Era su segunda mañana en Daegu y el clima anunciaba lluvia. En el jardín de la cabaña verde jade, el rocío soplaba de los árboles con la brisa regando la humedad en la tierra, la cual ascendía mezclándose con el perfume de las flores circundantes. Sobre los árboles, el cielo era de un profundo gris que envolvía las últimas nubes brillantes, al este el sol se escondía entre el verdor del campo con una magnificencia azul. La última claridad en las lagunas estelares era tragada por los oscuros nubarrones mientras Jimin, ajeno a su alrededor, recolectaba pacíficamente las mandarinas del árbol.
Su mejor amigo Jungkook se había ido a la escuela a las siete en punto, cuando apenas los pichones de invierno comenzaban su canto. Jimin todavía dormía así que no había tenido la oportunidad de despedirse. Sus horarios de vacaciones eran caóticos y llevaba el cansancio acumulado de todo el año en su cuerpo, sumado a la tranquilidad del campo, lo hacía arrullarse en los sueños como hace tiempo no lograba. De todas formas no era su intención levantarse a las diez de la mañana como todo un holgazán y perderse del desayuno con su amigo. Realmente haría el intento por acomodar su sueño y poder pasar más tiempo juntos.
Mientras tanto, como siempre que el perfume de la lluvia endulzaba el aire con la tierra, a Jimin se le antojaba comer bizcochos cítricos, tal vez alguna tarta de manzana y canela recién horneada, acompañada con una taza de té verde. Como no había árbol de manzanas, es por eso que se encontraba recolectando mandarinas para su budín. No era el mejor cocinero pero siempre había adorado la repostería dulce, en especial cuando los ingredientes eran del campo, recolectados por sus propias manos. Tras comprobar su blandura y color, entre otras cualidades, Jimin bajó de la pequeña escalera de madera con cuidado y se llevó tres mandarinas en su canasta.
Recién acababa de llegar a Daegu, era apenas su segunda mañana, contando la anterior del día que había arribado, y ya se sentía más suelto. Podía permitirse estar con el rostro lavado, sin una gota de maquillaje y las ropas cómodas de entrecasa, al menos en la cabaña de Jeon, todavía no se había dado el lujo de salir a pasear por el centro. Con un chasquido de dedos, llamó a Mandarina y se adentró a su cocina favorita. ¡Cuánto adoraría hacer su budín allí!
—Mandarina-ssi, acompáñame a hacer un budín de mandarinas. Ah, eso suena tan divertido —rio suave por su tonta broma, rebuscando los elementos necesarios para hacer su bizcocho.
Afortunadamente se consideraba alguien limpio y partidario del orden, quizás excesivamente. Al terminar todo quedaría impoluto como si nada hubiese sucedido allí. En cambio, su amigo solía ser un poco más desastroso, lo supo por algunas cacerolas al revés y cucharas que estaban en el mismo lugar de los tenedores, algunas tazas acumuladas en el lavabo. Sabía que se encargaría de mantener el orden este mes y medio y luego Jungkook extrañaría la disposición de las cosas, era naturalmente bohemio, no tanto por la falta de tiempo sino por su despiste. De esas personas que no perdía la cabeza sólo porque la tenía pegada al cuello.
Jimin comenzó a tararear mientras las aves alrededor cantaban, sintiéndose una encantadora representación de Blancanieves. Mientras tanto, batía tres huevos con sus yemas y claras, aclarando los doscientos gramos de azúcar. Hacerlo a mano era más complicado que usar una simple batidora, pero no había necesidad de apuro. Cuando terminara el budín, se lo iría a llevar a su amigo al trabajo y podrían compartirlo con los niños.
El perfume cítrico y dulzón de las mandarinas comenzó a camuflarse con la esencia de vainilla en ramos en un aroma completamente estimulante para su boca. Las aves dejaron de cantar cuando las primeras gotas de lluvia comenzaron a caer, combinándose con el petricor que atraía en la cocina con la ligera brisa. Las gotas se acumulaban gélidas en los capullos a punto de florecer y en el cuenco de las frondosas hojas de los árboles.
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𝗘𝗹 𝗺𝗲𝗰𝗮𝗻𝗶𝗰𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝗮𝗿𝗿𝗲𝗴𝗹𝗮 𝗰𝗼𝗿𝗮𝘇𝗼𝗻𝗲𝘀 (𝗬.𝗠)
FanfictionLuego de una serie de desafortunados eventos, e inmerso en un pueblo que ya no conoce, Park Jimin se ve obligado a ir al taller del viejo Gyu a arreglar su citadino coche. Una herramienta que se cae al suelo y entonces levanta la vista. El taller pa...