Diecinueve

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Jamás debí dejarme llevar por las dulces melodías que escupías.
Resultaron ser veneno.
Jamás debí ceder al delicado desliz de las yemas de tus dedos por mi piel.
Resultaron ser lija desgarrándome la piel.
Jamás debí hacer eso.
Pero lo hice porque tú jamás te detuviste.
Jamás debí seguir con eso.
Pero seguí porque tú demostrabas valer la pena.
Y ahora, me arrepiento.

Aún recuerdo como cada noche por llamada, antes de dormir, pintabas mis noches más oscuras de algún color que alguna vez llegué a creer, era amor.
Recuerdo como hiciste todo lo posible para que yo captara tu atención, a pesar de, estar haciendo lo mismo con otros, juraste que yo era el único de tu interés.
Y recuerdo las veces en las que notabas que yo me quería ir y me acorralabas con tus más "sinceras" disculpas y falsas promesas - no lo vuelvo a hacer, cambiaré. - para luego desvanecerlas de mi mente con tu buen comportamiento y tu faceta del novio perfecto que siempre soñé.

Siempre fue así.
Manipulaste mis acciones.
Cambiaste mis colores.
Tomaste mis palabras,
Y las volviste contra mí.
Y el alma que alguna vez honró el nombre de Jesús, fue manchada vilmente por un cruel ser que se aprovechó de mi inocente corazón que creyó en él.

Porque así fue.
Para mí, fue el amor tocando a mi puerta por primera vez.
Para ti, solo fui otro lienzo más el cual pintaste a tu conveniencia para luego colgarlo en la pared donde yacen tus demás "obras de arte."
¿No es así, Señor van Gogh?

Cuando terminó todo, se suponía que había muerto todo aquello.
Pero aún lo recuerdo con la misma emoción con la que tú rozaste tu puño en mi mejilla aquella vez.
Las lágrimas que cayeron, las marcas que nunca vieron.
Los gritos que nunca oyeron, y el miedo que me acobijó.
Devuélveme la inocencia que una vez tomaste.
Odio ver a todos como tú me los pintaste.
Odio ver mi mundo a través de lentes rotos.
Odio verme al espejo y que mi reflejo esté incompleto.

entre lobosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora