CAPÍTULO 9

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Aaron Pierce.

Mi respiración era lenta y pesada, el techo se adueñó de mi mirada y pongo un brazo detrás de mi cabeza.

Mi hijo se encuentra dormido en mi pecho, hace unas horas le envié un mensaje a Deva. Miro la hora en mi teléfono y son las 2:47am. Veo la respuesta de Deva y me meto en su chat.

Damián tiene un juego importante de fútbol y creo que a Damian le gustaría que Deva estuviera allí para él, como nunca estuvo Cloe para él. Así que le pregunté a Deva que si quería ir, nunca diría que no.

Bloqueo el teléfono y cierro mis ojos, ralentizo mi respiración y logro caer en un profundo sueño.

Siento como me agarran del pie y no me muevo.

—¡Caramba levántate, voy a llegar tarde! —grita mi hijo sacudiendo mi pie.

—¿qué hora es? —susurro levantándome de la cama.

—son las 10:23am, el juego comienza en exactamente treinta y siete minutos —se queja mi hijo ya bañado y vestido con su uniforme.

Me activo al instante y corro a bañarme, a los minutos salgo de la ducha con una toalla en la cintura y busco rápidamente unos vaqueros, una camisa negra y mi chaqueta de cuero.

Salgo de mi habitación, con Damian a mi lado, tomo una manzana y cuando estábamos a punto de salir del penthouse, Damian me toma de la chaqueta.

—¿podrías hacerme un favor? —musita mi hijo.

—dime.

—pues...

Corrimos al ascensor y cuando llegamos a la primera planta, corremos al estacionamiento. Mi respiración está completamente agitada y estoy sudado.

Nos adentramos en el auto y lo pongo en movimiento, a los minutos llegamos, me detengo, Damian se baja de él y corre a la inmensa cancha, yo estaciono el auto y bajo de él para sentarme en las gradas.

Veo a Deva a lo lejos y entre tanta multitud, se levanta y me señala que me acerque. Llego a dónde está ella y me siento a su lado.

—de verdad viniste —musito.

Escucho como ríe y me da un pequeño golpe con el puño.

—claro tonto, no me perdería un partido de fútbol de mi hijo —presume sonriendo.

Sonrío ingenuamente y miro al frente, Damian y su equipo están calentando, trotan unas seis vueltas y su entrenador comienza con su larga charla de porqué deben ganar, que no dejen quitarse la pelota, bla bla bla.

Pasan los minutos y el juego comienza, todos los presentes comenzaron a gritar, a desesperarse y a causar dolores de cabeza.

Fijo los ojos en mi hijo, y corre a intentar quitarle la pelota a su oponente, logra quitarle la pelota, pero el otro niño, patea la pierna de mi hijo y cae al suelo.

El árbitro no hace nada, y Deva se levanta de su puesto, y coloca sus manos en la rejilla que separa la cancha de las gradas.

—¡oye árbitro, a mi hijo le dieron una patada, eso es falta, grandísimo idiota, haz algo, JODER! —grita Deva furiosa.

El árbitro saca la tarjeta roja y Damian se levanta del suelo, limpiando las lágrimas de sus mejillas y le sonríe con suficiencia al niño que acaban de expulsar. «¡ese es mi hijo, maldita sea!»

Deva vuelve a su puesto y fija los ojos en Damian. Pasan los minutos y el equipo rival ya anotó un gol.

Quedan solo catorce segundos para que se acabe el primer tiempo, todos se quedan callados expectantes, el juego comienza a verse en cámara lenta y Deva me agarra de la mano, bueno, me aprieta la mano eufórica viendo el juego.

Sentencia Placentera [Sentencia De Pecados #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora