Capítulo 20: "Cuando nadie estaba tan roto"

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POV: SAMANTHE

— Dios santo, no sabes cuántas veces extrañé darte un abrazo— dije a Paul, aún rodeando su cuerpo con mis brazos.
Estaba... ¿conmocionada?

— ¿Cómo estás, linda?— me preguntó dejando un beso sobre mi cabeza.
Yo lo miré a la cara, y a pesar de que por dentro mi pecho siguiera doliendo de una forma extraña, a él lo miré verdaderamente feliz.

Cuando me miró también, ví sus ojos azules, muy bonitos, pero un tono más oscuro que los de su hermano. O no lo sé, nunca supe bien qué tenían de diferencia si a simple vista se veían exactamente iguales.
La diferencia esque al mirarme a mí, los de Paul no me causaban las mismas emociones que los de Matthew. Esa era la gran diferencia.

Era muy raro ver a Paul fuera de las fotos, después de tantos años. Seguía siendo muy guapo, claro, eso no se puede negar, pero los años se le notaban, y el ser padre, también.
Sus líneas de expresión eran más notorias, y aunque a diferencia de Matthew, mantiene su barbilla despejada, hay algo de mucha madurez en sus facciones. Muy distinto a la última vez que lo ví, cuando era un don Juan y se la pasaba de fiesta en fiesta.

Incluso su voz. Su manera de hablarme sonaba más seria. Eso me ponía muy nostálgica, y yo, desgraciadamente, soy una fuerte víctima de la nostalgia.

— Ay no, ¿qué pasa?— me dijo aún observándome, justo en cuanto sentí mis ojos cristalizándose.

Le sonreí avergonzada, soltando una risa tonta mientras tallaba mis ojos para no llorar, pero el sentimiento no desaparecía de mi corazoncito.

— Nada, esque me da mucha emoción...— le respondí, aunque eso no era el único motivo.

— Ven, vamos adentro y platicamos con más calma, aquí está helando— me avisó, encaminándome a su lado con su mano ligeramente puesta en mi espalda.
Ví cómo le hizo una seña a Matthew, que seguía detenido en la puerta de su auto, sin acercarse a nosotros. — ¿Todo está bien entre ustedes?— me preguntó Paul de repente, mientras subíamos las escaleras.

— Amm...— balbuceé sin saber que decirle, pero con mis ojos se lo dije todo.

— Sí, lo supuse— murmuró abriendo la puerta de la habitación, invitándome a pasar, justo cuando Matthew nos alcanzó.

— Te llamé— escuché que le dijo.

En seguida el enorme labrador, verdaderamente enorme, se acercó agitando su colita, de esa peculiar forma que refleja su miedo o algún tipo de verguenza que tanta ternura da.

— Hey pequeñito...— lo saludé conteniendo mi emoción, agachándome en cuclillas para saludarlo y que no tuviese miedo.
Es verdad que la lluvia luce horrible desde los ventanales de este piso. — ¿Te encuentras bien? ¿sí? estaban preocupados por ti...— le murmuré mientras él pegaba su cuerpo a mí, buscando la manera de que le abrazara, aún sin dejar de mover su colita agachada entre sus patas traseras.

— Ven amigo, vamos a ponerte tu tranquilizante— le llamó Matthew, después de permitirme convivir unos segundos más con él. Después de eso, se lo llevó hacia un pequeño sofá esquinado, lejos de Paul y de mí.

Mi amigo se sentó, invitándome a hacerlo también, justo a su lado. Y eso hice, con toda la comodidad del mundo porque él siempre me ha hecho sentir así, cómoda.

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⏰ Última actualización: 4 days ago ⏰

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