CAPÍTULO 33

329 20 1
                                    

Megan Burton.

Mi hermano y yo, junto al gran equipo de monitoreo para vigilar al general y al capitán Castro, estábamos observando con mucha atención cada paso de nuestros soldados.

Hasta que de un momento a otro se escuchan unos disparos, y la conexión se desvanece. Nos alarmamos al instante y notamos que la ubicación de los dos individuos cambia de rumbo, saliendo de la residencia.

El coronel y yo, nos preparamos y armamos hasta los dientes. Salimos de la central junto a muchos soldados de todos los rangos, se encienden las camionetas y se manejan a la velocidad de la luz.

Nos dirigimos a la dirección a la que el vehículo desconocido lleva los cuerpos del general y capitán. Mi corazón late con fuerza y mis ganas de llorar son extremadamente altas, "no puedo perderlo" me repito una y otra vez.

El GPS da la indicación que se acercan a un terreno baldío en medio de la nada. El punto rojo en la pantalla no se mueve y da a entender que los arrojaron a ese terreno.

El coronel da la orden de que los vehículos de la UFMED detengan su paso y todos las camionetas se detienen.

—¿Qué sucede? —le pregunto al coronel.

—debemos esperar que los hombres de Messina se alejen del lugar —responde y yo miro al frente.

Y todo pareciera que pasara en cámara lenta. Una gran camioneta negra impacta contra nosotros.

Vidrios rompiéndose, crujidos, camionetas volcadas, humo, fuego.

Todo pasó tan rápido.

Mi vista es borrosa y veo como la misma camioneta que nos impactó partir, y desapareciendo en la gran nube de arena.

Mis ojos, al tener un poco más de claridad de lo que está pasando, noto que la camioneta se encuentra a un costado, específicamente a la derecha.

Miro hacia mi izquierda y veo a Nick, el cual se queja un poco.

—¿Estás bien? —pregunto en un hilo de voz.

—es la pregunta más estúpida que has hecho, por supuesto que no —responde aún quejándose.

—pendejo —reprocho.

Escucho pasos cerca y veo a muchos de los soldado, tenientes y capitanes malheridos, pero nos ayudan a salir del vehículo en mal estado.

Yo salgo con muchos rasguños y cortadas por el vidrio roto, pero sin ninguna fractura. En cambio a Nick lo sacaron con extremo cuidado ya que notaron que tenía su pierna rota.

El coronel se mantiene en shock al ver su pierna rota y ordeno que inmovilicen su pierna, pero que detengan el sangrado.

El equipo de médicos se encarga de antenderlo. Me alejo de la escena, acompañada de varios tenientes y nos dedicamos a buscar al general y al capitán. Llevo un GPS manual y el punto titilante se ve cada vez más cerca.

Hasta que veo figuras familiares, tendidas en el suelo, camuflados en el monte. Corro hacia ellos y veo el cuerpo de Castro y sus ojos están cerrados, veo su abdomen y está lleno de agujeros de balas, pero no brota sangre ninguno de ellos.

—¿ya se fue el pelón? —pregunta Matías en susurro.

—shh cállate, escuché pasos —responde el general igualmente, susurrando.

—shh aún no se ha ido el pelón —le sigo al general comprimiendo una risa.

Veo como Matías abre un ojo y me ve. Se levanta rápidamente del suelo y me abraza, para después fundirnos en un beso.

Sentencia Placentera [Sentencia De Pecados #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora