Capítulo 4: Los reencuentros son recuerdos

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• POV: SAMANTHE •

— Entonces... ¿traes algún cuaderno o algo en lo que venga escrito el número de tu padre?— volví a preguntarle a la pequeña de la mejor manera que pude. Es algo distraída, pocas veces me mira a los ojos, pocas veces habla algo coherente, y muy pocas veces la ví hoy a lo largo del día.

— No... papá no está. Creo que mamá y él van a separarse como todos.— me respondió cabizbaja, provocando que me quedara callada. Sus respuestas cada vez me hacen pensar más cosas, pero nunca termina de contarme algo y ya está cambiando a otro tema.

— ¿Puedes repetirme tu nombre por favor cariño?— pregunté una vez más.

— Mi nombre es Mily.

Ella es la famosa Mily. Es de quien Maury me ha estado hablando.

— Samy, no tenemos más opciones, llama a Philips para que te dé una respuesta. No puedes quedarte todo el día con ella.

— ¿Tú conoces a sus padres?— le pregunté a Lili, pues ella podría saber un poco más de los estudiantes del colegio. Sin embargo, sólo me hizo una mueca de lástima, al mismo tiempo que negó con su cabeza.

Observé a la niña todavía sentada en la banca, moviendo sus piecitos en el aire, cargando esas preciosas botas de cuero negro brillante.

Suspiré estresada, pasando ambas manos por mi rostro para despejarme.

No puedo creer que alguien sea tan irresponsable como para olvidar a su hija de CINCO años en el colegio. Entiendo que los padres suelen tener problemas, y por lo poco que ha dicho la niña, me imagino que no la están pasando bien en casa, pero eso no es justificación para olvidarla aquí.

No tiene idea de dónde vive ni siquiera, sólo dice que es lejos. Muy lejos.

Y el problema es que tampoco puedo creer lo irresponsable que fuí yo al no darme cuenta que me faltaba uno de mis alumnos a la hora de la salida.

— Todo esto es mi culpa— bufé todavía más estresada, poniéndome de pie echando mi cabello atrás, intentando despejar mis ideas para encontrar una solución.

No tengo datos de los padres, no tengo algún domicilio, no tengo a quién dirigirme o quién responda por ella, no puedo hacer absolutamente nada y me estoy comiendo las uñas por ello.

— A ver, Samanthe, tampoco te culpes de todo, que sus padres sean unos irresponsables no es tu culpa. Además, dijiste que es la primera vez que la ves en tu vida, cuando contaste a los niños al final de la clase, ¿cómo ibas a saber que faltaba ella, si nunca antes había asistido?.— habló Pamela, intentando calmarme sin lograr mucho.

Pensándolo de esa forma sé que no es del todo mi culpa, pero cuando eres profesora de un grupo de niños pequeños, desde el momento en que entran al aula, son todos responsabilidad tuya, es como si los padres no existieran más.

Y encima, ¡nisiquiera soy su profesora oficial aún!, y ser pasante de cualquier maldita carrera profesional, y cometer un error en el servicio, es equivalente a perderlo absolutamente TODO.

El señor Philips me mataría si le llamara para decirle que hay una niña olvidada en el colegio, de la cual ni siquiera había notado su ausencia hasta que fuí a arreglarme el cabello en los baños cuando estaba apunto de irme a casa, y la escuché cantando, y casi me desmayaba del susto.

Tus Ojos En Mis RecuerdosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora