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Fin de semana. Domingo. Trató de relajarse un poco y disfrutar de su almuerzo en el jardín junto a Enzo. Se sentía un poco más tranquilo de saber que David estaba encarcelado y probablemente, por mucho tiempo sería así, tenía que pagar por sus malas acciones. Mientras Enzo parecía disfrutar de unos deliciosos canelones.

- ¡Estoy sorprendido!

- ¿De qué?

- Gabriel por Dios, la comida no sabes cuánto me gusta este platillo. De mis favoritos.

- Aquí se come muy bien.

- No tengo duda de eso. Oye y por cierto ¿Qué fue de Isabella no la he visto por aquí?

- La verdad no lo sé, tampoco la he visto éstos últimos días y si la he cruzado ni siquiera me mira a la cara. Con éste nuevo "escándalo" gracias al infeliz de David mucho menos querrá verme.

- En algún momento entenderá que ese escándalo, como tú dices valió la pena, fue por ella para preservar su integridad y seguridad.

- No lo sé, esa muchachita es muy terca.

- Estás acostumbrado a múltiples desafíos, no creo que éste sea un problema para tí.

- Ella es muy especial, no es una chica cualquiera.

- Tranquilo, pude notarlo, eso solo quiero decir una cosa...

- ¿Cuál?

- Que vale la pena luchar por ella. Deberías ser un poco más prudente con tus decisiones, sabes que cada vez que echas marcha en algo muchas personas a tu alrededor, de alguna manera están involucradas directamente a tí.

- No hermano, es que yo sí tengo un imán para los problemas.

- Eres un tipo muy popular, ya sabes, tu desventaja es ser perseguido, te siguen donde quiera que vayas.

- Desearía tener una vida normal si quiera por un solo día.

- Tú puedes hacer lo que desees, eres alguien poderoso, nadie puede limitar o impedirte eso. Es solo una cuestión de actitud. Quieres ser libre, salir, viajar, ir de fiestas, pero debes aprender a manejarte con cuidado, eres una figura pública.

- Puede que tengas razón. Pero ya sabes Enzo, hay cosas que aún no puedo dejar. Si me entiendes ¿Verdad?

- Sí, que te gustan demasiado las jovencitas. Ay amigo, ojalá y pronto puedas quitar ese mal detalle de tu vida, probablemente suceda cuando te enamores de verdad y seas capaz de luchar por ese amor.

- Lo pensaré, no prometo nada pero lo pensaré.

- Va bene. Oye, ¿qué novedades hay de Sergio?

- ¿Sergio? Él, bueno, en un par de días estará por aquí. Y cuando eso suceda los demás también lo harán. Ya es tiempo.

- Me parece estupendo. Oye, allí viene Isabella.

Isabella se dirigía a ellos para atenderlos.

- Permiso. Solo quería preguntar si ya desean el postre.

- Oh, no, tranquila, estoy muy satisfecho. Un reconocimiento. ¿Lo cocinaste tú?

- Muchas gracias. Sí, señor Enzo.

- No hay de que. Tienes una gran cocinera Gabriel.

- Lo heredó de su madre. Por cierto, tampoco quiero postre, quizá más tarde.

- ¡Bien! Recogeré la mesa.

- ¡Espera! ¿Puedo hablar contigo?

- Ehh, ok.

- Los dejaré solos. Iré a caminar por el jardín. Te veo luego Gabriel.

- ¿Que desea?

- ¡Siéntate!

- Lo siento, no es correcto.

- ¿Qué? ¿Desde cuándo contradices mis órdenes? ¡Siéntate! Por favor.

- Está bien. ¿Qué quiere?

- ¿Dónde has estado ayer?

- ¿Perdón?

- ¿Dónde has estado? Nadie me notificó acerca de tu ausencia, y dejaste sola a Grace.

- ¿Quién iba a notificarte algo? Estabas muy ocupado atendiendo problemas, escándalos y paparazzis. Es que tú no aprendes ¿Verdad? Te comportas como un imbécil y todo el mundo lo sabe, podrías ser un poco más discreto.

- ¿Quieres insultarme un poco más? Hazlo.

- Es que... ¡Carajo! Sacas de quicio a cualquiera. El hombre respetable y digno de admirar en boca de todos y no de buena manera.

- ¿Terminaste?

- Creo.

- Aún no respondes mi pregunta. ¿Dónde has estado?

- Me fuí. Salí. Necesitaba estar sola para pensar y me sentí perseguida. ¿Desde cuando tengo guardaespaldas? ¿Que mierda es eso?

- Es por tu seguridad.

- ¿Seguridad de que? Nunca me pasó nada. ¿De que hablas?

- Hay cosas que tú no sabes.

- No entiendo

- Isabella, estabas en peligro. Quería protegerte.

- Deja de jugar conmigo. ¿Tengo cara de estúpida? ¿Pusiste gente para que me vigilé?

- Isabella. No sé puede hablar contigo.

- Es que contigo no quiero hablar.

- ¡Maldición! No es lo que piensas. Tú estabas en peligro. Las amenazas las recibí yo. Iban a hacerte daño y no podía permitirlo bajo ninguna razón. El tipo con el que me pelee en el bar, era un gran amigo y me traicionó, sabía todo de mí, mis pasos, de mis empleados y se había empeñado en lastimarte.

- ¿Qué? ¿Porqué justamente a mí?

- El sostenía que eras mi protegida, la consentida de la mansión por tu edad. El sabe...

- ¿Sabe?... Que te encantan las chicas de mi edad, y quería castigarte conmigo. ¿Es así?

- Algo por el estilo.

- No puedo creerlo. Mi vida corría peligro por tu culpa. ¡Dios!

- Iba a abusar de tí, él y otros. Jamás hubiera permitido que eso pase. No a tí.

- ¿Qué se supone que debo decir? ¿Gracias? Sabes, debo recoger la mesa.

- ¡No te vayas!

- Gabriel, no me siento bien -una lágrima corría en su mejilla -. Quiero estar lo más lejos posible de tí.

- Isabella.

- ¡Ya basta por favor! Sólo quiero irme.

Un nudo en la garganta de Gabriel, le impidió articular palabra alguna. Una vez más, la situación se le fue de las manos sin poder contener a Isabella como merecía.

GABRIEL ¿Ángel o demonio?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora