Capítulo XVIII

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Calor, calor, calor. Siente que está durmiendo en una cama que se consume en un incendio. Por más que ha hecho volar las sabanas y las almohadas, no puede hacer mucho más. No puede levantarse de la cama. Oh ni siquiera está despierto del todo. Gimotea, del dolor. Del agobio.

El pecho le oprime, sensación de la que está familiarizada. Siente que no hay aire en sus pulmones. ¿Así moriría su cuerpo?

Mientras que se alejaba más y más de su poca conciencia, imágenes y voces llegaron para distraerlo.
Ruido, ruido acuoso. Dolor, se siente apresado. No siente las piernas por más que estas están firmes. Cada una puesta en los apoya brazo... apoya brazo de un trono. No, de el trono. Sus manos bien agarradas de sus rodillas. La imagen ahora es clara, él se está moviendo. Y de su boca sale su aliento cálido.

Lo reconoce, es un recuerdo. Vuelve a vivir la asfixia de su collar siendo tirado hacia tras de vez en cuando. No le impide seguir gimiendo.

Por que está cabalgando la verga de su padre. Él no se mueve, Sesshomaru lo hace.

Lo ha recordado como su padre... y esto lo hace avergonzar. El ardor de la vergüenza se justifica en su rostro aunque Inu No Taisho no pueda verlo. Quiere detenerse pero no puede, no puede. El placer es mucho más grande que su cuerpo. Los profundos gemidos del hombre debajo de él tampoco ayudan en esto. Solo le provoca cosquillas en su parte baja.

No lleva nada puesto más que su collar, están solos en el salón principal. Con la incertidumbre ansiosa de que alguien, quien sea, pueda entrar en cualquier momento y descubrirlos en tan comprometedora situación. Por eso solo que quiere que acabe rápido.

Se mueve, busca la liberación. Se contonea de un lado a otro, guiándose por los gemidos del mayor. Quien respondió sosteniendo su cintura, apretandola como una masa, ahora es el titiritero a cargo de su marioneta.

─ ¡Ah! ¡Ah!

─ Mmn... ¿La perrita se siente bien, verdad?

Si, recuerda eso, recuerda sordo por el placer asintió desesperadamente la cabeza. Se siente lúcido en este  sueño ahora, no se atreve a responder. La voz se reproduce con todos los lujos de los detalles.

Inu No Taisho había tomado el pene del chico, el que se movía libre sin control, inevitablemente erecto por las estimulaciones. En ese momento lo había apretado con fuerza desmedida, Interrumpiendo su placer, reemplazandolo con dolor.

Tú, tú naciste con el género equivocado. ¡Tenías que ser una niña! Mi perrita. Mi muñeca. Mía. ¡Eres mía!

¿Porqué ignoró eso en cuanto lo escuchó?

Recuerda que entre lágrimas suplicó que siguiera, que le permitiera correrse. En este sueño no lo hizo, pero el recuerdo no cambió. Siguió su curso.

Se horroriza cuando ve que se corre, sin su propio consentimiento. La semilla blanca sale y Sesshomaru no siente nada al respecto.

Ohh~ cariño, tu vagina me está apretando.  Me correré dentro de ti. ¡Ábrete, Ábrete para tu amo!

Es una pesadilla, una pesadilla que está fuera de su control.

De nuevo esa horrible sensación, las miles de manos tocandolo, como si fuera un objeto el cual sólo sirve para ser tomado. Calor, tibio, frío, frío, frío.

Sesshomaru despertó.

Y se dio cuenta que estaba en el baño del cuarto. Sostenido por sirvientas que seguían las órdenes de una mujer mayor. Que pronto reconoció como la médica bruja Fukuro.

Lo estaban bañando con agua helada, se detuvieron cuando comenzó a moverse por sí mismo. Estaba sentado en la bañera, sin nada de ropa puesta. Incluso su collar no estaba. Una vez que la conmoción pasó, miró a Fukuro con desconfianza.

─ Estabas ardiendo en fiebre. A tal punto que no podías despertar ─ explicó. No hizo que Sesshomaru se sintiera más relajado.

No con tantos ojos mirándolo fijamente, mirándolo con horror, con lástima.

─ ¿Cómo te sientes?

─ Cómo la mierda.

─ Sigues siendo un inmaduro. ─ La mujer ordenó a sus ayudantes que se retiraran luego de dejar la habitación en condiciones.

En cuestión de minutos quedaron solos. Ella dejó que se vistiera en privado, luego de que este no aceptara ayuda de ningun modo.

Salió del cuarto de baño mientras se acomodaba el collar, aun así estuviese mojado por haber quedado tirado por ahí. Su rostro tan serio, tan altivo, con el mentón en alto, como si así pudiera conservar su inexistente dignidad.

Esa mirada llena de desprecio no estaba dirigida a ella, lo sabia. Le recordaba mucho al joven Sesshomaru de hacia muchos años.

Le daba gusto saber que la medicina que le recetó fue eficiente para limpiar su sistema nervioso. La otra parte que le llamaba la atención era la repentina fiebre sobrenatural que lo había atacado.

Un período de celo. Un celo que no debía ocurrir al estar sellado. La médica tenia toda una teoría formulada en su mente, de ser cierta, podría significar algo muy grande.

─ ¿Recuerdas algo? ¿Antes de caer inconsciente?

Además de ver la cara de idiota de Inuyasha cuando se desmayó frente a él, no, no recordaba nada más. Nada más aparte de la pesadilla. Negó con la cabeza mientras se secaba el cabello.

El plan en su mente se estaba viendo muy afectado por sus sentimientos. Asco, miedo, absoluto arrepentimiento. No cree poder soportar más la humillación.

Entonces la mujer a su lado habló, habló y rompió el silencio. Calló su mente, sus oídos escucharon. Claro, ahora las cosas tenían sentido para él.

Se aferró a esa idea, esa posibilidad.
Una nueva motivación para continuar. Se regañó a sí mismo por impacientarse cuando solo habían pasado unos días. Si esto le llevara años, no importaría. Justo como lo hizo Inu No Taisho.

─ ¿Has escuchado alguna vez el dicho que dice que los ojos son las ventanas al alma? Pues tus ojos ahora mismo revelan tu sed de sangre y venganza. Ten cuidado con eso.

─ Lo tendré.

Cuando la anciana se fue, el silencio reinó en aquella habitación, solo acompañado por las luces cálidas de las velas encendidas.

Vestido, se sentó frente al tocador. Fukuro tenía razón, pensaba en ello mientras se cepillaba el cabello, cerró y abrió los ojos varias veces. Recordó cosas, cosas que le afectaban, su mirada cambió, aunque no por dentro. Recordó a su madre. Las pocas veces que convivieron juntos.

Y la última vez que la vio, que la vio con vida. Tan pequeño para entender, tan inmaduro, tan inocente. Su madre planeaba su suicidio, jamás imagino que su madre deseara tal cosa como morir.

Era tan extraño, tan gracioso, como después de tantos años comprendió. Lo mando aquel bosque de seres espirituales para que lo purificaran, así su cuerpo físico se desvanecería. Sesshomaru moriría allí, su madre estaba confiada en ello. Lo mandó a morir y sin embargo... él sigue aquí.

Rió por eso. Rió mientras unas traicioneras lágrimas se le escapaban. Se rió de sí mismo, jamás se había visto sonreír así. Sus dientes seguían siendo blancos. Que espanto. Un demonio que sonríe no es un buen augurio. Nunca lo es.

Se armó el alboroto cuando los sirvientes escuchan vidrio rompiéndose proveniente de aquella residencia. Más aún cuando Inu No Taisho prácticamente vuela guiado por el olor a sangre derramada.

• El Cruel Príncipe Del Oeste •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora