CAPÍTULO 28

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Deva Burton.

Mi cabeza duele a lo maldito y mi garganta me quema. Abro los ojos y busco con desesperación a Alessandro.

No lo veo en la habitación y chillo. Miro hacia todos lados, hasta que veo en la mesita de noche una pequeña jeringa junto a una nota.

Tomo el trozo de papel entre mis dedos y sorbo mi nariz.

"Principessa, iré nuevamente al hospital junto a mi hermano. Te veo más tarde, te amo."

Leo todo en mi mente y arrugo el papel. Tomo la jeringa y con cuidado la inyecto en mi cuello. Gimo al sentir ese cosquilleo en mi coño y ese escalofrío por todo mi cuerpo.

Me recuesto en la cama y cierro mis ojos. Todo me da vueltas y suspiro.

Repentinos escenarios llegan a mi mente y frunzo el seño con los ojos aún cerrados.

Son escenarios de personas que no reconozco. Un hombre alto y fornido, junto a una chica extremadamente parecida a mí, el único detalle es que sus ojos son azules y parece un tanto mayor. No sé quien carajos son esos dos e intento bloquearlos de mi mente.

Sigo tranquila con los ojos cerrados, hasta que escucho como una puerta se abre lentamente, abro los ojos y veo a la chica de mi mente vestida de servidumbre.

—Deva... —susurra ella con los ojos humedecidos.

—¿Quién carajos eres y qué haces aquí? —pregunto asustada y muy mareada.

—por amor a Cristo, Deva. ¡Soy yo! —responde y me confundo aún más.

De un momento a otro mi mirada se oscurece por completo y caigo a un gran vacío negro. No sé donde estoy, no sé quien soy.

Abro los ojos y estoy en una playa, o más bien, una bahía. Veo a una mujer joven, intento reconocerla, pero mi memoria falla.

Hago un último esfuerzo y la recuerdo de inmediato.

—mamá... —susurro incrédula— mamá ¿dónde estoy?

Ella se queda callada por unos segundos y me mira con una cálida sonrisa.

—eres tan parecida a mí, mi españolita.. —musita y mis ojos se humedecen al instante.

Recuerdo que mi madre solía llamarme de esa manera, ya que yo sabía imitar el acento de España, y siempre le hablaba de esa forma a mi madre porque le gustaba mi pronunciación.

—mami...

—tienes que ser fuerte, Deva. Yo ya no estoy para protegerte, eres una mujer adulta, tú eres una Burton Graves, y las Graves somos caracterizadas porque nunca nos rendimos, nunca nos dejamos vencer. Y tú, señorita, estás deshonrando el apellido metiéndote esa droga y actuando como lo estás haciendo —me regaña y yo miro hacia otro lado con vergüenza.

—mamá pero-

—pero nada, Deva —me interrumpe y me toma del menton para mirarla a los ojos— Sé que te hago falta, pero escucha mis palabras, si sigues por el mismo camino, te perderás. Aunque, ya estás perdida...

—¿por qué lo dices, mami? —pregunto y veo como sus ojos se humedecen—. ¡Mami, dime!

Mis ojos se cierran repentinamente y siento una gran electricidad en mi pecho que hace que abra los ojos y mi cuerpo caiga a lo que parece ser una camilla.

Mi vista es muy borrosa y no distingo lo que veo y escucho las voces con eco.

—¡está viva! —escucho y cierro los ojos de nuevo.

Sentencia Placentera [Sentencia De Pecados #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora