Capítulo 5: Los trastornos mentales son peligrosos

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• POV: MATTHEW •

La frialdad en mi piel seguía siendo extraña.
Mis manos se mantenían calientes, en un punto de sudoración que me tenía harto y sólo me causaba incomodidad, pero no podía quitarme las sábanas de encima, porque al hacerlo, la heladez del clima me terminaba de congelar el resto del cuerpo, iniciando por los brazos.

Escuché los grillos que se mantenían en el césped fuera del edificio, haciéndome rezar mentalmente para que ojalá ninguno se colara por algún sitio de mi apartamento.

Escuché a los perros que habitan en el otro lado de la cuadra, ladrando, haciéndome entrar en duda sobre qué los mantenía alerta, imaginando mil situaciones posibles; ¿podían ver fantasmas?, ¿o había alguien intentando entrar a su domicilio con malas intenciones?.
O bien, quizá podía ser sólo una persona común cruzando por la acera a las tres de la madrugada.

Mis ojos ardían.
Las gotas ya no hacían el efecto de antes, porque cada vez era más fuerte la dificultad para mantenerlos abiertos.
Por día escucho al menos seis veces un "que lindos ojos tienes", pero nunca se han detenido a ver más allá de su color.

Suspiré arrugando mi nariz por instinto, relamiendo mis labios para deshacerme de la resequedad en ellos. El calor empezó a incomodarme por debajo de la piel, y tuve que quitarme las sábanas de encima.

Eso no fue suficiente.
Aquella rara sensación que llevaba sintintiendo de vez en cuando estaba de vuelta.

— Oh no no— murmuré para mí mismo, al sentir la presión regresando a mi pecho.
Todo mi entorno estaba transformándose en incomodidad, y mis latidos estaban siendo más fuertes de lo normal, al mismo tiempo que mi pecho subía y bajaba en un ritmo descontrolado, acelerado.
Simplemente no se coordinaba mi ritmo cardiaco con mi respiración.

Cerré mis párpados un instante, en un tonto y fallido intento de calmar lo que sentía, así que en cuestión de segundos volví a abrirlos, y de un sólo empujón levanté la mitad de mi cuerpo sobre la cama, pasándome ambas manos por el rostro sin lograr despejarme.

La ropa me estaba estorbando, la sentía tan pegada a mi piel que me empezaba a sofocar, y ni echándome aire por el cuello de la camiseta lograba mi objetivo.

— Juli...— llamé a mi novia, tratando de calmar mis manos temblorosas y mi garganta sofocada. No era mi intención despertarla, pero no tenía idea de qué hacer. — Julieta...—

— Mhm— ella se removió entre las cobijas, generándome más conflicto.

Tragué saliva en busca de la calma, mirando a todos lados en la habitación a oscuras, que era levemente iluminada por la luz de la luna a través del ventanal.
Sin embargo, mi saliva no pasó de mi garganta. No podía respirar.

— Mierda, mierda...— murmuré entrando en desesperación, levantándome con rapidez de la cama.

Mi cuero cabelludo empezaba a picar junto con mis antebrazos y piernas, mis manos y pies no dejaban de sudar al igual que mi pecho y frente, mi respiración se aceleraba cada vez más, y mi necesidad por moverme también aumentaba.

Estaba cansado.
Muchas noches seguidas se trataba del mismo problema, llevaba meses así y nada podía calmarme.

— Sólo vuelve a la cama Matthew— habló Julieta con aquel tono adormilado, hundiéndose entre la almohada.

Tus Ojos En Mis RecuerdosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora