ᴇxᴛʀᴀ: ʟᴇᴛᴛᴇʀs.

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Algunas horas después de volver a Alexandria, yo y Rosita nos habíamos quedado un rato conversando. Sobre ella, sobre mí, sobre Carl... y sobre Abraham.

—Él, antes de que... Ya sabes.– Dijo refiriéndose a la pelea que habían tenido.— Siempre hablaba de ti, que quería tener una hija que sea igual de valiente que tú.– No lo creí al principio, tal vez solo eran palabras para que me sienta mejor, pero Rosita hablaba enserio.

—Cuando estábamos en la camioneta,– Reí recordando aquel momento.— le dije que te escriba una carta.

—¿Una carta?

—Sí, quería que te pida disculpas por todo lo que te dijo. Lo hizo y luego le dije que me la entregue, supuse que sería muy orgulloso para pedirte disculpas en persona o para darte la carta.– Ambas reímos con pensamientos del peli-rojo en nuestra mente.

—¿La tienes?– Preguntó con un poco de vergüenza. Saqué la carta de mi bolsillo junto al collar que Jesús me había dado en Hilltop. Había guardado todo para poder dárselo a ella.

—Me lo dió Jesús. Dijo que se le había caído.– Señalé el collar. Ella asintió y sacó la tierra que tenía de él.

—Yo lo hice.– Me sorprendió su respuesta.— Se lo había regalado hace un tiempo.– Ella dejó el collar a un lado y tomó la carta dudosa.

—Si quieres me puedo ir, así la puedes leer sola.– Propuse, ella negó con la cabeza y comenzó a abrirla.

“Rosita, te pido disculpas por la pelea que tuvimos hace unos días. Realmente lo lamento, no sabía lo que estaba diciendo, y esto no solo lo escribo porque Astrid me obligó, si no que me gustaría que sepas que nunca tuve ninguna intención de hacerte sentir mal. Jamás haría eso, simplemente no sabía que decir por el enojo y los nervios del momento, actué como un verdadero gilipollas. Eras mi todo, mi #1, pero ya no te amo de la manera que lo hacía antes. Ahora amo a otra persona, y espero que puedas entenderlo. Lamento mis palabras, fui un idiota.
                                          —Abe.– Terminó de leer con la voz algo débil. Las dos reímos ante lo que había escrito Abraham, los ojos de Rosita dejaban ir algunas lágrimas, pero hice como si no lo hubiera notado.

Ella me abrazó después de unos segundos, yo hice lo mismo. Nos quedamos un largo rato hablando sobre él, aunque intentábamos no deprimirnos por lo que había pasado y recordábamos los chistes que él hacía en momentos inadecuados.

—Gracias.– Me dijo con una sonrisa. Yo solo asentí y la abracé una vez más.

 Yo solo asentí y la abracé una vez más

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𝗪𝗼𝗻𝗱𝗲𝗿𝘄𝗮𝗹𝗹 ;; 𝘊𝘢𝘳𝘭 𝘎𝘳𝘪𝘮𝘦𝘴.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora