CAPÍTULO 48

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Aaron Pierce.

Suspiro verdaderamente frustrado y dirijo la mirada a Nick, quien está en su mundo con la mirada en el suelo, sin darse cuenta de lo que pasa.

Estoy aturdido por los comprimidos gritos de Mía en la cabaña de al lado.

Y digo comprimidos porque pareciera que estuvieran ahogando a un pato en el agua. Se escucha muy gracioso.

Me acerco a Nick y le doy un sape, su cabello se mueve al ritmo del golpe y él frunce el seño levantando la mirada.

—sal de tu depresión posparto —lo regaño alborotando su cabello.

—¡Déjame! —gruñe en voz baja.— ¿Qué es ese ruido? —cuestiona dándose cuenta de la acomodada de matriz que le están dando a Mía.

—el general está ahogando a un pato —respondo ladeando una sonrisa.

Nick frunce el seño y sonríe.

—pobre Mía, debe estar sufriendo —se mofa y yo ladeo una sonrisa.

—pobre coño inocente, se va a traumar —rio y Nick niega con la cabeza.

—esperemos que llegue a tiempo —dice volviendo a ponerse serio.

—¿Podrías decirme al menos que viste en ese lugar? —cuestiono alzando una ceja. Tomando asiento en el polvoriento sofá.

—ví múltiples jaulas, tenían a las mujeres como si fueran animales salvajes —comienza con una expresión muy seria— la madre superiora me explicó que esas eran las mujeres que se dejaban embarazar, las encierran y les sacan los fetos a la fuerza, con tijeras y sin anestesia —dice y hago una expresión de asco.

—que carajos... —murmuro y Nick relame sus labios.

—y si el embarazo ya estaba avanzado, las obligaban a dar a luz y quemaban a los bebés en una hoguera —sigue y mis ojos casi se salen de sus órbitas— este lugar está lleno de monstruos.

—eso es enfermizo —digo y Nick ríe.

—¿Tú crees? —eleva una ceja y me mira— y eso no es todo. Conocí a Matteo.

—dime como te fue.

—es un hombre muy respetuoso, me trató muy bien —comenta— me dió una copa de vino, pero decidí no beberla, no sabía si eso tenía veneno o si era sangre —musita— y me explicó todo lo que él hacía, y quería tener a los sacerdotes de su lado —explica y yo entrecierro los ojos— hoy, fui yo, quizás mañana seas tú, o el general. No lo sé.

Un suspiro de cansancio sale de mi boca y observo a Nick.

—créeme que estoy a nada de tomar una puta ametralladora y volarle la cabeza a todos —digo con una sonrisa irónica.

—yo también —se une el general, acomodando su pantalón.

—¿Ya calmaste a tu fiera? —cuestiono con diversión.

El general sonríe y cierra la puerta.

—estaba celosa —comenta riendo.

—¿De qué? —inquiere Nick.

—una chica se me insinuó al momento de confesarse —inicia y yo sonrío mientras miro al general— no sé como carajos se enteró.

—todas las mujeres son así, de enteran de todo —interrumpe Nick.

—son unas brujas —digo riendo y el general ríe conmigo.

—las brujas más ricas de este mundo —mofa Dixon— Dios, tenían que ver a Mía mientras me montaba, una puta salvaje.

Sentencia Placentera [Sentencia De Pecados #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora