Capitulo 52: La sonrisa de un dios

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Transcurriendo los meses finales del año 83 llegaron los tan esperados refuerzos al Sector Asgard. Los Terran recibieron con alivio y alegría la gran flota salvadora que llegó desde algún lugar desconocido. Tenían una oportunidad, lo habían visto por los canales de noticias, era innegable el poder de estos recien llegados.

Pero el ambiente en el palacio de Calidus no era tan optimista. Frente a una mesa estratégica que mostraba el mapa estelar que habían diseñado los Terran, el primarca Roboute Guilliman y Sitaura estaban parados teniendo una "pequeña charla" sobre un dato que el señor de Ultramar había encontrado muy peligroso. La existencia de los Tejones Grises. El echo de que estos guerreros pudieran ser producidos en masa y de forma más segura por los Terran era peligroso para el imperio. Tanto poder podía volverse en su contra si no era bien administrado.

Pero después de mucho tiempo los lideres parecieron llegar a un acuerdo satisfactorio para ambas partes. Tenían un plan para acabar con esta guerra de una vez por todas.

La flota de Ultramar empezó a moverse. La bandera de Ultramar marchaba junto al aguila dorada de los Terran en dirección a lo que sería una guerra de todo o nada. La brillante mente de Sitaura junto a la del Primarca había formado una red defensiva con cada centímetro perfectamente calculado y el echo de que la logística no era un problema para los Terran solo hacía que Guilliman sintiera ansiedad con la cantidad de posibilidades que tenía ante él. Esa era su especialidad, reunió los datos y transformó complejas redes de números que harían sufrir al mayor de los eruditos transformándolos en posibilidades para luego forjar un camino. Se sentía como si hasta ahora hubiera estado luchando usando solo un palo y de repente lo hubieran armado con una armadura de Exterminador y un bolter pesado.

La guerra fluyó sin interrupciones. Las bajas fueron masivas pero el caos fue obligado a retroceder sin recibir tregua alguna en brutales batallas que duraron meses. Para inicios la segunda mitad del año 84, la guerra estaba prácticamente ganada. La batalla final se libró en un planeta inhóspito en el anillo más externo del territorio Terrano.

••••••••[Punto de vista de Eltasar]••••••••

Hace unos años la señora de Terra habia empezado a crear Astartes. Nuevos hermanos de armas para servir y morir por el deber bajo el mando del Lord Comandante Luciel. Pero él no fue el único beneficiado. A pesar de tener la mayor fuerza militar entre los comandantes el resto tenía sus propias tropas y deberes como Generales del círculo.

Romulus era el mejor estratega y dirigía el Cuarto Regimiento de Astartes. Sus hombres habían pasado por duros entrenamientos para lograr una disciplina espartana. El Deber y el Honor eran su dogma.

Terion. No habían palabras para describir al segundo regimiento bajo su mando. Como Astartes eramos temidos dejando mundos enteros arrasados pero incluso en el pasado para Terion participar en una campaña significaba una sola cosa para el enemigo: el exterminio. Un exterminio no mediante bombas víricas ni tormentas de fuego atómico, sino con hacha sierra y bólter, ahogando mundo tras mundo en la sangre de sus habitantes. Sus hombres eran sacados directamente se las prisiones luego de pasar por duros tratamientos mentales para asegurar su lealtad y potenciar su ira transformadolos en poderosos berserker.

Ruben es probablemente el mas callado de todos nosotros, le había sido asignado el Tercer Regimiento. Siempre manteniéndose en una posición espectadora sin favorecer ningún bando pero con objetivos claros. El tercer regimiento bajo su mando está compuesto por expertos en la infiltración y sabotaje. La tecnología Terran de camuflaje solo los hacía más temibles de lo que eran antes.

Yo era el más viejo de todos y lideraba el Quinto Regimiento de Astartes. Un veterano de los primeros que fueron creados por el mismísimo emperador en la Santa Terra. Su lealtad era inquebrantable y su caracter severo. Me enorgullecía de ser un hombre muy pragmático y metódico que seguía ciegamente el ideal del emperador, fiel creyente de la verdad imperial hasta el día de hoy. Pero esa no era la razón de que muchos me odiara tanto como me tenían incluso a día de hoy. En el pasado, antes de la gran traición, había planteado a mi Padre la posibilidad de que en el futuro los Primarcas y sus legiones de Astartes traicionaran al Emperador, mis palabras no fueron descartadas como imaginaba.

Perdido en las EstrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora