¿Por qué TÚ?

CAPÍTULO 29

Habían pasado algunos días desde la muerte del Duque Vincent Sangstër y la vida de su único hijo se había transformado en un completo caos.

Puesto que alguien debía de llevar a cabo todas sus tareas y quedar a cargo de su esposa e hija. Y quien mejor para ello que Thomas, el primogénito y único varón en la familia.

Por lo que a las mil y un cosas que este tenía en su cabeza, se sumaron unas cuantas más. Una promesa pendiente. Los cuidados de su madre y su pequeña hermana. Así como los preparativos de una boda de la que no estaba seguro y él. Sus problemas siempre finalizaban con él.

Maldita sea, pensaba constantemente. Si bien había aceptado todas aquellas responsabilidades como heredero, era demasiado.

— Estoy harto...— gritaba mientras una pluma salía rodando fuera del escritorio.

— Tranquilízate...— Lo instaba una dulce voz detrás de él. Pero simplemente no podía. — Lo siento Ava... Se lo que dije... Es solo que esto es tan... — frotaba una de sus manos sobre su sien — Lo sé— afirmaba. — No lo sabes... — contestó en tono de fastidio. — Sé que esta situación es complicada, pero no puedes darte por vencido; yo sé que puedes... — sonreía la pequeña tratando de animar a su hermano mientras tomaba su cabeza entre sus manos y apretaba ligeramente sus mejillas— Vamos, Thomie.... No te rindas.... — añadía antes de besar dulcemente la frente del mayor y retirarse.

El rubio sonrío por unos instantes, de verdad amaba de sobremanera a la pequeña niña. Ya que era la única con el valor de acercarse a él pese a las circunstancias. Pero su ánimo no duro demasiado, ya que el sirviente venía de nuevo con un sinfín de papeleo monótono y aburrido que seguramente tendría que dedicarse a firmar toda la tarde.

— Señor Thomas.... Han llegado más documentos de parte de la casa real para que los valide y autorice; y es de suma importancia que...— el hombre fue interrumpido.

— No necesitas decirme, lo que ya sé— decía un molesto duque, mientras comenzaba a sentirse agobiado al punto de querer escapar de ese lugar, cuando el mayordomo añadió algo que no esperaba — También traigo una carta de parte de la familia O'Brien, no sé qué tan pertinente sea entregarla pero aquí la tiene. — O'Brien, pensó. Que descaro dar señales de vida después de que ningún miembro de la familia se había presentado al velorio de su padre. Ni siquiera Julia, a la que consideraba como una persona prudente. En fin, no tenía ganas de pensar ya en ello — Gracias, puedes retirarte... — el hombre regordete hacia una breve reverencia saliendo de aquel estudio.

Pasaron unas cuantas horas, antes de que el trabajo lo atosigara de nuevo. Así que dejo los papeles a un lado y tomo la carta que no dejaba de atraerle desde que la habían dejado en la parte superior de su escritorio. La observo por largo rato y sin meditarlo más la abrió y comenzó a leerla.

Era de Dylan. De cuantas cosas no estaba enterado. Sabía que Isabella se había llevado a su madre a alguna parte para hacer que se olvidara de todo, pero no que ambas estaban en la finca haciendo los preparativos para el himeneo. Sabía que el dinero que había dispuesto para huir con él esa noche se había presentado como robado, pero no estaba enterado que se había devuelto. Sabía que el muchacho se había ido, pero no que ahora residía en aquel lugar. En cuanto a lo último a tratar, de eso sí que lo sabía todo, mejor que nadie.

En ese momento se levantó de su asiento y camino lentamente hacía la ventana, recordando cada una de las palabras del joven moreno. Y como siempre una amarga tristeza inundo su ser.

Sabía que él era el culpable de no tenerlo cerca, pero lo que sucedido ese día de verdad lo había puesto muy mal. Ahora se disculpaba, pero no personalmente sino por medio de un simple papel, respetando toda norma que se había impuesto ese día. Arrugo la carta y bajo la sombra de aquella habitación ya oscurecida, lloró.