CAPÍTULO 35

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Deva Burton.

Mi pecho duele y mi cuerpo está totalmente dormido. No puedo moverme, es como si tuviera parálisis.

Al recuperar un poco nos sentidos, algo en la garganta impide que yo cierre mi boca. Abro los ojos y veo muy borroso.

Noto a un lado de mí a un hombre tomando nota de mis signos vitales y me quejo, mientras me muevo entre las sábanas de la camilla intentando llamar la atención del hombre.

Este al verme da un leve brinco y sale de inmediato de la habitación. Noto que estoy en una habitación muy enorme, huele a gasas y a medicamentos.

Observo y analizo el lugar.

Escucho el sonido de la puerta abrirse y no sé si es una alucinación o si en verdad veo a Alessandro disfrazado de enfermero.

Veo que se acerca a mí y besa mi mano.

—principessa... —susurra dando un segundo beso al dorso de mi mano.

Mis ojos se humedecen y trato de apartar mi mano, hasta que me muestra una jeringa con ese espeso líquido y con tal color característico. Siento ese ardor en mi estómago al ver ese pequeño objetivo y suelto un jadeo.

Alessandro sonríe al verme tan vulnerable y de mis ojos salen gruesas lágrimas. Observo como Alessandro acerca la jeringa a mi brazo y vuelvo a sentir el piquete.

Veo borroso y mi piel se eriza por los efectos de la droga. Escucho todo con ecos y la sensación de euforia arrasa con mi cuerpo. Oigo el sonido de la puerta abrirse y veo la gran cabellera característica de Aaron.

Y como telenovela dramática, todo sucede en cámara lenta. Veo a Aaron tomar a Alessandro del cuello y lo tira al suelo.

—¡Con que aquí estabas, maldito hijo de puta! —exclama.

Noto la presencia de más personas y enfoco la mirada. Mi hermana está con la boca abierta al ver el desastre que sucede entre los dos hombres tirados en el suelo. Mi hermano intentando separar a los dos individuos. El general está mirando con gracia lo que sucede y el ministro observando con desaprobación.

—vine a dejarle un regalito a mi mujer —dice Alessandro con una sonrisa.

—tu mujer, mis pelotas. Ella no es de tu propiedad —increpa y levanta a Alessandro del suelo aún tomándolo del cuello.

—saquen a esta mierda de aquí y encierren bien a ese hombre —ordena el ministro

Veo a dos hombres enormes que se llevan a Alessandro. Pero no sin antes de que él deje su gran miedo en la habitación.

—volveré por tí, principessa —musita antes de que lo sacan a la fuerza.

Los fuertes efectos de la droga me marean y me causan un gran dolor de cabeza. Al instante entra un grupo de doctores.

Me quitan los tubos y toda la mierda que me impedía hablar y encuentran a un lado de mí la jeringa con algunos restos de la droga que Alessandro me había inyectado, minutos atrás.

—le han inyectado FCCH, debemos darle metadona —informa el doctor y me obligan a beber una pastilla enorme.

Al tragar, me tumbo en la camilla. Los doctores terminan de examinarme y finalizan su trabajo colocándome un suero para mantenerme, si se puede decir, "sana".

—estás bien... —dice mi hermana tomando mi mano.

—no lo estoy —es lo único que logro decir.

Sentencia Placentera [Sentencia De Pecados #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora