CAPÍTULO 9

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Era embriagante, casi como una poderosa anestesia, contaba los insoportables minutos solo con la intención de que la hora de la sesión llegara, permanecer totalmente quieto por largo periodos, no era principalmente su actividad favorita, pero ver y pensar en él eran un exquisito pasatiempo, además ese día sería especial, podría hablar con él.

Sacándolo de sí mismo llegó el padre su padre y le dijo impacientemente —nos vamos ahora, toma tu sombrero y sube al carruaje— para Dylan este tipo de ordenes no eran extrañas y estaba muy acostumbrado a acatarlas sin decir ni una sola palabra, pero en esta ocasión, como nunca lo había sentido, necesitaba mostrar lo que en verdad quería y dejar de ser una marioneta de los ideales de su familia —Padre lo siento mucho pero me es imposible poder acompañarle ahora a ningún lugar— dijo con enfado, —sabes que tus pendientes a mí no me importan, pero si me dices que es la cita con una doncella que cortejas lo que te impide acompañarme, entonces accederé a permitirte no acompañarme, de lo contrario te obligaré, solo porque el apellido O'Brien no puede contarse entre los que juegan con una dama— terminó el padre con seguridad.

La cara del joven cambió por la de la frustración personificada, y en cuanto estuvo a punto de negarse de una manera más severa el padre prosiguió             —Además que no te he dicho que no puedes dejar de ir a tus sesiones de pintura— la jugada del retrato le había salido al señor O'Brien mejor de lo que había pensado, ¿Quién iba a decir que él  mismísimo hijo del Duque sería el pintor?, decía en sus adentros —No podrías dejar esperando al joven Sangstër, en tus sesiones para tu retrato.

Lo anterior confundió a Dylan, y él solo atinó a preguntar — ¿Pues a donde es adonde iríamos padre?— con más calma en su voz, —A la mansión de los Duques, y no "iríamos" IREMOS— terminó con demasiada potencia y mando. Lo dicho lo tranquilizó, pese a que desconocía a que iría su padre con el Duque, pero no quiso averiguarlo así que simplemente tomo sus cosas y salió al carruaje.

Cada vez que se acercaba a esa casa, su corazón daba un vuelco de emociones que ni el mismo reconocía, a excepción de dos, la primera era la necesidad de estar frente a su pintor favorito, y la segunda, la incomodidad y enojo de tener que ser recibido siempre por el mismo sirviente, un hombre calvo y regordete que le había humillado la primera vez que había visto a "Tom", como ahora lo llamaba en sus pensamientos.

Cuando estuvo frente a la puerta junto a su padre el mismo ser insoportable los dio el paso pero dijo con sorna —Es muy temprano para que llegase señor O'Brien— justo cuando iba a contestarle, el señor O'Brien dijo —Venimos a una audiencia con Duque, nos mandó llamar, ¿podría anunciarnos?.

El bajo mayordomo se retiró realizando una reverencia, después de unos minutos se apareció de nuevo y los acompaño hasta el estudio del noble y luego cerró las puertas, dejando en la habitación solo a los miembros de la familia O'Brien y al mayor de los Sangstër vivientes.

—Bienvenidos, siéntese por favor— dijo el anfitrión y luego les brindó un saludo afectuoso. Después de agradecer los invitados se sentaron. —A que debemos tan grandísimo honor, señor— dijo Patrick, —Pues veras, he escuchado que tu hijo ha resultado ser un digno represéntate de los banqueros y administradores O'Brien...—decía el Duque cuando fue interrumpido por el orgulloso padre, —Por supuesto, se ha graduado siendo el mejor de todos, es un brillante, responsable y honorable muchacho, sin duda el orgullo de todo nuestro linaje— continuo  Sangstër con una sonrisa en su boca —por supuesto, ya veo que tiene las mejores referencias joven— dirigiéndose a Dylan, después continuó —¿conocen la finca D' Leonere?, me imagino que sí —se contestó el mismo— es la más grande e importante de todo valle , y como bien es sabido es una de las posiciones más queridas de mi familia, ya que ahí se han celebrado las bodas de mi dinastía desde tiempos irrecordables— miró al techo con ensimismamiento —sin dejar de lado, las grandes ganancias que le ha dejado a mi familia.

—Que es lo que más le debe importar a caballeros como ustedes— los miró con cierta diversión —por desgracia mi administrador, ha dejado de ser apto para desempeñar su trabajo, lo hemos tenido que remover de su cargo y retirarlo tras una vida de servicios, tu padre que me auxilia en algunos negocios, me contó de ti hace poco, y he decidido que si no tuvieses ningún inconveniente, tú te hicieras cargo de la administración de mi preciada propiedad— terminó con la proposición el  elegante caballero.

La noticia tomó por tanta sorpresa a Dylan que no supo que decir, era la mejor noticia que le habían dado en años, sería el administrador del lugar más próspero y rico de las cercanías, eso era algo que había visto en su futuro muchos años después de haberse hecho de un nombre entre la aristocracia londinense.

Por su parte su padre si supo que hacer, al recibir la noticia de inmediato se levantó, le dio la mano al opulento caballero, aceptó el ofrecimiento por Dylan y le agradeció de mil maneras diferente que le hubiera dado esa oportunidad a su hijo, su orgullo como lo llamó en ese momento. En cuanto salió de su sorpresa el joven le agradeció la oportunidad, después aceptó el ofrecimiento y con una gran sonrisa le preguntó los pormenores del trabajo.

Si bien no supo todo lo referente a su nuevo trabajo, ya que necesitaba hablar primero con el anterior administrador y el capataz, el cual parecía un hombre de mucha confianza para el dueño, los pequeños detalles les llevaron un tiempo considerable. Al terminar la entrevista, el padre se retiró y Dylan corrió hacia el estudio de Thomas.

Al entrar en el precioso lugar, escucho decir con un tono de reclamo desde una de las esquinas del salón —Llegas muy tarde Dylan— la alegría que lo embargaba era tanta, que sin pensarlo demasiado el impuntual modelo corrió hacia Thomas y lo abrazó con tanta efusividad, que pudo sentir hasta el alma del artista, después cuando aún seguían unidos por los brazos, los dos se quedaron viendo a los ojos como si el mundo se hubiera desvanecido y solo existiesen ellos dos, mientras una sonrisa nacía en sus rostros como un reflejo involuntario.


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