Epílogo

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En el departamento de Jimin flotaban las estelas de humo por el aire y se mezclaban al final de su nariz. Abrir la puerta era, en ese caso, como degustar un platillo en el que sólo al final se descubría la sazón de los ingredientes. Las personas solían decir que en la convivencia los perfumes se mezclaban hasta volverse uno. Hasta el momento, Jimin no había creído que algo como eso sería posible. Sin embargo ahora su departamento olía a Yoongi y dondequiera que vaya, creía ver volutas de humo azul evanesciendo.

Un año completo se ha deshojado y la primavera arribó el tren de las estaciones. El aire de Daegu se había transformado en una brisa templada sobre un verde profundo que lo abarcaba todo. Ahora el sol hacía cosquillas en la piel, los colores brillaban con fuerza sobre las montañas y se sentía como el sentimiento de estar enamorado.

Cerca de las diez de la mañana del sábado, Jimin colgaba las sábanas limpias en el cordón del balcón, siguiendo por los pares de medias. El aroma al suavizante de ropa se mezclaba con el perfume de la primavera y se preguntó por qué su sentido del olfato estaba tan sensible últimamente.

Tal vez las mudanzas tenían esos efectos.

Tras haber pasado estos meses en la cabaña de su mejor amigo haciendo números y malabares con su tarjeta de crédito, finalmente logró estabilizarse. Encontró un trabajo en el centro de Daegu y pudo arrendar su departamento con ayuda de Jungkook. No sólo estaba rodeado de rascacielos y edificios blancos, allí también estaban las montañas verduzcas y las flores de cerezo que volaban por el aire.

A unas cuadras de allí, Hoseok estaba alquilando un piso junto a sus compañeros de danza. Namjoon también lo había seguido porque planeaba hacer el examen de ingreso a la Universidad.

Al principio se sintió desnudo frente al mundo. Luego fue como si cayera al vértigo con los ojos cerrados. Pero el golpe nunca llegó al final.

Jimin revisó el reloj luego de terminar de colgar la ropa limpia. Los sábados Yoongi llegaba cerca del mediodía y debía empezar a preparar el almuerzo pronto. En aquel lugar que flotaban sus aromas, la primavera y el suavizante de ropa, ahora se mezclaba el perfume de la comida casera.

Justo cuando estaba sirviendo el arroz en los cuencos, Jimin creyó ver algunas volutas de humo a sus espaldas. Estaba a punto de regañarlo, le iba a recordar que no le permitía fumar en su departamento, él lo sabía perfectamente, sabía que la única excepción era una: cuando hacían el amor. Pero entonces, al darse vuelta, sólo encontró su figura de espaldas pulcramente, colgando su largo delantal blanco en el perchero de la entrada.

—Yoongi hyung, llegas temprano —dijo, volviendo su atención al almuerzo.

El pálido dejó su maletín en la silla y abrió los dos primeros botones de su camisa. Para ese entonces su cabello estaba más corto y ya no tenía aquellos rebeldes mechones grises que lo caracterizaban, hallándose un uniforme chocolate oscuro que se aclaraba más en los meses de verano.

—El examen no estaba difícil. El profesor liberó antes a los que terminamos rápido.

—¿No será que eres tú el que estudia demasiado? —rio, llevando los platos a la mesa.

—Supongo. Ver cuánto has mejorado en tus habilidades culinarias este tiempo es suficiente para hacerme creer que nada es imposible —se burló, tomando los palillos—. Gracias por la comida.

Jimin bufó, comenzando a comer en un ritmo más lento que su hambriento mayor.

—Cuando seas un gran médico, te aceptaré como mi novio. Así que tienes que esforzarte, hyung —le sonrió.

𝗘𝗹 𝗺𝗲𝗰𝗮𝗻𝗶𝗰𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝗮𝗿𝗿𝗲𝗴𝗹𝗮 𝗰𝗼𝗿𝗮𝘇𝗼𝗻𝗲𝘀 (𝗬.𝗠)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora