XXV.

140 27 2
                                    


Él estaba ahí y brillaba. Era todo lo que sus ojos podían ver. Con el aliento enfriándose en sus labios, apenas escapando de su cuerpo y la conocida sensación de mareo cada vez que estaban cerca. Cuando Yoongi tocó su rostro, sus manos se sintieron frías.

Ahuecó sus mejillas entre manos y se agachó unos centímetros, sólo un poco, lo suficiente para verse a los ojos directamente. Supo que él llevaba unos zapatos de tacón negros, lustrados y lo sobradamente relucientes para alguien que solía ver con borcegos de tierra. Todo le quedaba bien, incluso las facetas que no conocía.

Agachado, Yoongi lo miró de cerca, entre largas pestañas oscuras de ojos rasgados.

—Te extrañé, Jimin-ah. No pude soportarlo más y vine a verte —le confesó, con su aliento vaporeando blanco.

Siete días alejados. ¿Jungkookie le había recomendado hacer esto el día anterior? ¿Él le dijo cuánto le gustaban estas tonterías románticas? Era una noche nevada de principios de enero. Empezaba a caer una llovizna fría que se congelaba al tocar el suelo y sus piernas, enfundadas en un pantalón de pijama, empezaron a temblar. Fue una noche como esta que Min Yoongi vino a buscarlo, a pesar de que no había huido en primer lugar.

Sus cabellos negros, largos hasta los pómulos, caían suavemente con aquel desproporcionado mechón gris. Dos ojos negros lo miraban profundamente y brillaban con el paisaje blanco.

—Yoongi...

Y quiso decirle tantas cosas, pero sólo pudo abrazarlo en ese instante. Sus cortos brazos lo estrecharon con fuerza, sintiendo las largas manos reposando despacio en su espalda. Lo rodeó, sintiendo que esa chaqueta de cuero estaba tan helada como el aire y que quizás, así debía sentirse el mundo entre brazos.

—¿Por qué pareces tan sorprendido? —se asombró él, escondiendo una sonrisa.

—Porque lo estoy, idiota... —musitó sin separarse—. ¿Cómo puedes ser así de idiota? Es de noche y está nevando. Manejar en la ruta en estas condiciones es muy peligroso, y encima en un descapotable... Estás helado. Podría haberte pasado algo. ¿Qué hubiera hecho de ser así? Torpe, eres torpe —se separó unos centímetros para verlo a los ojos.

Sus manos se aferraban a sus hombros, sus ojos se llenaban de lágrimas.

—Cállate, citadino. Sólo cállate —le pidió él, tomándolo de la cintura—. Sabes cuál es mi manera de callarte, pero no lo hago por respeto a tus abuelos. Realmente mereces un beso ahora mismo.

Yoongi tocó sus gruesos labios juguetonamente con su pulgar antes de volver a ahuecar su rostro entre manos.

—Tengo razón, podría haberte pasado algo. No tienes excusa —reprochó en lo bajo.

—Y yo dije que no hay hora para extrañar a mi chico y venir a verlo. ¿Tienes algún problema con eso? —volvió a insistir, alzando el pequeño rostro y sus ojos penetrándolo con la seguridad de sus palabras.

Yoongi lo vio todo en esos ojos avellana. Y Jimin no se vio capaz de decir nada, sólo pudo cerrar sus párpados y dejar que sus narices se acariciaran, heladas por la nieve que empezaba a llenar sus cuerpos de agua.

Tomó su mano entre la suya y lo guio hacia adentro.

—Supongo que no tendrás vergüenza de que te presente a mis abuelos ahora, ¿verdad? —preguntó antes de abrir la puerta, sólo para estar seguro.

Yoongi se carcajeó, negando con su cabeza. Jimin realmente no pensó que su noche terminaría de esta manera, pero era también por lo imprevisto de la situación que se sentía profundamente emocionado. Tomó un largo respiro antes de arrastrar a su mecánico favorito hasta la cocina.

𝗘𝗹 𝗺𝗲𝗰𝗮𝗻𝗶𝗰𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝗮𝗿𝗿𝗲𝗴𝗹𝗮 𝗰𝗼𝗿𝗮𝘇𝗼𝗻𝗲𝘀 (𝗬.𝗠)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora