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Minho se bajó del auto para ir a la farmacia y comprar las pastillas, y agradecía profundamente el haber encontrado la receta médica en la billetera de Youngmin, o tendría que ir a casa y regresar.
— ¿Dos botes de 30 pastillas? — Preguntó sorprendido. — ¿Cuántas se toma al día? — Preguntó al aire mientras entraba nuevamente al auto y la miraba dormir en el asiento de atrás.
Emprendió rumbo a la casa, y al llegar, primero entró para bajar las pastillas y el bolso de la menor, y luego regresó al auto para cargarla y llevarla a la habitación.
Ahora mentiría si dijera que no iba a extrañarla verla despertarse cada mañana con el cabello alborotado y los ojos medio cerrados. Incluso recién levantada era bonita.
Minho sacudió su cabeza ante esos pensamientos y se acercó a la cama que estaba al lado de la de Felix, y la dejó ahí mientras quitaba sus accesorios y recogía su cabello en una coleta.
La admiró un rato hasta que decidió quitarle las botas y acomodarla mejor en la cama. Pero ahora tenía un dilema.
Andaba en short así que no estaba incómoda, pero el problema era la camisa blanca llena de sangre que llevaba, y sabía que tenía que quitársela, pero no quería verla de esa forma sin su consentimiento, pero tampoco sabía si despertaría pronto y no quería que despertara así.
Se armó de valor y levantó la camisa con cuidado, pero luego la bajó al recordar que no tenía nada a la mano para ponerle, así que comenzó a buscar entre la ropa de la menor hasta encontrar una camisa grande de color blanco, y con ella cerca finalmente levantó la camisa con cuidado, intentando ser lo más cuidadoso posible.
Youngmin se despertó, pero no dijo nada y solo esperó a que Minho terminara de ponerle la camisa blanca, y al fijar su vista en los ojos abiertos de la peliblanca, el chico saltó en su lugar y la miró asustado.
— ¿Era necesario asustarme? — Preguntó en un tono dramático que la hizo rodar los ojos. Se reincorporó en la cama y lo miró detenidamente, viendo que él sí llevaba aún la camisa blanca llena de sangre, y comenzó a recordar cada suceso de las últimas horas, haciendo que bajara la mirada.
— Gracias — Murmuró en un tono bajo. Minho la miró y sonrió levemente.
— No iba a dejarte así ni aunque fuera mi peor enemiga.
— Creí que lo era — Comentó con la cabeza ladeada. Minho suspiró y negó.
— No sé llevarme con las chicas, Winter — Expresó con diversión, haciendo que la menor alzara una ceja. — Sí, ya te diste cuenta. El punto es también que... No lo sé, tal vez la salida de Woojin hace años me afectó tanto que me volví reacio a dejar que alguien más entrara al grupo, y bueno, eras el centro de atención desde hace tiempo y me sentía molesto porque literalmente eres buena en lo que haces y me sentí-