CAPÍTULO 21

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La vida lejos de todo era realmente disfrutable, ninguno de los dos podía creer que tanta felicidad podía existir en sus almas, se veían llenos de vida, de ilusiones, el pensar en los problemas parecía un tarea olvidada ya que entre tanto placer todas sus frustraciones se reducían a nada, como si lo que los separara se fuera transformando en una brecha cada vez más sencilla de cruzar.

—Nunca han existido momentos más dichosos para mí— decía Dylan con demasiada felicidad —tengo que serte sincero, fuera de todo los formalismos, si pudiera, ahora mismo te besaría hasta que quedaras sin fuerzas, y gritaría al mundo que me has aceptado, que me has dejado formalizar nuestro amor, que entre tus dedos esta la más grande prueba de que a ti te amo— Thomas le confesó con desanimo, eso hizo que Dylan desviara la mirada hacia abajo apesadumbradamente.

—No quiero que te sientas mal, es solo que deseo en verdad seamos mutuos para toda la vida, y que ni el mundo entero nos separe, porque sabiendo que tú tienes mi anillo, no me quedará duda de que sigo siendo tuyo, como desde la primera vez que te vi— Thomas terminó con anhelo en la cara, y su felicidad hubiera sido completa si el joven de ojos obscuros hubiera aceptado el anillo que llevaba a todos lados desde que lo había comprado, en lugar de un abrazo y un sencillo y disimulado beso en la mejilla.

—Te quiero más de lo que podría querer nunca a alguien... y espero que por ahora siga siendo suficiente— dijo Dylan mientras le sonreía, ya habían llegado a su cuarto de hotel, después de un traslado muy silencioso — dame solo un poco más de tiempo— días después llegaron a Roma. Los dos se querían, estar el uno cerca del otro era necesario, se veían encantadores, respiraban diferente, todo había cambiado, las sombras de su realidad se borraban con la luz de su cariño. Cómo podría existir un amor tan sincero, aquella era la pregunta que se podía plantear para encontrar una respuesta que aún no existía.

Eran felices cruzando Europa, nada atañía. Solo la brisa del país era testigo, que no importaba si todo acababa en ese momento; si la inamovible muerte los atrapara no les importaría, lo único trascendental sería que los dos emprendieran ese último trayecto, juntos. Bromeaban, se besaban, se abrazaban y agradecían su mutua presencia; en momentos existían peleas, continuamente motivadas por los berrinches de Dylan o los miedos de Thomas, pero les solucionaban cuando se miraban a los ojos llorosos y se confortaban con un sensible abrazo.

La vida siempre actúa de maneras extrañas, se dice que son los caprichos del destino, las consecuencias de tus decisiones o la voluntad de un ser supremo; pero si se lo preguntaban a Dylan, que era más bien un ateo, les podría decir que todo es por el destino, si a quien cuestionabas era a Thomas te diría que son las consecuencias de tus actos las que rigen tu futuro, y si te preguntabas por la opinión de Julia, la respuesta era más sencilla, Dios es quien decide que es lo que sucede y solo nos toca entender el porqué de las cosas.

Lo extraño en todo esto, es que a tan solo unos meses del retorno de ese viaje, ninguno opinaba lo mismo. Julia no podía seguir creyendo que un Dios permitiera tantas desgracias, Thomas estaba convencido de que no había cometido tantos errores como para pasar por todo aquello y Dylan comprendió que no todo estaba escrito, que mucho cambia y que hay cosas que están en nuestras manos cambiar.

El momento había llegado, debían partir de regreso, pero las cosas ya habían sido transformadas para todos, y nada de lo que sucedería podía haber sido previsto por nadie.

|| Es corto... Lo se... Pero espero que de su agrado, porque se acerca... Se acercan varias cosas que espero también lo sean :D Y como hoy es tarde y muero de sueño, les deseo buenas noches esperando verlos de nuevo muy pronto.

Au revoir~ ||

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