Draco se mantuvo estoico en su asiento mientras los sirvientes depositaban los alimentos, para romper el ayudo, como llamaban al desayuno en aquel lugar. No le agradaban las miradas "disimuladas" que le dirigían. Era como si esperaran que, en cualquier momento, se levantara y asesinara a alguno de los presentes.
—¿Estás aquí para servir o para mirar a mi hijo? —la pregunta del príncipe a uno de los sirvientes, que había estado observando al nuevo príncipe más de la cuenta, generó un tenso silencio.
—No... yo... —balbuceó asustado—. Lo siento, Alteza —se inclinó y prácticamente salió corriendo del comedor, como si temiera probar la ira del príncipe, dado el temperamento que había tenido el anterior heredero.
—¿Cómo dormiste, muchacho? —preguntó el rey, ignorando el incómodo ambiente.
—(Un idiota) —pensó Draco mientras daba un sorbo a su copa de jugo—. Muy bien, su excelencia. Gracias por preguntar —respondió, cortando sus alimentos con movimientos precisos y delicados, mientras varias miradas seguían sus acciones.
El rey asintió con una sonrisa, feliz de que su familia creciera. Recordaba bien las palabras de su padre: "Un dragón solo en el mundo es la cosa más triste y dolorosa". No quería eso para su familia. Deseaba un mundo de paz, donde las personas que amaba pudieran llevarse bien. Soñaba con ver a sus hijos unidos, a sus nietos llevándose bien con sus tíos. Anhelaba una familia unida con la cual disfrutar sus últimos momentos.
—¿Y dónde encontraste al joven, príncipe Daemon? —preguntó la mano del rey, observando con curiosidad al rubio hijo del príncipe rebelde.
—Eso no es asunto tuyo, Sir Mano —respondió Daemon de forma burlona, tomando la mano de su esposa por encima de la mesa, a lo que ella le sonrió con complicidad.
Draco se sintió, en cierta forma, aliviado de ver que su "padre" al menos tenía un matrimonio feliz.
Su mirada recorrió a los presentes en la mesa. La mayoría los había visto el día anterior. Los jóvenes de cabello castaño eran hijos de la esposa de su "padre", y se decía que eran bastardos de Ser Harwin Strong. Viéndolos bien, aquello parecía evidente, especialmente comparándolos con las hijas de Daemon, sus hermanas, quienes tenían un tono de piel más oscuro, propio de su madre. Los hijos de Rhaenyra, por otro lado, no mostraban rastro alguno de su primer esposo.
—(Pobres niños) —suspiró con pena. Toda su vida serían llamados bastardos, y sabía que esa condición afectaría también a su madre en el futuro. Era fácil suponer que si no había sido fiel a su esposo, ¿cómo podrían esperar que lo fuera a sus aliados o al reino?
Draco continuó observando hasta que su mirada se detuvo en el primer hijo varón del rey, Aegon, si no se equivocaba. El joven era atractivo, pero había en él una mirada de profunda tristeza, de desolación, como alguien que había sido dejado de lado por aquellos que amaba. Sintió pena por él también. Luego, su atención pasó a Helaena, la hermana de Aegon. La niña era bonita, y si no fuera gay, quizá habría considerado cortejarla. Parecía una esposa digna para tener hermosos herederos de sangre de dragón. Su aire soñador le recordaba a Luna Lovegood, una joven de Ravenclaw con la que había sido amable en el pasado.
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Otro Targaryen
FanficDraco está desarrollando una nueva poción, cuando sin querer mescla algo que no debía y termina en otro mundo y en otra época, muy diferente a la suya Grandes eventos que serán cambiados, parejas que no fueron y herederos que no debíeron existir, se...