ENCUENTROS DESGARRADORES

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Tener de mi lado a Bart sin duda había sido toda una ventaja en este loco plan en el que me había aventurado sin paracaídas.

Liv estaba viviendo en Pittsburg, al final, le habían dado un puesto en la Universidad Carnegie Mellon, y aunque era una de las mejores y mas competitivas del país, para ella significaba un enorme recordatoria de su fracaso con Georgetown.

Bart me había dado la información que necesitaba, la dirección del edificio de apartamentos en donde vivía, y el código para poder subir hasta su piso.

Solo tenía que llamar a su puerta y rezar por que ella quisiera recibirme.

Sería la primera vez que la vería en meses, y sería una mentira decir que no estaba nervioso.

Mis manos temblaban un poco sobre el volante del auto alquilado. Había decidido venir únicamente por mi cuenta, le dije a Stephen que tenía que hacer esto solo, y que si necesitaba de su ayuda le llamaría de inmediato.

Ni siquiera sabía por cuanto tiempo me iba a quedar. Cuando llamé al hotel en Pittsburgh solo mencioné que llegaría sin dar realmente una razón de mi visita. Ni siquiera logré mantenerme unos veinte minutos en el hotel cuando decidí emprender mi camino hacia el edificio de apartamentos en donde Liv se encontraba viviendo.

Bart me había dicho que Phoebe le había regalado el apartamento y que una de nuestras compañeras de la escuela que también había ingresado a Carnegie había accedido a ser su compañera de piso. La verdad, ni siquiera sabía que Lauren Katsura era amiga de Liv, nunca las había visto hablar más allá de lo necesario y tampoco las había visto juntas. Era una buena chica, algo intensa pero buena a final de cuentas. Recuerdo que era excelente para la ciencia y siempre destacaba en clases de biología y química.

Había llegado a la dirección que me había enviado Bart por mensaje de texto hacía unos cinco minutos. No sabía realmente como acercarme, ¿qué hacía? ¿preguntaba por ella en el vestíbulo? ¿solo sabía hasta su piso? Las dudas me estaban comiendo vivo, y el temblor en mis manos no parecía querer cesar.

Me armé de valor y salí del auto en dirección a la entrada principal.

Bart me había explicado que el edificio usaba un sistema de elevadores privados en donde solo ingresando una contraseña te llevaba hasta el piso deseado, para mi suerte, me había enviado la contraseña junto con la ubicación del edificio.

Sabía que estaba rompiendo un millón de reglas, pero realmente necesitaba ver a Liv, y me aliviaba saber que, al menos para sus padres, aún tenía esperanza.

Ingresé al vestíbulo del edificio el cual se encontraba completamente en silencio. No había nadie atendiendo un mostrador ni mucho menos, solo las puertas de dos elevadores que abrían con una llave electrónica o digitando el código correcto.

Puse los números cuidadosamente con mi mano temblorosa en la pantalla táctil y una de las puertas del elevador se abrió.

Ingresé al elevador y toqué el número del piso de Liv. Subí en unos segundos y cuando las puertas volvieron a abrirse pensé que vomitaría de los nervios.

El pasillo era largo, y solo habían unas cuantas puertas en todo este. Caminé hacia la última puerta a la izquierda, justo como las instrucciones lo indicaban y armándome del valor más incierto tomé el pequeño timbre a un lado de esta.

Realmente llegué a pensar en volver al auto y solo olvidarme de todo, pero justo cuando intenté voltearme, la puerta se abrió, revelando a una Lauren con impresión de asombro.

—Hola... ¿está Liv? —fue lo único que se me ocurrió preguntar.

Lauren no me respondió, de hecho, se mantuvo en silencio unos cuantos minutos antes de quitarme la mirada y empezar a moverse algo incómoda.

Asher, Schlesinger ExtrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora