El polvillo seco ascendía a su nariz incluso con las ventanillas altas. Desconocía cómo era siquiera posible. Su glamuroso bebé, un KIA K5 en brillante azul Francia y recientemente lustrado con su cera favorita, lucía ahora opaco, cubierto de una tierra fina en tonalidad ladrillo que parecía difícil de quitar. Por si fuera poco, las llantas estaban bañadas en barro y Jimin sabía que había pisado alguna piedrilla en el camino, porque el coche hacía un ruido extraño al avanzar.
El campo de Daegu había sido su primer hogar. Allí, a unos cuantos kilómetros del famosísimo pueblo turístico Otgol, Jimin había crecido en un extenso campo con sus abuelos. A pesar de que sólo había vivido allí hasta su preparatoria, cuando finalmente se mudó a la ciudad de Seúl para continuar sus estudios en cuidado de su tía del corazón, todavía guardaba recuerdos vivos de ese polvillo de la ruta que ahora lo recubría como una bomba de humo impidiéndole respirar. Aunque fingiera molestia, se sentía familiar.
No obstante, Jimin no venía a visitar a los abuelos esta vez. Aquí en Daegu, en una zona rural más cercana al pueblo, vivía su mejor amigo de la infancia. No se habían olvidado el uno al otro en los veintiún años que tenían conociéndose, por supuesto que no lo harían ahora.
Claro, si es que lograba llegar entero. Bufó con fastidio cuando el ruido de las llantas finalmente colmó su paciencia y salió del coche con más fuerza de lo usual tras estacionarse. Se agachó, comprobando que en la rueda izquierda trasera definitivamente había una estúpida piedra triangular atascada. ¿Cómo podía sacar eso con sus manos sin llenarse de barro y aceite? Intentó una y dos veces, pero no había caso. Estaba demasiado atascada. Tal vez se saldría por su cuenta con el andar.
Suspirante, Jimin volvió a subir al coche, sin notar que había ensuciado sus lindos pantaloncillos negros con el polvo de Daegu. Arrancó el coche y encendió la radio para tapar ese estúpido truck, truck en su rueda y avanzó los kilómetros que le faltaban con total mansedumbre, dando curso libre a sus pensamientos.
Era invierno y el frío en el campo era cruel. Sobre el horizonte se expandía un cielo pálido de inicios de diciembre, el reloj oscilaba alrededor de las diez de la mañana por lo que la espesa bruma del amanecer había empezado a disiparse con los rayos tibios del sol. El clima era ligeramente más seco que en Seúl porque la humedad de las nubes era atrapada en las altas montañas que rodeaban la zona del campo. Eso conllevaba que el frío se sintiera más liviano, algunos grados más arriba, pero no por eso era llevadero. Como no había ciudades ni gran contaminación que regara calor con sus vapores o humos, el frío azotaba paradójicamente con una mayor libertad.
Tras chequear por quinta vez el GPS y tomar giros equivocados, Jimin finalmente logró divisar la cabaña de su amigo a lo lejos. Hace tres inviernos que no venía a visitar a su querido dongsaeng de dos años menor, Jeon Jungkook. Incluso había olvidado cómo llegar a esa linda choza vintage en un color jade que había ansiado reencontrar inmensamente, pero no podría aceptar.
Jimin bajó de su coche, estirando las piernas al fin y llenándose de un alivio inmenso cuando la brisa golpeó su cuerpo. Trabó las puertas de su querido KIA K5 y cuando sus ojos barrieron desde lo alto el capó, casi vocifera un grito de espanto. ¡Su amado azul brillante tornado un empolvado ladrillo! No pudo más que suspirar y seguir adelante, ya vería la manera de solucionar esto. Tal vez realmente debería haberle hecho caso a Jungkook y tomar un bus de larga distancia. Simplemente no quería que él viniera a recogerlo a la estación, sabía que su amigo también tenía su trabajo.
Habían tomado caminos muy diferentes. Era cuestión de verlos juntos en el mismo lugar para saberlo. Cuando Jungkook escuchó el ruido de un auto estacionarse y trabarse con un sonido fresco frente a su puerta, de pronto salió disparado a su encuentro como si fuera un cachorro batiendo su vaporoso rabo.
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𝗘𝗹 𝗺𝗲𝗰𝗮𝗻𝗶𝗰𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝗮𝗿𝗿𝗲𝗴𝗹𝗮 𝗰𝗼𝗿𝗮𝘇𝗼𝗻𝗲𝘀 (𝗬.𝗠)
FanficLuego de una serie de desafortunados eventos, e inmerso en un pueblo que ya no conoce, Park Jimin se ve obligado a ir al taller del viejo Gyu a arreglar su citadino coche. Una herramienta que se cae al suelo y entonces levanta la vista. El taller pa...