• El Cruel Príncipe Del Oeste •

Capítulo XXXXVIII

Esta noche era de esas noches frías por fuera, calientes por dentro. Es increíble las maravillas que puede lograr el calor.

Después de todo, algo debían de aprender luego de más de tres décadas practicando lo mismo. Una y otra vez. Al derecho y al revés. Saber que le gusta al otro, saber que lugares, y como, por supuesto.

Inu No Taisho tenía alguna fascinación jugar con los pezones de su pequeño amante, tal vez. Con una gran habilidad para enloquecerlo y devorarlo, al mismo tiempo. Dejando lugar a dudas. ¿Qué era más excitante? ¿El ruido obsceno que hacía al lamer y chupar o el hecho en sí mismo?

Sus pieles estaban tan calientes, era un gran contraste con el clima real de la habitación. Quizás el aire fresco ayudará a estimular las cosas un poco más. Sesshomaru parecía mantenerse reservado, pero, cuando no podía evitar gemir, lo dejaba salir desde el fondo de su garganta. Y esto, solo animaba al mayor a continuar con muchas más ganas. Con cuidado pero sin perder el toque de erotismo. ¿Es esto a lo que llaman romance?

Sesshomaru, aún en su posición tímida, se dejaba llevar por todo lo que su amo quisiera hacer. Mientras, acariciar su cabeza era una forma de distraerse, con tal de no correrse ahí mismo. Por que si se dejaba llevar, haría un desastre. Requiere de bastante autocontrol para resistirse a tanto estímulos, que ni siquiera podría llamarse acción real.

¿Qué sería de él cuando vayan en serio, entonces?

Realmente pensaba que no vería el sol a la mañana siguiente, por lo menos. Bueno, no es que le importase mucho que digamos, no cuando estaba recibiendo tanto placer.

Hace algún tiempo dejó de importar.

Cuando Inu No Taisho creyó que fue suficiente, soltó a su víctima hecho un desastre en gemidos y temblores. Estaba ya a punto, lo sabía muy bien. No necesitó ni siquiera mirar para terminar de desvestirlo, y con una sola mano, arrancó sus pantalones. Ahora si, su adorado Sesshomaru estaba complicado expuesto. Como había predicho, como sentido, el chico estaba erecto y goteando.

Él cerró sus piernas, por pudor, o por instinto, de todas formas, fue una reacción inesperada. Todo en cuanto Inu No Taisho estaba a punto de ponerle las manos encima. ¿Juega hacerse el difícil? ¿O tiene miedo? El mayor buscó la verdad en su mirada, la cual Sesshomaru le estaba negando.

─ Escuchame, precioso. ─ llamó.─  Mírame. ─ demandó.

Se tomó su tiempo para descubrirse. Sus ojos llorosos por las extremas sensaciones, lo hacían ver más adorable de lo que usualmente parecía. Lleno de éxtasis. Brillaban por sí solos. Y por poco, había dejado sin habla a su amo. Por suerte, pudo buscar en su mente en blanco lo que tenía para decir.

─ Luces completamente hermoso está noche. Siempre eres hermoso. Tú existes para adorarme, pero, por alguna razón, al final eres tú quien termina siendo el protagonista. Mientras que mi propósito es ser tu admirador. El único que necesitas. Y por eso, quiero protegerte. Mis manos solo se usarán para complacerte. Ya no te ocultes, ya no te reprimas. ─ en medio de su discurso, de a poco fue separando las delgadas piernas de su amante. Ronroneando del placer siendo que el joven se estaba dejando llevar.─  Prometo adorarte como se debe. Prometo nunca más causarte otra herida que no mereces. Déjame hacerte mio, dejate llevar. Prometo, que te sentirás muy bien. ─ Logro colar sus manos en la entrepierna de su pequeño amante, comenzando acarciarlo. ─ Quiero ver de nuevo tu lado perverso, que una vez mostraste. Quiero que dejes salir dentro de ti todo tu libido. Prometo hacerlo bien, muy bien. ¿Me aceptarías?

Era demasiado caliente incluso para hablar. ¿Cómo se hacía eso? Parecía haberlo olvidado. Solo atinó asentir con la cabeza, casi con desesperación. Sesshomaru dejo brotar esas molestas lágrimas. Lágrimas de placer. Dejándose hacer por un muy contento y entusiasmado Inu No Taisho.  Un hombre que había logrado el éxito en una nueva conquista. Tan arrogante como si hubiera derrotado a un enemigo poderoso. No necesitó armas ni poderes, sólo su boca y su caliente cuerpo para derrotarlo.