Capítulo IV

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El escenario es tan lúgubre cómo los actos de los cuales ha sido testigo todos estos años.

Es imposible que luz natural se infiltre en lo más profundo, debajo de la tierra, donde las mazmorras del castillo están abiertas a la peor miseria.

Iluminados con tenues y débiles velas, allí están.

Sesshomaru sigue vestido, tan bien producido como lo habían dejado hace algunos minutos. No puede evitar estremecerse en silencio cuando ve a su más temido monstruo. Encadenado. Humillado. Fuera de su alcance.

Chugoku está, prácticamente colgando de cadenas desde el techo. Apresado con talismanes del tipo demoniaco, sellando todo poder que pudiera usar el demonio Jabalí para escaparse. Está desnudo, exhibiendose así su asqueroso cuerpo. Sin mencionar el detalle que está vendado dejándolo sin el poder de la visión también como lleva una mordaza de esas especiales, chorreando su saliva en ella.

Esto es lo más repulsivo que Sesshomaru ha visto, al menos, hasta el momento.

Este Sesshomaru no está del todo en sus cabales. Es el resultado de una vida rebajado, humillado, y sabe los cielos cuanto más. La cordura es algo que ha perdido. No, más bien, se la han arrebatado.

Sus ojos perdidos no pueden delatar las escenas vividas de terror que su mente reproduce.

...

La última vez que tuvo sexo con Inu No Taisho, éste último con una sonrisa supervisó que sus sirvientes limpiaran hasta el último trozo de espejo de aquella celda.

─ No me arriesgaré a que los uses para cortarte. ─ explicó, al mismo tiempo que acariciaba el rostro de su mascota.

Por supuesto, este chico había intentado matarse más de una vez, claramente sin éxito. Y para colmo, siendo castigado por ello.

Inu No Taisho había vuelto luego de unos minutos. Para ese entonces Sesshomaru se encontraba solo nuevamente. Desnudo y encadenado, por supuesto.

─ Has sido un chico bueno. Así que traje esto como un premio para ti. ─ dijo, mostrando lo que traía en sus manos.

Nada increíble en realidad, era una prenda vieja y sucia. Un haori usado por quién sabe. Si este fuera el Sesshomaru fuerte, no habría aceptado tal indignante porquería.

Pero no era el caso. Este era un joven bastante roto ya. Tanto física como mentalmente. Quizás hasta un costal de papas servirían para tapar su vergüenza. En silencio, lo aceptó.

─ Últimamente, te has portado bastante bien. Por fin comienzas a entender cuál es tu lugar.

Esas palabras, ese tonito de voz insoportable, lo volvían loco, loco de ira, de impotencia.

Nada pudo hacer al respecto.

Le molestaba en grande, como un piquete de cien mosquitos y aún así no tuvo fuerzas para seguir luchando contra él.

Estaba muy cansado.

Al no escuchar respuesta alguna, positiva o negativa para él, Inu No Taisho probó con dar la orden con la que se divirtió años anteriores.

─ Quiero escucharte admitir que soy tu dueño. Anda, "Le pertenezco al gran InuNo Taisho mi amo y mi señor" dilo así.

Aquel silencio del chico casi que le cuestan la miserable vida.

Ignorando al Lord, se recostó en una pared a la que tantas veces estuvo atado. Esperando sin prisa alguna que el mayor se acercara para atarlo, como era una obligatoria costumbre.

El más joven tuvo que saber que algo malo pasaría, cuando Inu No Taisho cerró la celda y se marchó, sin encadenarlo primero.

No se equivocó.

Al paso de un día, o dos, o tres.

Escuchó que alguien se aproximaba a su oscura celda, alertando con sus grandes pasos y una luz flameante de antorcha.

Esto lo había puesto en alerta ya que ningún sirviente tenía el peso suficiente para hacer oír sus pasos estrepitosamente.

No podría ser algo bueno, no.
No se equivocó, de nuevo.

Con Inu No Taisho ciertas veces se encontró con la desesperación. Pero, esto.

Esto.

Difícilmente se podría describir con palabras.

─ El Señorito Sesshomaru es un verdadero sueño.─ Esas fueron las palabras de Chugoku, despues de haberse colado en la celda del desafortunado Sesshomaru.

¿Para qué? Para abusar de él, simplemente.
Con sus manos tocándolo atrevidamente Sesshomaru no tuvo tiempo de jugar hacerse el indiferente.
Su asco hacía aquella bola de vomitiva perversión era imposible de ocultar.
Nunca jamás permitiría que un ser así haga lo que quisiese con él por más destruido que estuviese.

Sus delgados brazos ciertamente no eran rivales ante la magnitud en tamaño que era Chugoku, igualmente eso nunca fue motivo para desistir de luchar contra él.
Estar libre de cadenas era también una aliviante ventaja. O quizás también preocupante.

¿Ese hijo de puta mandó a que lo violaran?

Realmente cumplía su palabra, cuando decía que siempre podría haber algo peor.

Entonces ¿Tendría que seguir viviendo luego de que esa cosa repugnante se divirtiera con su cuerpo? No, definitivamente no es algo que pudiera aceptar. No viviría luego de ello, era un hecho.

─ Poner resistencia es inútil. Señorito Sesshomaru, ya hicimos esto una vez. ¿Lo olvidaste? Fue el mejor día de mi vida... lo recuerdo como si fuese ayer. Mi polla palpita de la emoción, feliz de tenerte de nuevo.

─ Cállate pedazo de mierda.

─ Te prometo que te haré sentir bien.

Esas palabras le daban muchas pero muchas ganas de vomitar. En conjunto con las manos de las cuales no puede zafarse. Chugoku, harto de no haber logrado contenerlo, de un solo puñetazo en la cara del joven hicieron que este cayera al suelo. Aprovechó esto para tirarse encima de su victima, lo dejó sin escapatoria.

Con su mano libre, buscó a tientas desatar la única prenda que cubría el cuerpo de su presa.
No había cosa que horrorizaba más a Sesshomaru, tanto, que lo hizo gritar.

─ Puedes gritar cuanto quieras. ─ gruñó, arrugando su achatada nariz. ─ De todos modos nadie se atrevería a bajar. Nadie vendría ayudarte.

─ ¡Hijo de puta! ¿¡Él te mando, no es así!?

─ El señor Inu No Taisho se ha ido, no volverá en días. ─ dijo esto con demasiada perversión. ─ Estaremos solos un buen tiempo, mi querido Sesshomaru.

─ Maldito bastardo. ¿¡Entonces no te permitieron venir!? ¡Estás muerto! ─ Sesshomaru amenazó.

• El Cruel Príncipe Del Oeste •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora