EPÍLOGO

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No quería oír más la voz de Daniela; cada palabra suya hacía que me dieran ganas de quedarme. Luchaba para que la maleta llena de ropa no se me cayera mientras ella me suplicaba que no me marchara.

⸺No va a pasarte nada, Ricardo ⸺me dijo.

⸺Los seguidores de Raised ya han intentado matarme. ¿No te lo conté? Piensan que soy el responsable de su muerte y es cierto.

⸺¡Estás dejándome sola! ⸺chilló.

Una anciana que pasaba por la calle en ese momento dejó de caminar distraídamente para fijarse en nosotros. El peso de su mirada me estremeció. De seguro estaría al tanto de quién era y, si no me atacaba, se debía a que su capacidad física se lo impedía. O, quizás, estuviese en verdad de mi lado. ¿Habría formado parte de esa silenciosa resistencia a Raised?

⸺¿De qué hablas? ⸺pregunté.

⸺Vleick se marchó, tú también ¡Y Joseph está muerto!

Trastabillé. Aquella frase había estado presente desde la caída de Raised, una semana atrás. Había asistido a su funeral, pero fui incapaz de permanecer en el entierro. Sufrí un colapso cuando su tumba ingresó en aquel mísero agujero en la tierra. Mi mejor amigo no podía hallarse adentro y, sin embargo, así era. La certeza me golpeó de tal modo que vomité y perdí el conocimiento. Los últimos días habían sido una vorágine de caos y no recordaba un momento en que fuese feliz. Todos los días me atormentaban los cadáveres de decenas de desconocidos. Y de Joseph. Y de George.

Dado que no podía escribir y era incapaz de concentrarme en un libro, me pasaba largas horas contemplando el techo. ¿Y si acababa con todo? Las posibilidades se abrían en torno a mí como un abanico: un disparo en la cabeza, una sobredosis de pastillas, una soga en torno a mi cuello. No tenía el valor para levantarme y buscar alguna de esas cosas. Cuando volvía a la normalidad, me preguntaba qué mierda estaba haciendo. Dejaba de pensar en el suicidio de inmediato, pero ocurría con tanta frecuencia que me daba escalofríos. ¿Y si, de pronto, me invadía el impulso de acabar con mi vida? Cuando me encontraba un poco mejor de ánimo era consciente de que no quería morir y, sin embargo, aquello se desvanecía con una fragilidad impresionante.

Me armé de valor para contestarle a Daniela:

⸺Yo también me quedo solo. Sé que estarán mis padres, pero te voy a extrañar. Vamos a tomar rumbos distintos. Pasa siempre con los amigos, ¿cierto?

Daniela levantó el puño.

⸺¿Rumbos distintos? Estamos destrozados, Ricardo. Necesitas gente de confianza. ¿Ya le dijiste a tus padres sobre...? Bueno, ya sabes.

Negué con la cabeza. ¿Cómo reaccionarían si les contaba sobre mis pensamientos suicidas? Tenían ya demasiada presión y no quería que cargasen con más. No me rechazarían o me ignorarían, eso seguro. Pero no estaban en capacidades de actuar por ahora y encontrar un terapeuta iba a ser mucho más complicado ahora que el recuerdo de Raises recaía sobre mí. Estaba varado en un abismo profundo y ni siquiera era capaz de ver el final. Si tan solo Vleick o Joseph estuviesen a mi lado, el dolor remitiría un poco.

⸺Ricardo, tienes que hacerlo.

⸺Escucha...

⸺No, escúchame tú. Tus padres no van a juzgarte por eso.

⸺No es eso... Están demasiado presionados ya.

⸺¿Y tú no? Es hora de que pienses en ti. Mierda, Joseph era igual, por eso se llevaban tan bien.

Dejé la maleta en el suelo y le eché un vistazo a mi casa. Mis padres aún estaban adentro. Se habían puesto muy nerviosos después de venir del centro comercial y que mucha gente los señalase como los padres del asesino de su dios. Maldije. Había convertido a Raised en un mártir.

MetaficciónWhere stories live. Discover now