VIII.

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El dulce perfume de las mandarinas embalsamaba el aire del hogar, tintado en el fondo de vainilla y motas de chocolate amargo. Flotaba como una nube que lo seguía incluso hasta su habitación, en el piso de arriba. Había llegado hace varios días pero todavía no tuvo tiempo de ordenar sus pertenencias. Mientras esperaba a que su amigo arribara a la casa, Jimin aprovechó a hacer algo de limpieza luego de haber cocinado un nuevo budín.

Siguiendo un largo pasillo de madera, en el cual el techo se sentía un poco bajo, había tres puertas: la más cercana al pasillo en color aguamarina era la habitación de invitados que actualmente ocupaba Jimin. La puerta del frente era en color blanco y tenía numerosos dibujos y pinturas, claramente siendo la habitación de un artista como Jungkook. Entre lo más llamativo había distinguido una calavera hecha con tinta negra, un micrófono sombreado y algunas frases en inglés en verde flúor como rather be dead than cool. Cada vez que volvía a la casa, nuevos dibujos se agregarían haciéndole imposible llevar la cuenta.

La habitación de al lado estaba casi en el final del pasillo, al costado de una pequeña puertecita similar a un ojo de buey por la que ingresaba un halo fino de luz de los árboles vecinos. Consistía en una simple puerta de madera caoba en donde Jungkook elaboraba sus dibujos y pinturas, algo parecido a una sala artística. Jimin había entrado alguna vez, aunque hacía ya tiempo, pero recordaba el hedor a pintura, los atriles de vinilos desparramados y un amplio ventanal que daba vistas al bosque y el vasto cielo, un motivo de inspiración recurrente de los artistas.

En la actual habitación de Jimin también había una gran ventana que daba al jardín, de cortinas blancas finas como el tul con bordados de rosas azules. La cama estaba en el centro, era individual y tenía las sábanas negras: por preferencia de Jungkook todas las sábanas eran de ese color. Había un armario de pared que quedaría pequeño para toda la ropa que Jimin tenía en Seúl, pero estaba bien para lo que solía traer para un mes de estancia. Actualmente estaba ordenando la ropa en sus perchas, porque odiaba tener que revolver su maleta para buscar una camiseta o pantalón en específico. La cama terminaba hecha un desastre de bolas de ropa y todo se arrugaba, obligándolo a usar la demoníaca plancha.

No había más mobiliario allí que una mesita que había traído Jimin hace muchos años y había construido su abuelo. Era por lo tanto de madera de roble macizo, barnizado por el mismo Jimin de once años que a esa edad sentía curiosidad por la carpintería. En estos momentos la utilizaba como una mesita de noche, dejando allí algunos libros, su celular y perfume.

Cuando terminó de ordenar, se lanzó agotado en la rasposa alfombra de yute que había frente a su cama. Apoyó la espalda en el colchón y de inmediato, Mandarina saltó de la cama hacia su regazo. La gatita llevaba durmiendo desde hace rato entre las montañas de ropa, como si disfrutara el desorden. No dejaba de ser la mascota de Jungkook después de todo.

Jimin comenzó a acariciar su pelaje, perdido en el color blanco de las paredes. La brisa fría del jardín ingresaba pacíficamente por las ventanas abiertas, batiendo las cortinas atadas en sus moños azul seda. Cada vez que presagiaba este silencio, no sabía bien cómo sentirse. Le sucedía especialmente durante el día, cuando los engranajes del mundo funcionaban más velozmente. En Seúl, no tenía ni siquiera tiempo para pensar en qué almorzar, por supuesto que no repararía en sí mismo. Pero era algo a lo que se había acostumbrado antes de poder cambiarlo.

Y ahora, cuando lo invadía esta tranquilidad repentina y se veía con todo el tiempo del mundo para empezar a pensar, tanto en él como en la vida, se sentía tan inquieto como angustiado. Luego de tres años corriendo sin parar, este sentimiento lo descolocaba profundamente. Tenía todo el tiempo del mundo para hacer lo que quisiera, desde cocinar un budín hasta balancearse en la hamaca, pasar tiempo con una mascota o regar las flores. Se supone que la vida debía ser algo más acelerado que esto.

𝗘𝗹 𝗺𝗲𝗰𝗮𝗻𝗶𝗰𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝗮𝗿𝗿𝗲𝗴𝗹𝗮 𝗰𝗼𝗿𝗮𝘇𝗼𝗻𝗲𝘀 (𝗬.𝗠)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora