CAPÍTULO XII-VLEICK

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Ricardo no retomó la escritura por el resto de la tarde. A pesar de que habíamos llorado juntos, aún presentía que me ocultaba algo. No tenía pruebas para afirmar eso, pero se trataba de un pensamiento más que insistente. Igual que la certeza cada vez más grande de seguir siendo ficticio. Ricardo dejó de abrazarme y, sin mirarme a los ojos, cerró su libreta y me dijo que nos marcháramos a la cocina.

El corazón me latía muy rápido y no tardé en darme cuenta de que caminaba más despacio de lo que debería. Desde que Ricardo me dijo lo que Joseph sentía por mí, la idea de verlo me ponía nervioso. ¿Cómo sería estar junto a él a sabiendas de que yo le gustaba? En una ocasión, recibí la declaración de amor de una chica cuando estaba en el instituto. La evité durante varios meses y no volvimos a hablar. Había sido muy inmaduro de mi parte y no quería que se repitiese con Joseph.

¿Sería lo ideal afrontarlo? Una parte de mí pensaba que sí, pero la otra me decía que no ganaría otra cosa aparte de incomodarlo. ¿Y si destruía la confianza creciente entre ambos? Alejarme de Joseph era una posibilidad que no me agradaba en lo absoluto. Había una tercera parte de mí, la que por lejos más me molestaba: sugería que, en realidad, sí me gustaba Joseph. Había tenido el impulso de tocarle las manos y me agradaba cuando me daba palmadas; aun así, aquello no era un signo definitivo de nada. Lo único seguro era que disfrutaba bastante de su compañía.

Daniela y Joseph dormían profundamente en los asientos de la cocina. ¿Por qué no se habían ido a sus cuartos?

⸺Es una suerte que Joseph no esté despierto ⸺dije sin pensar.

Joseph abrió los ojos ante la mención de mi nombre. Se sentó y miró de un lado a otro. Tan agitado estaba que no reparó en nosotros.

⸺¿Que yo qué? ¿Quieren secuestrarme? Por favor, les daré dinero. Yo... Esperen, son ustedes.

Ricardo y yo no dijimos nada. Nos habríamos reído de no ser porque ambos pensábamos lo mismo: Joseph estaría maravillado de que volviera a estar con él. Debía ser muy disfrutable estar con la persona que te gusta todo el día. Lo envidiaba, jamás me había ocurrido.

⸺¿Por qué esas caras largas? ⸺Los ojos de Joseph y Ricardo se encontraron⸺. Ah, ya veo. ¿Estás bien?

Ricardo dio un asentimiento que no convenció del todo a nadie. Obligarlo a hablar no daría resultado.

⸺Me alegra que hayan llegado; a Daniela se le acaba de ocurrir una idea genial. Pero está dormida y me da pena despertarla.

⸺¿Y si mejor nos lo cuentas tú? ⸺inquirió Ricardo.

Joseph se encogió de hombros. Ese gesto suyo me daba ternura.

No es momento de pensar en eso, dijo Marta.

⸺Como quieran. Daniela dice que podríamos mejorar los poderes de Vleick usando pistolas.

Me quedé mudo. ¿Cómo no se nos había ocurrido? Mejor dicho, ¿por qué no se le pasó por la cabeza a nadie durante tantos años? Desconocía muchos aspectos de mi mundo, pero sabía que la pólvora y las armas de fuego llevaban existiendo durante más de cincuenta años. Un hechicero de luz con cierta habilidad aprendería a usarlas en combate. Al demostrar su utilidad, serían reclutados para la milicia y más gente desearía entrenarse en la Academia.

Quizás mis suposiciones fuesen demasiado optimistas y pasaban por encima de muchos obstáculos; sin embargo, era posible. Hasta podrían usarnos como ataque aéreo.

MetaficciónWhere stories live. Discover now