Capítulo XIX

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Ya era bastante tarde en la noche. La figura de Sesshomaru estaba de rodillas sobre el espejo del tocador roto. Su mano derecha sangraba por los cortes en sus nudillos por el impacto, luego su ante brazo izquierdo por un par de cortes profundos. Hechos a propósito.

Antes de que Inu No Taisho pudiera llegar, los sirvientes cercanos lo mantenían quieto, luchando por alejarlo de los cristales. Sesshomaru no poseía la suficiente fuerza para derribar a más de cuatro personas.

Gimoteaba de decepción al no poder llegar hasta tu actual objetivo. Fue sacudido por los hombros, al levantar la cabeza vio el rostro consternado de Inu No Taisho.

─ ¡Dejame! ¡Dejame! ─  Exclamó mientras trataba inútilmente de safarse del agarre en lo que el amo y señor examinaba las heridas.

Cortes hechos al azar pero que no eran inofensivos si acaso no los trataban a tiempo. Incluso la tez de ese chico se había puesto pálida.
Ignorando sus torpes intentos de alejarse lo cargó como un costal de papas a su hombro y se dirigió a la casona de Fukuro.
Sesshomaru lo pateó con insistencia cuando lo único que obtuvo fue dolor en sus dedos ya que el abdomen de Inu No Taisho era tan duro como una roca.

─ ¡No quiero volver a la mazmorra! ¡No quiero! ¡No me encierres otra vez!

─ ¡Cállate! ─ le dio una nalgada, sin detenerse─ Pedazo de insolente. No puedes andar gritando esas cosas.

Consiguió callar sus palabras, pero no los sonidos de su boca, sus murmullos, temblores y el olor del miedo.

Fue atendido lo más pronto posible. No pudo acercarse demasiado ya que el chico repentinamente huía de él como si fuera un pequeño ratón escapando de un gato. Esa comparación no le agradó para nada. No tuvo más remedio que mantenerse alejado para que la anciana pudiera trabajar.

No hubo necesidad de explicación alguna, la médica bruja sabía a la perfección que es lo que había sucedido. Y sabía perfectamente lo que estaba pasando.

En cuanto Furkuro terminó de colocar la última venda, Sesshomaru estaba inquieto en su lugar. Con la adrenalina al tope. No paraba de golpear el suelo con el pie. Necesitaba mantenerse alejado. Alejado de Inu No Taisho.

El señor del Oeste estaba molesto. Enojado, cada segundo que su nariz todavía podía percibir el olor de la sangre de su esclavo lo llevaba a la furia. Él y solo él podía decidir si hacer o no hacer daño a ese cuerpo.
No era solo eso, la sangre de Sesshomaru por supuesto había cambiado, y en ello el tipo de olor que despedía. Desagradable para él y lo peor de todo es que no podía culpar a nadie más por eso.
Agregando que este repentino ataque de ira o locura, lo que fuese, lo había fastidiado muchísimo.

Justo en ese momento donde se había levantado para tomar lo que era suyo, la puerta de la sala se había abierto. Cegado por su furia no había podido prevenir la llegada de Inuyasha.

El joven príncipe aún se frotaba los ojos tratándose de mantenerse despierto y no caer allí mismo.

─ Vete a tu habitación.  ─ Inu No Taisho gruñó en advertencia.

─ Jum, seguro. ─ bostezó ignorandolo. ─ ¿Que demonios pasó con Sesshomaru?

─ Nada de tu incumbencia, Inuyasha. ¿Realmente te molestaste en venir a ver que pasaba?

─ ¡Tanto escándalo fuera de mi habitación no me dejaron dormir! ¡Por supuesto que no podía ignorarlo luego de oler la sangre cuando desperté! Aunque al principio no la reconocí, me di cuenta que le pertenecía a él mientras me acercaba.

Inu No Taisho contó hasta tres mentalmente.

─ Él está bien, ahora retirate.

─ ¿Inu... Yasha? ─ la voz era débil y apenas audible. Pero incluso el adormecido Inuyasha lo escuchó.

Se dirigió al dueño de la voz que pronunció su nombre como un bichito sigue a la luz blanca. Detrás de un biombo estaba Sesshomaru sentado en un rincón, abrazando sus piernas. Una imagen que realmente le removió el corazón a su hermano menor. El cual no entendía mucho, solo sabía que nada estaba bien.

Quiso darle un abrazo pero Sesshomaru se negó, como un perro herido se aleja de cualquiera que lo quiera acariciar. Al menos, Inuyasha pudo convencerlo de llevarlo a su habitación para compartirla esta noche, a pesar de la negativa de Inu No Taisho.

Ambos chicos pudieron escapar y con mucha suerte de la ira de su padre gracias al apoyo de la anciana.
Aquella que lo entretuvo con un par de sermones que el señor estuvo obligado a escuchar.

De todos modos Fukuro no temía miedo a morir. Aunque eso no pasaría por el momento, Inu No Taisho la necesitaba todo el tiempo que quisiera mantener a Sesshomaru con vida.

─ Es peor de lo que pensaba. ¿Sabes lo que acaba de pasar?

─ Un ataque de pánico. ─ responde. ─ ... Hasta hace un día él estaba bien.─ mencionó, como si todavía no lo creyese.

─ Escuche, gran señor, nos guste o no, ambos sabemos que solo soy una médica bruja. Arreglo el cuerpo físico, lo curo, hago medicinas, brebajes, pociones. No me dedico a la mente. Incluso una mente humana es compleja. ¿Me imagino que sabe que es lo que sucede cuando un demonio se corrompe?

─ Ujum. ─ afirmó.

─ Bueno, usted podría ser el primero en experimentar en el chico. ¿Qué pasaría con la mente de un demonio sellado? No puedo decirle que le podría pasarle a su cuerpo si llegan esos extremos. ¿A menos, que el señor realmente esté buscando empujarlo a la locura?

─ ¿Qué? No... no por ahora. No es divertido. Es mucho trabajo. Incluso con esta pequeña escena que armó me sacó de mis casillas. No podré con un enfermo mental. No quiero que vuelva a pasar.

La anciana se le quedó viendo, hasta que inevitablemente una de sus finas cejas se levantó.

─ ¡No me mires así! Tiene que haber una forma de curarlo de lo que sea que tenga.

─ Espero que el señor no se ofenda con lo que voy a decir, pero para que el joven Sesshomaru vuelva a la normalidad y recupere por completo su salud requiere que usted deje de existir. Pero, eso será imposible. Podría mantenerlo estable, sin embargo sólo sería una calma temporal. En algún momento su estrés lo quebrará otra vez como ha ocurrido esta noche. Y así hasta que llegue a un punto sin retorno.

Inu No Taisho se acarició la frente, suspirando exasperado. Fukuro quiso reírse pero su estoico rostro no lo demostró. Estaba presenciando a Inu No Taisho sufriendo las consecuencias de sus acciones. Raramente esto ocurría.

─ Si el señor acepta consejos, le diría que por el momento lo deje descansar para recuperarse del estrés que usted le provoca. Eso significa no interactuar con el chico en lo absoluto.

Inu No Taisho no encontró más opciones que ceder sin darse cuenta de lo que sucedia en realidad. Después de todo,  actualmente no estaba desesperado. Con los asuntos del palacio, su estatus, Inuyasha, el estatus de Inuyasha, sus enemigos y ahora cuidar no solo a Sesshomaru si no cuidar a ese esclavo de su propia mente suicida para que no hayan más accidentes estúpidos como este.
Sin mencionar que estaban envueltos en una farsa, manteniendo una mentira para Inuyasha.

Por primera vez Inu No Taisho se sentía repartido en ocho pedazos y eso le molestaba. En su juventud, cuando solía salir a cazar y batallar creyó que ser el demonio más poderoso sobre la tierra le traería dicha, satisfacción, vicios, placeres, orgullo y muchas cosas más. Siendo más viejo solo se daba cuenta que todo ello tenía un precio. Uno muy caro.

Aprovecharía este tiempo para salir y dedicarse a sus asuntos políticos.
Poder olvidarse por un segundo que tiene dos cachorros problemáticos cada quien con una carga diferente.
De igual manera complicados para el Lord Del Oeste. 

• El Cruel Príncipe Del Oeste •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora