XIII.

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No supo cómo responder a algo así. En realidad, lo había dejado pasmado, completamente sin habla como si la lengua se le hubiese enredado en palabras sin sentido. ¿Fue siempre su orgullo todo este tiempo? ¿Era por mero orgullo que había perdido a su mejor amigo y que no podía aceptar que la ciudad sencillamente no era para él? ¿Era por orgullo que tampoco podía admitir que Min Yoongi le gustaba, por error o desatino, por azar o costumbre; por algo que era imprecisable pero lo instaba a dilucidarlo despavoridamente?

¿Qué diablos era el orgullo que manchaba tanto el corazón de las personas?

Lo había dejado allí, simplemente estático en la pregunta, mientras con la excusa de llevar la lasaña al horno y llenar las copas de vino abandonó la sala. Jimin suspiró, dejándose resbalar del sillón al suelo y abrazando sus rodillas frente a la chimenea, sin importarle que su piel quemara y se resintiera por la cercanía al fuego.

—¿Por qué me hace esto? —lloriqueó entre sus rodillas, sólo oído por Mandarina quien se acercó a su regazo para consolarlo.

Flotaba un aroma a lasaña indistinguible y delicioso. A pesar de su ligero desazón, supo que no quería seguir arruinándolo. No necesitaba ser su peor enemigo en este momento, ninguno de los dos lo merecía. Se puso de pie unos minutos después, suspirante, limpiando las lágrimas traicioneras que se habían acumulado finas en sus párpados. En ese mismo momento, Min Yoongi se acercó desde la puerta que conectaba con la cocina.

—Supongo que no te perderás mi lasaña, ¿o eso tiene algo que ver con que no sea tu tipo en lo absoluto? —bromeó con la espátula de plástico en mano.

—Cállese, Min. Creí que había dejado las bromas atrás —refunfuñó, caminando a largas zancadas hasta la cocina.

Allí el aroma se concentraba increíble, Jimin aspiró profundamente cerrando sus ojos y sin poder evitar soltar un sonidito gustoso.

—Las dejaré atrás cuando admitas que te derrites por mí —sonrió, comenzando a servir en los platos con ayuda del menor.

—Nunca diría eso por un hombre. Sería patético de mi parte, hyung. Así que no lo esperes —rio, sentándose en la mesa seguido del hombre.

Ambos agradecieron por la comida antes de probar bocado. El primero en hacerlo debía ser naturalmente Jimin.

—¿Los roles se invirtieron y ahora eres tú el que espera ver mis reacciones y cumplidos? —preguntó con sorna, soplando el bocado de lasaña que desprendía un caliente humo.

—No temo admitirlo, lindura.

Finalmente llevó el tenedor a su boca, sintiendo de inmediato los sabores explotando en su paladar. Cerró sus ojos sin querer, la salsa bechamel estimulaba delicadamente y se camuflaba con el sabor fuerte de los tomates y la carne suavizándose con las verduras acolchonadas en masa suave. El picante y salado estaba perfectamente equilibrado así como el resto de condimentos que Jimin desconocía podían combinar tan bien en un platillo.

—Hyung... Es tan delicioso que lloraré.

Yoongi rio bajo, comenzando a comer satisfecho sólo por haber oído lo que quería. Los sonidos que hacía el metal al chocar con los platillos de cerámica blanca eran todo lo que ocupaba el ambiente, acompañando las conversaciones triviales que mantenían acerca de la comida y cómo el hermano de Yoongi aprendió a cocinar trabajando para varios restaurantes del centro.

El mecánico estaba realmente gustoso de recibir tantos halagos y no tenía intenciones de disfrazar su ego con nada.

—Jimin-ah, ¿realmente no tienes pareja? —continuó en algún momento que la conversación se apagó.

𝗘𝗹 𝗺𝗲𝗰𝗮𝗻𝗶𝗰𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝗮𝗿𝗿𝗲𝗴𝗹𝗮 𝗰𝗼𝗿𝗮𝘇𝗼𝗻𝗲𝘀 (𝗬.𝗠)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora