Capítulo XX

121 15 10
                                    

A las pocas horas del amanecer, Inuyasha se vio obligado a levantarse de su cómoda cama.

Aun con un ojo cerrado, volteó a ver al futón que estaba al lado del suyo.
Escuchaba la respiración calmada de su aún dormido hermano.

Un sentimiento de envidia sana brotó en Inuyasha mientras juntaba todas sus fuerzas para alejarse de su cama.

─ ¡¿Por qué él si puede seguir durmiendo?! ─ gritó internamente. De hacer un solo ruido lo hubiera despertado.

Aun con sus pasos pesados, o sus bajos murmullos, Sesshomaru no dio otra señal de vida.

Si Inu No Taisho dijo alguna vez que dejaría a Inuyasha salirse con la suya, mintió. Dando por resultado torturar a su joven hijo anticipando sus clases y exámenes teóricos.
Inuyasha quería golpear su cabeza contra la pared. Si fuera por él, se haría el tonto y refugiarse entre sus mantas.

Pero no... los mismos guardias se encargarían de escoltarlo hasta la biblioteca donde un senil maestro lo esperaría.

Al salir, se encontró no solo con el par de guardias, si no a su padre ahí.
Pasó rápidamente del asombro a la molestia. Sus cejas lo dejaron en evidencia.

─ ¿Porqué me miras así?

─ ¡Ya! No te hagas... dime la verdad ¿Tú le hiciste esto?

Inu No Taisho sonrió de lado por inercia, mostrando sus colmillos. Reformulando en su cabeza una lista de mentiras y verdades alteradas para argumentar lo que sea que Inuyasha haya descubierto.

─ ¿De qué hablas?

─ ¡De los cortes, que más! Eso no fue un accidente, fue apropósito. Como que alguien quiso lastimarlo. ¿Fuiste tú? ¿Porqué?

─ No, no, no. Te equivocas. Yo no le hice eso. Todo esto es un mal entendido.

─ ¿¡Entonces por qué estaba tan asustado!? ¡Se alejaba de ti! Papá... ¿Qué está pasando?

─ Este... mira, Sesshomaru se lastimó solo. Nadie le hizo daño anoche. Por supuesto olí su sangre y fui de inmediato a verlo. ¡Sabes! Cheri y Tsuin estaban auxiliandolo cuando llegué. Son testigos, puedes ir a preguntarles si gustas.

Cheri y Tsuin eran gemelos demonio perro. Pero no eran de la misma especie que la familia Taisho. Eran de menor rango, y para especificar eran labradores. Una cualidad especial por la que se destacan es que no pueden mentir: pero pueden optar por guardar silencio.

La naturalidad con la que hablaba su padre casi logra convencerlo, un noventa por ciento de hecho. Todavía podía oler su nerviosismo aún cuando hablaba con tanta seguridad. ¿Por que Sesshomaru se lastimaría así mismo?

─ ¿Sabes lo que es un ataque de pánico?

─ No.

─ Bueno, es cuando una persona... siente inseguridad irracional de repente. No logra respirar bien, suda demasiado por la ansiedad y se asusta por nada. Eso fue lo que le ocurrió a tu hermano anoche.

─ No tiene sentido... ¿Por que le iba a dar eso? ¿Porqué Sesshomaru tendría miedo de algo? ¡Él es un demonio poderoso! ¡Cómo tú!

─ Fukuro me dijo que pudo ser ocasionado por acumulación de estrés. Quizás Sesshomaru solo está extremadamente cansado. Ya sabes, estar expuesto al exterior donde los enemigos están en cada hoja de cada árbol... significa estar alerta todo el tiempo. Imagina lo poco que ha dormido... si es que acaso pudo dormir. Él es muy joven, aún no es un adulto.

Aquel discurso inventado sobre la marcha si logró al menos tranquilizar a Inuyasha por el momento. Si, lo que su padre le decía tenía mucho sentido. Explicaba por qué Sesshomaru se la pasaba durmiendo.

... ¿No se supone que debería estar relajado en su casa? ¿Porqué le tendría miedo a su padre? ¿No se supone que debería sentirse protegido?

─ ... si entiendo pero como que al mismo tiempo no comprendo... ─ Dijo Inuyasha mirando al suelo, hasta que sintió la mano de su padre en su hombro.

─ Yo tampoco comprendo que le está pasando a Sesshomaru ¿pero sabes? Solo tenemos que darle su espacio, no presionarlo y verás que estará bien. Simplemente... no creas que no me importa. Él me preocupa mucho.
Solo deseo su bienestar.

El joven príncipe no tuvo otra opción más que tragarse aquellas palabras y  todo pensamiento. Si quizás su padre estaba en lo correcto y él era un joven tonto que simplemente no lo entendía. Pasó el día metido en la biblioteca casi durmiendose sobre los mapas y pergaminos.
Para cuando tuvo un Receso no olvidó ir a interrogar aquellos gemelos.

Ambos le confirmaron sus sospechas iniciales. Nunca se había alegrado tanto de estar equivocado. Si acaso su padre fuera capaz de algo así ¿Qué haría él? Decidió descartar el asunto, de todos modos ya no tenía caso pensar en cosas absurdas que posiblemente no iban a ocurrir. Su padre lo dijo bien claro, solo estaba dejando que Sesshomaru se recuperará por su cuenta y quizás si tenía sentido. Alguien con tanto orgullo como Sesshomaru le habría pedido a padre que no interfiriera. ¿No?  ... aun todo le parecía muy extraño.

Al atardecer estaba muerto de cansancio. Aun cuando decía no tener suficientes energías su maestro insistía que sólo estaba siendo holgazán. Su cama, deseaba ir a tirarse a sí suave camita. Y que está lo recibiera gustosa. Si, su cama era la única que lo entendía.

Abrió la puerta de su habitación, la cerró detrás de sí, y se estiró bostezando antes de percatarse que algo estaba muy, muy, mal. 

Sesshomaru estaba despierto, para su sorpresa. Para una sorpresa mayor, había un bulto de sabanas y mantas enrolladas sobre la cama de Inuyasha. Observó la escena por algunos segundos antes de mirar a Sesshomaru. Su nariz se arrugó una vez que detectó un olor a quemado.

─ ... Yo ─ Sesshomaru carraspeó. Se le caía la cara de vergüenza.

─ ¿Qué le pasó a mi cama? ─ Inuyasha preguntó con mucha angustia.

─ Lo lamento, no fue adrede.

─ ¿Qué no fue qué? ─ Preguntó mientras se acercaba y deshizo el nido de telas, descubriendo que no era precisamente quemado lo que olío.

Ácido... veneno, veneno ácido.

Sabía que era esto, era el veneno natural que salía de los demonios, específicamente de la especie de su padre y hermano.
Él no lo poseía ni tampoco era tolerante al ser mitad humano.

─ No fue mi intención...

─ Ya lo sé ─ dijo desanimado, con lo mucho que quería recostarse. ─ Pues ni modo, hay que sacar esto de aquí.  Iré a llamar a-

─ ¡No! ─ Sesshomaru lo interrumpió.

Inuyasha miró a los ojos dilatados de Sesshomaru, estando más cerca, notó más detalles. Estaba sudando, mientras que su pecho subia y bajaba cada vez más rápido. Recordó las palabras de su padre. Y tuvo miedo de que sufriera otro ataque. No sabria que hacer.

─ Hey, está bien, está bien. ─ repitió. ─ Tranquilo, hermano.

Sesshomaru logró cambiar su expresión cuando Inuyasha lo llamó tan familiar. Y el príncipe creyó que eso era un avance.

─ ¿Porqué no quieres que llame a alguien para que limpie esto?

─ No quiero que lo sepa nadie. Nadie. Mucho menos tu padre. No debe saberlo.

─ Si, si. ─ Inuyasha creyó que su hermano mayor sentía vergüenza y no era para menos. ─ Pero ¿que vamos hacer?

─ Te voy a pedir que lo saques tu mismo. Y que no te vea nadie.

─ ¿Y que se supone que haga después?

─ Hay calderas en la planta baja del ala noroeste. Si es que siguen ahí todavía.

Inuyasha lo pensó por unos momentos.

─ ¿Donde trabaja el viejo calvo y bigotón?

─ Sí.

─ Ah ya sé donde es. ─ el príncipe sonrió.

• El Cruel Príncipe Del Oeste •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora