, sin embargo, carecía de la fuerza suficiente para intentar cortarle la cabeza sin morir en el intento. Los hechiceros de sangre eran inútiles en combate sin sus acólitos, pero ¿cómo haría yo para vencerlos si contaban con fuerza sobrehumana? No tenía la rapidez necesaria para evitar que los tentáculos me estrangularan si Raised así lo deseaba. Ante un arma creada a partir del fuego estaría perdido. Por suerte no dominaba la hechicería de bruma.

Me miré las manos. ¿Y si inventé gente con poderes para disimular ante mí mismo que era un inútil? Lo descarté, pasé mucho tiempo en la piel de Vleick, un hechicero que era muy poco capaz de controlar su magia. En el fondo, yo también envidiaba a aquellos hábiles brujos provenientes de mi imaginación.

Negué con la cabeza mientras Raised acusaba a Vleick. ¿Por qué no me di cuenta del monstruo que creé hasta que me enfrenté a él?

⸺Hagan justicia en mi nombre.

La última frase me dejó helado. Raised prosiguió:

⸺Vleick, el chico que acaba de enfrentarse a mí, debe permanecer vivo igual que Ricardo. Imagino que habrá compañeros de ellos entre ustedes y sabrán reconocerlo. Me da igual lo que hagan con los otros dos; no me sirven de nada y no son más que viles ingratos.

Los tres intercambiamos miradas. Traté de que mi expresión bastara para que se dieran cuenta de la urgencia de un plan. Daniela y Joseph no decían nada, supe que estaban tan perdidos como yo. Si salíamos por la ventana y corríamos teníamos oportunidades de salvar nuestras vidas; sin embargo, Vleick se hallaba en el patio rodeado por más de cien estudiantes. No escaparía de ellos. Además, escuché el ruido semejante a un chasquido propio de los tentáculos al ser cortados.

⸺Me quedaré y ustedes huirán ⸺dije⸺; a Vleick y a mí no nos van a matar.

Joseph me agarró del hombro y me sacudió.

⸺Oye, no pensarás que vamos a abandonarte, ¿o sí? Eres nuestro amigo.

Daniela asintió. ¿Por qué lucía tan calmada?

⸺Si Ricardo va con nosotros va a ser imposible que nos libremos de ellos, pero si deja que lo atrapen nos iremos sin más. Y, antes de que me reclames, eso nos da la oportunidad para planear un rescate con más tiempo. Y créeme, Raised se encargará de que todos sepan dónde están esos dos.

Joseph la contemplaba como si le hubiera sugerido apuntarse una pierna. (Por supuesto, a efectos prácticos, era una petición más o menos similar el decirle a alguien que abandonara a su amigo).

⸺¿Y por qué no rescatamos a Vleick los tres? ⸺Joseph usaba ese tono cuando quería gritar hasta quedarse ronco.

⸺Porque no nos van a dar tiempo. Sé cómo rescatarlos, pero necesito algo de tranquilidad y, si vamos con Ricardo, no nos la van a dar.

MetaficciónWhere stories live. Discover now