HASTA EL FONDO DEL ABISMO

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Odio.

Oscuridad.

Un dolor insoportable de cabeza.

Era justo lo que sentía en aquel momento, en ese orden específico.

Para cuando recuperé la conciencia, estaba en una sala de observación de algún hospital.

No tenía idea de lo que estaba ocurriendo ni de como había llegado hasta allí, pero el dolor del recuerdo de Liv era lo único que parecía captar a la perfección.

—Oh, bienvenido de vuelta —dijeron a mi lado en un tono alegre —. Dormiste por un buen rato, amigo.

Un médico de cabello castaño y unos lentes de metal rectangulares me observó desde la pequeña mesa de material que al parecer se encontraba utilizando.

— ¿Qué pasó?

—Lo mismo me gustaría saber, llegaste anoche inconsciente, pero todo parece verse bien, no tienes ningún traumatismo y la resonancia salió perfecta, así que mis dos opciones son pánico o exceso de adrenalina. ¿Me dirías qué fue lo que ocurrió?

Me había desmayado... realmente me había desmayado, y ni siquiera entendía por qué. Es decir, que la chica que amas te odie no debería de ser una razón para desmayarse.

—Creo que fue un ataque de pánico.

— ¿Sueles tener muchos? —preguntó el médico revisando unas notas en lo que parecía era mi ficha clínica.

No sabía realmente como responder aquella pregunta, nunca había hablado con nadie sobre mis ataques de pánico, muchísimo menos con un médico.

—Puedes decirme, amigo, está bien.

Estaba en una cama de hospital, ¿qué podía perder?

—Sí... bastante.

— ¿Crees que se deban por alguna situación en particular? ¿Vives con mucho estrés?

—Algo así.

—Bueno, en ese caso. ¿Crees que sea una posibilidad reducirlo? Es decir, no quiero alarmarte ni mucho menos pero los desmayos en ocasiones no son una muy buena señal. Si esto se repite, entonces tendremos un problema —estaba en problemas, porque sabía que tenía razón, aunque nunca me había desmayado por un ataque de pánico antes, si los tenía con frecuencia desde niño. Solo nunca había hablado al respecto —. Me gustaría que vieras a un psiquiatra.

— ¿Un psiquiatra? —pregunté alarmado —No, no puedo hacer eso, mis padres me matarían.

El médico me observó algo confuso y escribió unas cuantas cosas en sus notas.

—Eso me reafirma que necesitas ver a uno. Mira... —mira la ficha una vez más —Asher, tienes dieciocho años, estás demasiado joven como para estar en una sala de emergencias por un ataque de pánico tan fuerte que te noqueó por horas. Además, afirmas tener estos ataques en especifico bastante seguido, y te rehusas a ver a un psiquiatra porque tus padres te matarían. La psiquiatría no es mi fuerte, pero veo un patrón bastante claro aquí, y te aseguro que si no hacemos algo por detenerlo, el final no será lindo ni para ti, ni para los que te rodean.

Maldición, sabía que tenía razón, pero no podía ver a un psiquiatra sin que apareciera en alguna sección de chismes.

—Nadie puede enterarse... —susurré pensando realmente en toda aquella situación.

—Nadie tiene que hacerlo, eres mayor de edad, no requieres del permiso de nadie para ver a un psiquiatra si lo necesitas.

Por alguna razón, eso me hizo llorar.

Asher, Schlesinger ExtrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora