La maravillosa vista del esclavo usando su boca para complacer el gran falo de su amo, era lo suficiente como para empujarlo hasta el clímax de este rápidamente.
Dejando salir gemidos graves y profundos, Inu No Taisho toma el control de su propio pene para masturbarse apresurando su ansiado orgasmo.
Por accidente, una de las sirvientas en fila mira de reojo el biombo, dónde del otro lado aquel obsceno sonido se origina. La imagen gracias a los cielos no es explicita gracias a que es muy tenue, sin embargo no deja nada a la imaginación porque de todos modos, se puede admirar la silueta del joven de rodillas contra la gran bestia que lo escupe en la cara.
La imagen es fugaz pero muy fuerte, al menos para una inocente mujer donde es para ella un tabú todo lo relacionado al sexo. Cómo todas las obligadas a esperar allí a su desvergonzado señor.
Cierra los ojos con fuerza al contener hasta su respiración, con tal de no llamar la atención de nadie. Esto es muy vergonzoso en verdad. Teme que el sonrojo que se apodera de su rostro le traiga problemas, pero al menos no es la única.
Todas dan un respingo del susto cuando sin previo aviso, Inu No Taisho sale detrás del separador de habitación.
─Ah. Jaja. ─ él se ríe nerviosamente. ─ Hicimos un desastre aquí. ¿Pueden dejarlo como estaba? ─ el muy sádico pregunta como si no fuera el maldito dueño de todo y todos.
─ ¡Por-por supuesto que si! ─ luego de tragar saliva, la líder del grupo casi tropieza con sus palabras. ─ Déjelo en nuestras manos. ─ termina de decir, más calmada.
─ Perfecto. ─ Inu No Taisho sonríe. ─ Esperaré afuera.
Cuando el lord se va, las damas deben enfrentarse a un tranquilo Sesshomaru, a pesar de que este tiene restos de semen en todo su rostro.
Al pasar los minutos, el esclavo está limpio y maquillado, tal y como estaba antes según las ordenes del amo. Satisfecho con el resultado, Inu No Taisho engancha una correa metálica al collar de su esclavo.
Sesshomaru sigue callado. Cómo si realmente fuera un cuerpo vacío. El mayor no dice nada al respecto, hasta comprende que seguramente el chico sigue en shock.
Ellos pasean por el castillo en dirección a las oscuras mazmorras, Inu No Taisho caminando por delante mientras su mascota lo sigue mediante la correa.
Solo el ruido tintineante de la correa metálica es lo que se escucha entre ellos.
A pesar de recorrer aquellos lugares testigos de los horrendos traumas que causó a ese chico, Sesshomaru ni siquiera hace ruido al respirar.
Imaginar que hace solo un día estaba gritando de la manera más desgarradora. Inu No Taisho no puede evitar que la comisura de sus labios se levanten en una pequeña sonrisa gracias al recuerdo.
En esa ocasión, había dejado que gritara hasta llegar a su punto máximo. Quería saber hasta donde podría llegar antes de intervenir.
...
─ ¡NO! ¡NO! ¡NO LO METAS! ¡NO LO METAS!
Los alaridos de Sesshomaru se oían más fuertes y desesperados que nunca. Tanto que casi hacen tenerle una pizca de lástima en Inu No Taisho. Ahí fue cuando se decidió en que sería suficiente.
Rápidamente, antes de que fuera tarde, había hecho su entrada a la mazmorra. Con un ataque de sus garras venenosas en forma de látigo, hirió la espalda del gran cerdo que apresaba a su esclavo.
Por supuesto que sabía lo que su subordinado Chugoku estaba haciendo y quería hacer con Sesshomaru. Por supuesto que le asqueaba que un ser tan repugnante tocara lo que era suyo, sin embargo lo permitió con tal de realizar un experimento.
El demonio cerdo chilló antes de caer de costado gracias al repentino ataque, dejando libre al muchacho que sometía con su peso.
Ese maldito, ese... asqueroso. La peor peste del mundo, eso era. No había cosa peor para Sesshomaru que el vomitivo Chugoku.
Cuando se le quitó de encima, sintió un verdadero sentimiento de alivio luego de tanto tiempo.
El desgraciado cerdo le había dicho que por más que gritara, nadie vendría en su auxilio aun así alguien lo escuchara. Sabía en el fondo que podría ser una cruel verdad sin más eso no lo desistió de gritar hasta quedar ronco.
Cómo un regalo del cielo, Inu No Taisho había llegado justo a tiempo.
¿Importaba, acaso, que su vista fuera borrosa gracias a las lagrimas acumuladas en sus ojos?
La respuesta era no.
¿Importaba si se arrastraba como un perro herido?
La respuesta, era no.
Inu No Taisho era dueño y responsable todo el daño que Sesshomaru había recibido, por supuesto. Sin embargo, nunca se había sentido tan feliz de verlo. Arrastró consigo no solo su cuerpo, si no también su vergüenza y su alma rota, hasta los pies del Cruel Lord Del Oeste.
El mayor también estaba feliz de ver a Sesshomaru, pero en esas condiciones.
Es todo. Es todo lo que siempre quiso.
Su gran mano acarició la gacha cabeza del más joven tal como se acaricia a una fiel mascota.
En respuesta, Sesshomaru se aferró a su pierna, temblando en el proceso.
El más joven no tenía otra prenda puesta más que un estropeado haori blanco amarillento en ese entonces. Se aferraba de la pierna izquierda de su amo porque su vida dependía de ello.
Mientras, Chugoku prácticamente se había hecho una bolita pegada a la pared de aquella celda. Viendo con terror a los dos peliplateados a solo algunos metros de él. Había sido descubierto sometiendo al esclavo de su gran señor Inu No Taisho.
No saldría vivo de esta y todo por sucumbir a sus más bajos deseos. Tener una vez más al hermoso Sesshomaru era lo que más anhelaba. En aquella oportunidad podría tenerlo sin que nadie lo supiera ya que, se suponía Inu No Taisho se encontraría fuera de las tierras del Oeste.
El muy bruto se dio cuenta que había caído en una trampa cuando vio en el rostro del gran señor, una aterradora expresión de victoria.
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• El Cruel Príncipe Del Oeste •
Fanfic》Cuando todo esté mal, puede ponerse peor.《 ___________________________________ ▪︎ Donde Sesshomaru es el centro de atención. El tema de conversación. Un mágico hechizo sobre él. Una enfermiza obsesión. Y como lo usará en contra de sus victimarios...