XVIII.

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Esa fue la navidad más feliz que Jimin tuvo en su vida. No le importó que Yoongi se hubiera puesto gruñón de a ratos cuando se les dio por cantar villancicos a todo pulmón entre todos. Incluso Hoseok se había unido pronto a la atmósfera festiva. Namjoon, el amigo de Jungkook, era algo cauto, reservado y parecía ponerse reflexivo con unas copas encima. Fue el compañero perfecto para su huraño mecánico en esos momentos.

Repartieron uvas pasas con chocolate cerca de las doce, todos estaban bastante bebidos para ese momento. Las copas largas de cristal mantenían el champagne burbujeante y dulce como el oro. La mesa había quedado hecha un desastre luego de toda la comida y alcohol que pasó por sus bocas. Cerca de la hora del brindis, el ambiente se había aminorado e irremediablemente algunos se habían apartado para conversar tranquilamente.

Taehyung en el regazo de Jungkook dándole uvas pasas con chocolate en la boca y Namjoon hablando con Hoseok, ambos haciéndose grandes amigos en el transcurso de la noche. Tenían personalidades completamente opuestas, pero complementarias. Namjoon era un hombre amable y paciente para hablar, como si siempre eligiera las palabras con cuidado. Su temple era racional y observador. De aspecto fornido y piel canela, un metro ochenta de altura que lo hacía ver enorme al lado de los más bajos y lacios cabellos negros que mantenía en un mullet. Era trabajador jardinero porque amaba la flora de Daegu y vendía cosechas a los vecinos en temporada. De hecho, Jungkook lo había conocido por las ofertas de calabazas en la época de Halloween, algunos meses atrás, cuando se le dio por decorar la casa con ese ambiente y oyó de su puesto cerca de la escuela. Tal vez fue en la misma temporada que adquirió el juego de la Ouija y la obsesión con lo paranormal.

Hoseok era un simple ayudante de taller mecánico, su personalidad más sencilla, no pensaba dos veces antes de hablar y siempre tenía una risa bajo la manga para todo lo que oyera. Solía sorprenderse mucho cuando escuchaba a los dos mayores en la mesa, ambos de temple más reservado, casi como si tomara nota mental. Ambos eran humildes trabajadores y habían vivido toda su vida en Daegu por lo que tenían estilos de vida parecidos, fáciles de acoplarse.

Quizá porque se llevaban tan bien entre todos y la noche lucía avanzada es que Jimin se permitió alejarse un poco. Había comido chocolate hasta reventar, así que no tenía ganas de comer pasas uva. Y sin embargo, con algo de pudor, tomó uno de los boles con los dulces y la muñeca de Yoongi en su otra mano, arrastrándolo hasta la cocina.

Afuera el clima estaba helado y en la sala estaban los demás chicos haciendo escándalo. Cerca de la chimenea, estaban las seis botas y también los regalos, por lo que no podrían ir para ese lado sin que el resto pensara que estaban husmeando.

—¿Ahora tú me estás secuestrando? —bromeó él, su voz más ronca por el alcohol que había ingerido.

—Sólo quería estar contigo unos minutos. No te emociones, volveremos pronto para brindar —le aclaró con el mismo tono burlesco.

Si no podía luchar contra eso, adoptaría un buen contraataque. Sin decir nada, Jimin se sentó en la mesada, con sus piernas colgando y Yoongi enfrentándolo en el medio de ellas. A su lado, la ventana verde jade estaba ligeramente abierta, dejando soplar el gélido aire de una noche sin brisa. A esta hora el cielo invernal luciría completamente a oscuras, pero gracias a las luces de hadas que Jimin había colocado en la entrada, el escenario era tan mágico y luminoso como miles de luciérnagas.

—¿Ya te dije lo precioso que estás hoy? —preguntó el pálido, subiendo la mano por sus muslos y haciéndose el tonto.

Jimin tomó una de sus manos y la bajó hasta su rodilla, dándole un ligero golpecito para que se quedara ahí.

—Lo dijiste varias veces —asintió.

—Siempre estás precioso, pero cuando usas esta ropa citadina, no puedo evitar verte como un ángel.

𝗘𝗹 𝗺𝗲𝗰𝗮𝗻𝗶𝗰𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝗮𝗿𝗿𝗲𝗴𝗹𝗮 𝗰𝗼𝗿𝗮𝘇𝗼𝗻𝗲𝘀 (𝗬.𝗠)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora