¿Qué pasaría si una flota de colonización Terran quedara atrapada en el terrible universo de Warhammer 40K?
En esta historia nuestros protagonistas son parte de una flota con la misión de colonizar un planeta lejano. Para su mala suerte, quedando a...
Han pasado ya dos años estándar desde que las flotas demoniacas de los Traidores arribó desde la Disformidad trayendo la guerra al pacífico territorio Terran.
La extensión de la guerra a acabado con una incontable cantidad de mundos en la franja exterior de los territorios y la cantidad de vidas perdidas en la guerra a llegado a un punto en que simplemente los números eran terroríficos. Los ejercitos del caos llegaban sin fin uno tras otro pero sus ataques estaban coordinados por una mente maestra que parecía conocer todas las estrategias Terranas a la perfección. Las naves del capos parecían contar con tecnología de interferencia terrana ya que podían bloquear las comunicaciones de un planeta casi en su totalidad antes de destruirlo o peor, tomarlo para recuperar sus números. En el último de los casos era casi mejor suicidarse y obtener la paz de la muerte que unirte a las hordas de infestados de los marines de la plaga al servicio de Nurgle.
Los demonios habían descubierto que casi el 100% de los Terran eran clones. Eran peores que monstruos, no tenían alma. Su conexión con la Disformidad era mínima para no decir que era nula, poseerlos era imposible pero el caos tenía formas muy curiosas de ejercer su poder. Los marines de la plaga llegaron un día esparciendo la enfermedad y la podredumbre a donde quiera que iban. Miles de millones de inocentes terminaron transformados en criaturas que mas tarde serían usadas como carne de cañón en los frentes de batalla más intensos.
Los pocos demonios de Tzeentch que se habían unido a esta cruzada eran extrañamente poderosos ejerciendo sus misteriosos poderes sobre las tropas de las G.T.E causando el terror entre las filas humanas. La crueldad y el terror de esta guerra no hacía más que crecer por cada día que pasaba.
Pero los Terran no estaban indefensos y tenían cartas que eran desconocidas por los traidores.
Los disrruptores psiónicos fueron desplegados en la guerra desterrando a millones de demonios con cada activación y torturando con su poder anti psíquico a los más poderosos que de forma persistente se mantenían en el plano material. Las nuevas tecnologías armamentísticas que se habían creado con ayuda de los Tau y en especial las Battlesuit Aesir de las Divisiones Blindadas hacían que los Terranos pudieran resistir las interminables oleadas de demonios.
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Los laboratorios de Umoja trabajando de sol a sol sintetizando curas para las siempre cambiantes enfermedades de los marines de la plaga; las forjas de los mundos industriales de Titán produciendo armamento y municiones en masa para alimentar la hambrienta maquinaria belica desplegada en los múltiples frentes de batalla; los mundos agrícolas trabajando al 200% de su capacidad para poder suministrar raciones y mantener a los refugiados que estaban siendo evacuados al Sector Estelar Helheim en el imperio Nihilus a través de la Warp Gate.
Pero nada de esto podía compararse a la carta maestra que Sitaura había desplegado.
Con sus conocimientos sobre la Genética que superaba a cualquier Biomantes Eldar estando posiblemente por arriba incluso del mismísimo Emperador, había logrado modificar el proceso de implantación de la Semilla Genetica para que pueda ser implantada en hombres adultos. El proceso seguía siendo igual de doloroso, era necesario, pero al menos los candidatos a Marines lo serían por elección propia y no serían niños inocentes cuyos futuros serían arrebatados desde la infancia. Pero la razón principal era que no había tiempo para entrenar y formar Marines desde niños; la guerra necesitaba hombres con experiencia y poder de combate y esta era la solución perfecta.
