Capítulo 3: Entre amigos la vida no es tan mala

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— ¿Llevas para el almuerzo?—

— Lo suficiente.

Sus ojos verdes encontraron a los míos. Todavía lucían tan arrepentidos al verme, y con la carga de culpa encima me acarició el rostro observándome.

— Espero que te vaya muy bien. Y... confirma tu asistencia para esa cena.— enunció Julieta, deslizando de lado a lado su pulgar junto con su uña afilada sobre la piel de mi mejilla, pero sin lastimarme.

Levanté la mirada quedándome fijo en ella. ¿Había escuchado correctamente lo que dijo?.

— Eres mi novio, pero sigues siendo un hombre libre, Matthew. Tienes tu vida, y yo la mía. Tengo que entenderlo, lo siento.— habló sorprendiéndome un poco menos que antes.

A pesar de no mostrarle expresión alguna, internamente sonreí al sentir algún tipo de alivio. Nadie me ha creído que Julieta ha estado cambiando, que está aprendiendo a ser una buena novia para que sigamos juntos, que en verdad se está esforzando.

Puse mi mano sobre la suya en mi mejilla, y la tomé levemente para acercarla a mis labios depositando un beso. Finalmente sólo pude sonreírle, y después de eso decir un último adiós antes de que ella tomara su camino a donde sea que se dirigiera, y yo me encaminara a la entrada del colegio.

A pocos metros del instituto ya podía ver las aglomeraciones de alumnos por todas benditas partes.

El regreso a clases estaba siendo complicado para ellos todavía, y para los profesores también, pues no todos están adaptándose igual de rápido.

Ni siquiera Emily, que estuve batallando por más de veinte minutos para que decidiera levantarse de la cama por la mañana.
Nunca le creí a mi hermano cuando me advirtió que era una niña muy obstinada...

Supongo que las actitudes se heredan.

— ¿Qué tal, Ty?—

— ¡Profesor Charles!, buenos días— me saludó el guardia de seguridad en la caseta de entrada, justo antes de que yo registrara mi huella digital sobre el sensor de registro en el monitor, anunciando mi llegada a tiempo.

Porque de lo contrario, si sumaba unos cuantos retardos más, me descontarían de mi sueldo una cantidad que no me quiero ni imaginar.

— ¡Santísima virgen! ¿qué te pasó?!— habló Silvia tan pronto como me vió, y yo sólo tuve que respirar hondo, dejando mis cosas encima de la mesa frente a mí.

— ¿Ni un buenos días, algo más amable?— dije sarcástico.

Una palmada en mi hombro me hizo mirar despreocupado a mi costado, pues tenía una idea de quién de mis amigos se trataba.

— Yo digo que quien debería ser más amable es tu novia, amigo. Cada vez es peor.— enunció Khaled sin mirarme con mucha atención mientras se dedicaba a retocar su corbata en el reflejo de la computadora apagada. Aquel hombre alto y bien vestido, quien se convirtió en un buen amigo a pesar de su seriedad y el que es nada más y nada menos que mi jefe también. O mejor dicho, de todos nosotros.

Inhalé hondo evitando recibirlo con un gesto de fastidio. No me parecía algo agradable que el primer tema para hablar en la sala de maestros y en voz alta, fueran los problemas de mi relación.

— No me jodas— maldijo Silvia, la única mujer presente, tomando postura en su sitio, mirándome con más atención. — ¿Fue ella?—

— Que ni te vea Grant, o va a volverse loco— mencionó Dominic, el hermano menor de Khaled, profesor de anatomía en la carrera de medicina y enfermería general.

Tus Ojos En Mis RecuerdosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora