X.

393 49 1
                                    


Jimin siempre se había considerado una persona débil, solía dudar de estar haciendo lo correcto la mayoría del tiempo y no podía tomar decisiones importantes por sí mismo sin consultar a alguien más. Tal vez eran esos monstruos de ciudad que lo hacían dudar siempre de todo, menos de aquello que debía cumplir al pie de la letra. Era quizá porque nunca se detuvo a pensar en sí mismo que ahora tenía este tipo de problemas.

Había despertado temprano, las aves apenas empezaban a cantar en el cielo oscuro por un amanecer que todavía no había llegado. Soplaba un aire frío que helaba sus huesos, pero se obligó a sí mismo a salir de la cama con su pijama de seda rosa puesto y bajó las escaleras rápidamente, temiendo que él no estuviera ahí.

La respiración volvió a su cuerpo cuando lo halló de espaldas, encendiendo el fuego de la chimenea con sus amplios brazos enfundados en una sudadera negra con manchas de lavandina por el uso. Sus cortos cabellos cereza brillaban frente a las brasas del fuego que empezaba a nacer en el gélido temporal de las seis en punto. Jungkook se dio vuelta cuando escuchó unos pasos acercarse.

—Jungkookie... —murmuró el rubio, tallando sus ojos para obligarse a despertarse—. Por favor, respóndeme. ¿Todavía me quieres a tu lado?

Tras esas palabras, su amigo volvió la atención a las llamas, acomodando la leña para que el fuego avivara. Por unos momentos sólo pudo observar su espalda y el silencio que espesaba en un mal presagio.

—Explícate, no entiendo a qué te refieres —dijo finalmente el menor.

Jimin se sentó en el sillón despacio, temiendo que pudiera romper la burbuja que se había creado entre los dos con el más mínimo paso.

—Bueno... Si todavía me quieres a tu lado, puedo quedarme aquí contigo. No olvidé que me invitaste a conocer a los niños hoy —sonrió—. Y si por el contrario, no me quieres a tu lado... Supongo que puedo tomar un tren a Seúl y venir a buscar mi coche cuando esté arreglado. Yo... No quiero molestarte. Para que sepas, yo sí quiero quedarme, pero-

Su habla se detuvo abrupta cuando Jungkook se puso de pie, limpiando el aserrín de sus manos frotándolas ruidosamente entre ellas. Entonces se giró a verlo, casi en cámara lenta, para escrutarlo con esos ojos grandes de avellana dulce, que ahora rezaban una mirada vacía como un témpano. Era esa mirada que no veía hace años, la misma que Jungkook ponía cuando algo lo había lastimado y él, tan torpe como siempre, no sabía entenderlo; o cuando la abuela lo retaba por su culpa, por algo que Jimin había hecho, pues en el fondo él siempre intentó cubrirlo aunque no lo supiera.

Era esa mirada que ahora calaba profundo y se volvía tan real como el hecho de que el sol saldría, tarde o temprano, para todos en este mundo.

—Irte no solucionará nada, Jimin-ssi. Eso sólo es de cobardes y yo no tengo alma para echarte, no haría algo como eso —respondió, pasando de largo para ir hacia la cocina.

Jimin se puso de pie y lo siguió rápidamente, sin importarle que las plantas de sus pies se helaran con la madera fría, a centígrados bajo cero.

—Koo, siento si dije algo que te molestó. En serio quiero hacer lo mejor, por eso te pregunté, sabes que yo no quiero irme —justificó, puchereando sin quererlo—. ¿Puedo ir al jardín contigo hoy?

Jungkook estaba concentrado haciendo algo de café, pero aun así, asintió con la cabeza. Y eso fue suficiente para hacer al mayor de los dos sonreír, a pesar de que las cosas se sintieran tan tensas.

Luego de haber desayunado juntos en silencio, subieron a sus habitaciones a cambiarse; Jungkook con su delantal blanco y Jimin con un abrigo de invierno y sus botas. Tras eso, salieron en el pálido temporal rumbo a la moto del menor.

𝗘𝗹 𝗺𝗲𝗰𝗮𝗻𝗶𝗰𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝗮𝗿𝗿𝗲𝗴𝗹𝗮 𝗰𝗼𝗿𝗮𝘇𝗼𝗻𝗲𝘀 (𝗬.𝗠)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora