CAPÍTULO 23

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Thomas al bajar de ese barco, ya no pensaba en acabar su vida encadenado a una mujer que no deseaba, su mirada de pesar, dejaba ver el remordimiento de tener que herir a alguien que no se lo merecía, pero no estaría con alguien a quien no amaba, de eso estaba seguro.

29 de Noviembre de 1860

Julia

No te imaginas todo lo que ha pasado, estoy tan contento, si me vieras no me reconocerías, he dejado de ser esa sombra gris que lloraba a cada instante en los rincones obscuros de la casa, te lo enseñaría si fuese posible, el anillo que acepté, porque tienes que saber que lo acepté, al fin me he permitido vivir mi mundo, que existir para el mundo de todos, es precioso, el zafiro azul brilla con más intensidad cada vez que lo veo, es como si el mar, el cielo y el viento estuvieran guardados en él al mismo tiempo. Es un verdadero tesoro.

Pero tengo que confesarte algo, me da miedo lo que pienso, ya no creo que las cosas sean las mismas en mí, pienso en lo que te dije antes, y me asusta no encontrar en mi ser remordimientos por lo que hice, no pienso en Isabella, que si bien es la causa de mi amargura, no tiene culpa por amar a mi Tom, realmente no culparía a nadie por hacerlo, pero es extraño entender que yo no podría compartirlo, lo deseo, lo quiero y lo necesito solo para mí, por eso estoy decidido a centrar todos mis pensamientos, todo mi ser y toda mi fuerza para lograr mi más grande anhelo, Que él sea solo para mí, no descansaré hasta que acepte no casarse con ella.

Dylan

Era tiempo de dejar España, por lo que se dirigieron hasta el puerto de La Coruña, donde saldría un trasatlántico que los llevaría hasta Irlanda. Último destino en donde podrían disfrutar la compañía el uno del otro.

Por fortuna era un viaje largo y estaban seguros de que no desperdiciarían el tiempo pensando que pronto tendrían que verse envueltos en el terrible y monótono ambiente británico.

— Bienvenido a su camarote, señor de Sangstër— decía un rubio mientras empujaba cariñosamente a su amado por la espalda— ¿Comenzaras de nuevo con eso Tom? — respondía un aparentemente molesto pelinegro— Bueno, no hay nadie quien pueda escucharme y si... Lo haré una y otra vez hasta que quede grabado en lo más profundo de su ser, señor O'Brien...— añadía Thomas mientras rodeaba el cuello de su amante y se acercaba a darle un largo y apasionado beso.

Vaya que el duque sabía cómo salirse con la suya. No podía resistirse a sus labios ni a esos besos que constantemente le daba, por lo que las discusiones o molestias habían cesado considerablemente. Así que correspondió aquel beso jalando a su pareja hacía el interior de la habitación y cerrando la puerta detrás de sí. Y aquello hubiese terminado en una de sus últimamente entregas carnales, de no ser por un muchacho de tez morena que fue a entregar su equipaje.

— Gracias... — Agradecía el duque mientras entregaba una pequeña propina al chico y reingresaba a la habitación con el equipaje en mano y una sonrisa dirigida al emberrinchado de su acompañante, que se encontraba cruzado de brazos sobre la cama. — Vaya momento más inoportuno de venir, ¿no podrías haberle dicho que regresara más tarde?— añadía Dylan con disgusto, mientras el joven rubio ya se acercaba de nueva cuenta hacía donde él estaba — Me temo que no mi estimado joven O'Brien, de lo contraría hubiésemos tenido que ir a buscar nuestras cosas por cuenta propia... Por otro lado... — decía esto mientras desabotonaba unos cuantos botones de su remera y se sentaba sobre las piernas de un sonrojado Dylan —Porque no mejor se relaja y continúa en donde nos habíamos quedado antes de que anuncien la cena...— finalizaba el joven mientras besaba de nueva cuenta al otro muchacho.

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