Capítulo XXVIII

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Es una frágil pluma perdida en el viento. Delicada y tan ligera como una, no requiere de mucho esfuerzo para cargarlo entre sus brazos, en estilo nupcial.

Orientarlo a dónde se supone debería ir. Revivir. Darse cuenta del desastre que ha hecho.

Inu No Taisho llevó a Sesshomaru a la habitación del mayor. Donde nadie ha limpiado aún. Debido a la marca de territorio, nadie tuvo el valor de entrar al lugar. Por ello, aún se mantenía justo como Sesshomaru la abandonó.

─ Ahora no me extraña por que me han entregado ropas nuevas. ¿Quién lo diría?  Te has vuelto tan travieso.

Ya estaban dentro de la habitación, con solo dos pares de velas encendidas. El olor a encierro era tan fuerte que incluso una nariz sin olfato desarrollado como el del menor lo podía oler. No pudo negar que lo que había hecho, tampoco pretendió defenderse.

─ Es claro para mí que es un llamado de atención. Aunque no te atrevas a decirlo con palabras, esta es una singular forma de expresar... cuanto deseas a tu amo.

Sesshomaru volvió a estremecerse, su palida piel pronto tomó rojo calor, dando como resultado el pintarse de rosa, en especial en sus mejillas.

Él luce más perfecto que nunca, quiere estrujarlo, quiere romperlo, quiere hacerle tantas cosas. Quiere fundirse en el más lujurioso pecado con él. Sabía que no debía de perder el control si quisiera que la llama nunca más volviese apagarse. Necesitaba que el otro quisiese dejarlo pasar, necesitaba que el otro lo quisiese, de hecho. Necesitaba no dañar la paz en su mente. Necesitaba convertirse en esa paz, en el refugio.

Es un embriagante delirio, con un pie en el paraíso, con el otro pie en el abismo del infierno.

Lo tuvo Boca abajo en su cama, por primera vez. Sintió el escozor en todo su ser, los temblores por querer ir a prisa. Tienen toda la noche, no hay por que apurarse. Inició el recorrido por esa joven piel a besos y caricias. Despacio, quitando el estorbo en forma de tela de su camino, tortuosamente lento. Esa delgada espalda pronto dejó de estar fría.

Al llegar más abajo, se encontró desabrochando uno a uno los botones del corset. Deslizándose fuera de la zona. Inu No Taisho besó las rojizas marcas que dejó la apretada prenda en aquella cintura.

Se toma la dedicación de apreciar las curvas. El hipnótico efecto, solo hacían parecer que sus caderas eran  más grandes. De nuevo, besó la nuca  de Sesshomaru. Luego, bajó como una cascada, recorriendo el camino con su lengua, hasta llegar al final. Ganándose unos reprimidos temidos.

Levantó la vista. Pudo apreciar tan bella imagen. Su amante aferrado a las sabanas, temblando por las sensaciones. El placer. Si. Eso busca. Su pequeño amante aún se resiste. Quiere que se libere. Quiere liberarlo.

Con él, no necesita de forzar para darlo vuelta. Su bien atendida espalda ahora estaba pegada a las sabanas, ahora podrían verse frente a frente. Aun lo notó tímido, con la vergüenza florecida en su mirada.
Se deleitó con la imagen, una vez más. Ni siquiera la más bella de las pinturas se comparaba. Nunca jamás. Era perfecto, era tan perfecto que era digno, digno, digno de apreciar para toda la eternidad.

Sesshomaru era la viva definición de la perfección. Era el significado vivo de la belleza.

Quería que esos ojitos brillosos lo mirarán con tanto anhelo, con amor. Con llamas.

Inu No Taisho Se descongeló en unos instantes, recordando cuales serían sus siguientes movimientos. Abrió las piernas de lado a lado, exhibiendo toda su naturaleza. Quedó encantado con el resultado, la entrepierna de ese chico había reaccionado a los estímulos.
Cuando lo tomó con sus manos, la burbuja en Sesshomaru se rompió.

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