La mañana siguiente, despertó muy temprano, y bajó a la cocina por su desayuno, un café acompañado de algunas exquisiteces dulces lo esperaban y el jugo de naranjas recién exprimidas, lo que tanto le gustaba. Respiró profundo y se acomodó en su silla. Un momento después, apareció Enzo luciendo una camisa negra y una corbata brillante en tonos azules, el cabello mojado y una gran seriedad en sus labios.
- Buenos días, Enzo.
- Hola.
- Uyy, que seco estás hoy ¿No dormiste bien?
- Claro que sí.
- Pues, informaselo a tu cara que aún no se ha enterado.
- ¿Cuándo pensabas decírmelo?
- ¿Decirte? ¿Qué?
- Que fuiste a casa de Isabella a altas horas de la noche -alzando ligeramente la ceja izquierda.
- Vaya, vaya, tu novia no se aguantó hasta hoy para contarte todo por lo que veo.
- Estoy esperando una respuesta.
Por empezar, que no se te olvide que soy Gabriel de Angelis, el Gabriel del pueblo, el "poderoso" como muchos me llaman, y no le debo explicaciones a nadie. Es verdad, visité a Isabella, salí a hacer algo y pasé cerca de su casa.
- ¡Qué coincidencia!
- Fuí, sí, fuí, le llevé una propuesta importante para ella, a su altura, para que no vuelva a ser una simple sirvienta ni acá ni en otro sitio, le prometí eso a su madre, y yo cumplo mis promesas. Si hay algo que te preocupa, quédate tranquilo, aún no aceptó nada y por poco me corre de su casa otra vez. Quizás tú puedas convencerla de que acepte, que maneje su propia tienda y pueda crecer ¿Tiene algo de malo?
- No, claro que no. Si tus intenciones son las de ayudarla, pues bien por tí.
- ¿Tienes una idea mejor? No pensaste en ella, simplemente, le llevaste el dinero que te dí y nada más, debe tener lo suyo. Ella sabrá que hacer después. No quiero tocar éste tema contigo otra vez.
- Soy un inversor.
- Y yo soy el dueño del proyecto para el que tú decidiste invertir.
- Bien, cómo digas. Hablaré con ella. Como dices, será una oportunidad para ella.
- Así es, y tú podrás ayudarla en muchos aspectos, encárgate de eso, así deje de tenerle miedo al éxito.
-¿Qué harás hoy?
- No lo sé. Aunque debo organizarme,
pienso hacer un viaje a Argentina en los próximos días o semanas, ya veré.
- ¿A Argentina?
- Sí, Sergio me espera, y tengo algunos pendientes por allá, además de recorrer algunos lugares y también ir por algún rubro innovador. Me demostraste grandes habilidades, no habrá inconvenientes si me ausento un par de días ¿verdad?
- No. No mezclo la vida personal con el dinero, y sabes que puedes confiar en mí. Ahora debo irme.
- ¿Y tu desayuno?
- Tomaré un café en cuanto llegue a la empresa. Te veo luego.
- Ok.Los días en la mansión se hacían eternos, de pronto no encontraba interesante actividad alguna. Subió a su habitación y decidió escoger personalmente la ropa que ya no utilizaba para donar. Tenía demasiada, y consideraba que renovar su closet era una buena idea, llevaba años sin encargarse de eso, desde su vida como empresario las empleadas de la mansión eran quienes realizaban este trabajo.
Pasó un par de horas así, encerrado, guardando todo lo que sacó en bolsas de nylon negras. Bajó un momento antes del almuerzo. Se sintió asfixiado y optó por ir al jardín en busca de aire fresco.
Paseaba, sin pensar en nada, dando pequeños pasos y mirando al suelo. Al alzar su mirada vió a Isabella caminando hacia él con un aire de inseguridad y algo cabizbaja dirigiéndose hacia él, mientras se preguntaba el porqué de verla allí.- Hola Gabriel, el seguridad me dejó entrar.
- Isabella. Hola.
- ¿Puedo hablar contigo?
- Ehh, claro, solo tengo un momento, mi almuerzo está casi listo.
- No te quitaré mucho tiempo, perdón por venir sin avisar.
- Está bien. Ven, vamos a sentarnos
¿Quieres algo de beber? ¿Un jugo? ¿Una limonada?
- No, no. Gracias.
- Te escucho.
- Bueno... Yo... Estuve pensando un poco, es decir, en la propuesta que me hiciste.
- ¿Y bien? ¿Qué decidiste?
- Pues... Creo que es una gran oportunidad para mí, así que... Acepto.
- Vaya, no fue tan difícil convencerte o es que le pediste permiso a tu novio, seguramente...La cara de Isabella, abandonó su tenue sonrisa para transformarse en un rostro serio y lleno de desagrado ante aquél comentario.
- ¿Qué? ¿Cómo te atreves? Enzo no es mi novio.
- Y yo me chupo un dedo ¿Verdad?
-Conociéndote diría que eres capaz de chuparte cualquier cosa, no solo un dedo -irónica.
- No has cambiado nada, sigues siendo la misma insolente.
- Y tú, tan hiriente con tus intentos de picardía.
- No dije nada que no fuera verdad, no comprendo porque te molestas, y si es tu novio, bien por tí, nada más aprende a tomar tus propias decisiones sin tener que consultar a terceros.
- ¿Qué te hace pensar en eso?
La misma razón por la cual, apenas abandoné tu casa, le llamaste para contárselo todo. Y quiero suponer que durante la mañana él te dió el vistobueno a ello, se fue muy temprano, a darte tus 'buenos días' personalmente ¿0 me equivoco?
- No cambias más, eres posesivo, absorvente y celoso.
- Posesivo, absorvente y celoso, excelente definición, nunca mejor dicha. Sí, puede que sea todo eso y más, pero no te olvides, soy hombre y el mejor amigo de Enzo, lo conozco mejor que a nadie.
- A ver, a ver... vine de buenas a hablar contigo, no para que me hicieras planteos relativos a mi vida personal. Me hiciste una propuesta, ok, vine con mi respuesta en mano, pero así, en éstos términos, ya no lo sé.
- Basta de rodeos, bien por tu novio si te impulsó a aceptar, después de todo, será en beneficio tuyo, para tu crecimiento, y para que no estés de mendiga en trabajos mediocres.
- ¿Mendiga, yo? No lo puedo creer. Trabajé para tí como mendiga entonces -levantándose rápido de su silla.
- (Parándose y siguiéndola) Fué por poco tiempo, y llegaste aquí por Grace, con una buena paga ¿Qué te hace creer que en otro lugar recibirías una buena remuneración por tus tareas? Incluso el Gobernador, un ser poderoso y adinerado no es nada condescendiente con sus empleados.
- ¿En verdad lo dices?
- Sí. Conozco muy bien a ese sujeto, fuí a su casa en algunas oportunidades y de boca de uno de sus empleados surgió tal verdad ¿Entonces?
- Ok, ok, lo tomo. Aceptaré ésta oportunidad.
- ¡Excelente! Muy pronto, uno de mis abogados se pondrá en contacto contigo.
- ¿Abogado?
- Sí, Isabella. Debes firmar documentos, ésto no es un juego. El negocio estará a
tu nombre, tú serás la propietaria y encargada del mismo. Eres muy joven, de pronto necesites asesoramiento para que puedas topar de cara tu nuevo trabajo. Sé que piensas hacer un curso acelerado de administración, eso te servirá de mucho. Estoy más que seguro que podrás con ello, eres muy capaz.
- ¿Un negocio mío?
- Así es.La emoción le hizo perder la razón por un momento, en el cual, por un instante olvidó todo, y saltó a los brazos de Gabriel, rodeándolo con sus piernas y abrazandolo fuerte como señal de agradecimiento. Él, apreció tal gesto tomándola con firmeza, y cargándola como si de una niña pequeña se tratara, sintiendo el calor de su cuerpo emanado entre las fibras de aquel suéter de lana color violeta. Esa muestra de afecto se cortó bruscamente, cuando ella bajó avergonzada y con las mejillas rosadas sin saber que decir.
- Yo... Lo siento. Me excedí contigo. Lo lamento.
- Isabella. Fue solo un momento de felicidad del que disfruté mucho por cierto.
- Lo siento, de verdad. Y gracias por la oportunidad. Gracias, gracias. Ahora debo irme.
- ¡Espera! ¿Quieres almorzar conmigo?
- Lo siento, pero debo regresar a casa.
- Es mediodía ya.
- Comeré algo por el camino.
- No puedes comer en la calle.
- Estoy acostumbrada. No pasa nada. Yo, te llamaré luego. Adiós Gabriel.
- Como prefieras. Cuídate. Adiós.Se quedó viendo cómo se llevaba consigo su delicada figura,
contoneándose delicadamente entre los árboles del jardín. No podía negarlo seguía perdidamente enamorado de ella. Ese mínimo instante de tiempo, en el cual después de tanto tiempo, pudo volver a tenerla entre sus brazos aún siendo nada. Una sonrisa mezquina de felicidad inundó su rostro y con ello se conformó para tener un almuerzo tranquilo y en paz.
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GABRIEL ¿Ángel o demonio?
RomanceEl empresario multimillonario más joven de la ciudad, se destaca por su poder, fama y atributos físicos a los cuales nadie ha podido resistir. Sus malas costumbres pondrán en juego su figura pública. Cuando el amor toque su puerta sentirá como todo...