CAPÍTULO 59

210 20 6
                                    

Scarlett Messina.

Mi piel se eriza rápidamente al entrar a esta pocilga, pero mis nervios se tranquilizan apenas veo al cabezón con el que según, comparto sangre y oxígeno.

—¡Sei un idiota, Alessandro! —explota mi sangre italiana, mientras me acerco al imbécil de mi primo— ti sei lasciato catturare.

¡Sei un idiota, Alessandro!: ¡Eres un idiota, Alessandro!

Ti sei lasciato catturare: te dejaste capturar.

—sí, Scarlett —hace una pequeña pausa, pasando la lengua por su labio partido— a mí también me da gusto verte.

—me tenías con el Jesús en la boca, Alessandro —mascullo, sintiendo la ira correr por mis venas— ¿Para qué me llamaste?

—te necesito —susurra acercándose a mí.

—¿Para?

—necesito a alguien que cuide mi puesto en la mafia —suelta la bomba— Elizabeth no querrá hacerlo.

—porque cuida al pequeño Alejandro —respondo por él.

—y eres el familiar más cercano y confiable que me queda —agrega, acercándose más y más.

—¿Y qué debo hacer? —cuestiono aún con el Jesús en la boca.

—Artem te dirá todo lo que debes hacer, al pie de la letra. —hace una pausa— entonces... ¿Aceptas? —inquiere rozando nuestros labios.

—sí —acepto y Alessandro deja un fugaz beso en mis labios.

—no te vas a arrepentir, te sentirás una puta diosa —asegura— más de lo que ya eres.

—claro —murmuro dirigiendo la mirada hacia otro lado, sintiendo los besos mojados de Alessandro en mi cuello.

—Alessandro —jadeo, cediendo al instante—. Aléjate.

—no he tenido sexo en un buen tiempo, deja que goce un poco —pide acaricio lentamente mi muslo.

Sus manos traviesas viajan a mi intimidad, y no puedo evitar cerrar mis piernas. No puedo ceder a Alessandro.

—no me toques —me alejo de él. Sintiéndome abrumada.

—vamos, Scarlett —intenta persuadirme— llamaré a los guardias, para que nos lleven a mi habitación.

—ya te dije que no —mascullo— somos familia.

—pues, no decías tal cosa la primera vez que te probé —me interrumpe— gemías y gritabas mi nombre como una maldita maniática ¿Recuerdas? —inquiere hurgando en mis bragas— ti sentivi così debole, così sottomesso e così devoto a me.

Ti sentivi così debole, così sottomesso e così devoto a me: Te sentías tan débil, tan sumisa y tan devota de mí.

El deseo comienza a despertarse en mi interior, rogando por ser tocada, amada y venerada en una cama.

—sei dannatamente pazzo —murmuro inclinando mi cabeza hacia atrás, mientras mis piernas ceden a su tacto.

Sei dannatamente pazzo: estás jodidamente loco.

—estoy loco por tí, mia demone del cielo —espeta pasando su lengua por mí clavícula.

Mia demone del cielo: mi demonio de cielo.

Dirijo la mirada hacia Alessandro y aprecio como repasa los tatuajes de mi hombro derecho con su lengua.

Sentencia Placentera [Sentencia De Pecados #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora