XVII.

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Un día antes de Navidad.

No importa cuánto tiempo pasara, Min Yoongi siempre lo dejaba igual de desarmado. Se preguntaba dónde estaba ese mecánico que arreglaba todo lo que tocaba con sus manos si a él sólo lo destrozaba un poco más cada día. Y los parches al día siguiente volvían a salirse, porque ninguna cura le duraba demasiado cuando se trataba de él.

Esa tarde, como era usual, Jimin se encontró con Yoongi. Esta vez salieron a caminar bajo un paraguas transparente. No necesitaban salir a ningún lado excepcional, ni gastar dinero, de hecho jamás habían salido más que a hacer compras por el centro. Hoy Jimin quería verlo por otros motivos. Hace varios días que el taller mecánico no abría y eso no había pasado desapercibido para el menor.

—Yoongi hyung. ¿Me has secuestrado el auto y no me quieres decir? —continuó insistiendo con suavidad.

Tomó su mano blanca y entrelazó los dedos. La diferencia en el color, textura y tamaño era algo que siempre lo conmovería. Contrario a Yoongi, sus manos eran delicadas, suaves por las cremas de durazno que solía utilizar y de dedos pequeños, brillantes por los anillos de plata. A Yoongi le gustaban mucho sus manos.

—No es eso, Jimin-ah. Simplemente estoy tomándome unas vacaciones. ¿No crees que eso es bueno? ¿O quieres hacerme trabajar? ¿Ya no me soportas a tu lado? —recriminó entre risas.

Jimin bufó, sabiendo que él no era sincero. Había algo más allá que no le estaba diciendo. Decidido a dejar de presionarlo, selló sus labios con la duda. Tal vez con el tiempo él le diría, aunque el tiempo en realidad fuera un concepto escaso.

Se encontraban en una zona rodeada de árboles desnudos, parecido a un parque enorme arrasado por la temporada que Yoongi decía era su motivo de inspiración cuando a veces escribía. Jimin supo que ejercitaba la escritura en un cuaderno de hojas amarillas, repleto de notas que sólo él entendía, no únicamente porque su letra fuera desprolija. Actualmente, el colchón de hojas que pisaban atenuaba la tierra mojada con sus tonalidades rojizas por algún retazo del otoño que había pasado. Caía una ligera lluvia, pero aun así Yoongi había insistido en que usaran un paraguas por si llegaba a enfermarse. Mañana se celebraría nochebuena y no quería que Jimin estuviera resfriado.

—Yoongi... ¿Por qué siento que estás triste de pronto? —susurró el menor.

Estaba preocupado. No era el silencio. Yoongi no solía hablar a menudo, la mayoría de las veces siendo él quien lo llenaba con sus palabras por los dos. Era quizá la manera en la que veía la lluvia en ese instante, humedeciendo la corteza de los árboles con su aroma fresco; la forma en la que sus ojos captaban las sombras, los bordes, la textura de las cosas.

Jimin sabía que las personas observaban nimiedades como si fuera lo más interesante del mundo cuando estaban deprimidas.

—Supongo que no me gustan estas épocas —se encogió de hombros.

Yoongi lo apegó más a su cuerpo. Jimin tenía la gruesa chaqueta del mayor, aquella con aroma a tabaco y espuma de afeitar, cubriéndolo por los hombros. Estaba repentinamente feliz de que el paraguas fuera sólo uno y tuvieran la necesidad de estar así de cerca.

—¿Dónde pasarás la navidad, Yoonie?

Realmente esperaba que su respuesta no fuera la que estaba pensando. Pero por mucho que lo hubiera deseado en su corazón, no pudo hacer nada para no oírlo.

—Con nadie. No celebro la navidad —carraspeó—. De hecho, probablemente abra el taller mañana por la noche. Sabes que los accidentados aumentan en nochebuena. En consiguiente, significa que tendré más trabajo.

𝗘𝗹 𝗺𝗲𝗰𝗮𝗻𝗶𝗰𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝗮𝗿𝗿𝗲𝗴𝗹𝗮 𝗰𝗼𝗿𝗮𝘇𝗼𝗻𝗲𝘀 (𝗬.𝗠)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora