²⁴; ᴅᴇᴀʟ.

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Después de un par de horas, finalmente llegamos a Hilltop. Maggie me había despertado hace unos minutos, por lo tanto ahora me encontraba sentada en la minivan al lado de mi cuñado y mi hermana.

—¿Vamos a tardar mucho? Ya me aburrí.– Bostecé luego de hablar.

—Será rápido, lo prometo.– Me contestó la ojiverde.

—¿Ya lo extrañas? Vaya, que rápido.– Murmuró Glenn, causando que le dé un leve golpe en el brazo.— ¡Oye!– Se quejó. Su esposa solo rió.

—Por cierto, necesitamos medicamentos. Estaba pensando que cuando lleguemos, yo y Carl podríamos ir a una farmacia a buscarlos.– Bromeé para ver la reacción de ambos adultos. Maggie entendió mi broma después de unos segundos, en cambio, Glenn abrió los ojos como plato.

—¿Qué? No, yo los voy a acompañar. Mejor aún, no irán a ningún lado.– Dijo de inmediato al comprender.

—¿Entonces nos dejarás solos? ¿Sin supervisión?– Pregunté alzando una ceja.— ¿Dos adolescentes con las hormonas por las nubes solos?– Nuevamente, abrió los ojos sorprendido, parecía que se le iban a salir.

—¿Por qué no dices nada?– Le habló a su esposa, la cual se estaba aguantando la risa. Al oírlo, estalló en una gran carcajada.

(. . .)

—¿Qué sucedió durante el viaje?– Pregunté con curiosidad.

—Bueno, veamos, casi matamos a Jesús, y... casi matamos a Jesús.– Respondió Abraham riendo un poco, yo intenté aguantar la carcajada que sabía que en algún momento se me escaparía. Solo solté una pequeña inaudible risita y después volví a centrarme en lo que sucedía fuera de la minivan.

—Ah, no lo ví. ¿Quién es el que parece desnutrido?– Señalé a un hombre algo peli-rojo que guardaba unas pastillas en una mochila.

—Harlan.– Lo presentó Glenn, mirándolo un poco mal. Yo asentí.

—¿Y el otro?– Señalé a otro hombre sentado al lado del de pelo largo.

—Freddie.– Contestó Jesús, volví a asentir y luego suspiré con algo de cansancio.

Luego de unos silenciosos minutos bajamos de la minivan. Había barro, mucho barro, lo que causó que haga una cara de disgusto.

—Llegamos.– Dijo el hombre de pelo largo.— Aquí vivimos. Aquí es Hilltop.

—Genial, voy a quedarme en el auto.– Murmuré y me retiré lentamente, pero Abraham me tomó por el cuello de mi camiseta haciéndome caer sentada al barro. Me quede boquiabierta mirándolo indignada, él solo soltó una risa nasal al ver mi rostro.

—Vamos.– Hizo un gesto con su mano indicando que vaya a su lado. Yo negué con la cabeza y me crucé de brazos aún sentada en el sucio suelo.— Bien, de acuerdo, si así lo quieres.– Suspiró con pesadez y me levantó cargándome en su hombro.

—Dios mío, ¿de verdad Rosita está enamorada de este bruto?– Dije sarcástica. Dí pequeñas patadas al aire intentando salir, pero al ver que no me soltaría me rendí.

—Oye Astrid...– Pareció dudar si hacer una pregunta o no.— Haz estado muy cerca del niño Grimes últimamente, ¿qué hay entre tú y él?– Carajo. ¿Es enserio? No puedo pasar ni cinco minutos sin ser cuestionada por aquel chico. Rodé los ojos al escuchar tan aburrida pregunta, pero me decidí en contestar.

—Nada, somos amigos.– Respondí con simpleza. El peli-rojo suspiró con pesadez al oír mi respuesta.

—Claro, amigos demasiado amigos para mi punto de vista.– Dijo en un tono sarcástico, yo dí un pequeño golpe en su espalda.— ¿Qué? Después de todo es verdad, yo creo que en poco tiempo van a ser amigos que se besan.– Se encogió de hombros.

𝗪𝗼𝗻𝗱𝗲𝗿𝘄𝗮𝗹𝗹 ;; 𝘊𝘢𝘳𝘭 𝘎𝘳𝘪𝘮𝘦𝘴.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora